viernes, agosto 30

LOS DOS NIVELES DEL ERROR


Marcos nunca se había planteado dos niveles en el tema de la corrección. Recordaba que Jesús sí que había utilizado esos dos niveles en ese proceso. En el caso de la acusación de la mujer sorprendida en adulterio, la solución estaba clara. Debía ser condenada. Y eso implicaba la muerte. 

Marcos había pensado que nunca podría haber dado con la solución de Jesús. Su mente estaba situada en un solo nivel: el nivel de la condenación. Jesús no siguió ese tipo de mente porque la mente divina era la mente de salvación. La mente del ego, la del primer nivel, lo tenía claro. Lo has hecho, lo debes pagar. 

La mente del Espíritu Santo, la del segundo nivel, lo tenía claro también. Te has equivocado, puedes aprender a hacerlo mejor. Como la mente divina no condenaba, ofreció a la mente del ego que sí que condenaba que aquel que se viera libre de condena, iniciara la condenación con el lanzamiento de la primera piedra. 

“Si le señalas a tu hermano los errores de su ego, tienes forzosamente que estar viendo a través del tuyo porque el Espíritu Santo no percibe sus errores. Esto tiene que ser verdad toda vez que no existe comunicación entre el ego y el Espíritu Santo”. 

“Lo que el ego está diciendo no tiene sentido, y el Espíritu Santo no intenta comprender nada que proceda de él. Puesto que no lo entiende, tampoco lo juzga, pues sabe que nada que el ego haga tiene sentido”. 

Marcos empezaba a ver la idea de los dos niveles. Eran muy distintos. El primer nivel del ego seguía su lógica de condenación. El segundo nivel del Espíritu Santo seguía su camino de salvación. Eran dos caminos que no podían tener nada en común. 

Estaba contento con estos atisbos de comprensión de los dos niveles en el tema de la corrección.

miércoles, agosto 28

LA CORRECCIÓN DE LOS ERRORES


Mateo siempre había tenido problemas con los asuntos de la corrección de los demás. Creía que, cuando veía a alguien equivocado, era su deber clarificarle su error. Mateo creía que así le ayudaba. Era la visión que había ido adquiriendo. Sin embargo, muchas personas a las que se había dirigido habían reaccionado mal. 

Había algo en la corrección que no llegaba a entender. Sabía que al corregir lo hacía desde un nivel en el que él mismo se declaraba acertado. La corrección suponía entonces dos juicios. Uno era el error del otro, según su entendimiento. Otro era su certeza de que tenía razón, según su entendimiento. 

Se prestaba a leer cuidadosamente lo que el siguiente párrafo proponía: “Para el ego, lo caritativo, lo correcto y lo apropiado es señalarles a otros sus errores y tratar de ‘corregirlos’. Esto tiene perfecto sentido para él porque no tiene idea de lo que son los errores ni de lo que es la corrección”. 

“Los errores pertenecen al ámbito del ego, y la corrección de los mismos estriba en el rechazo del ego. Cuando corriges a un hermano le estás diciendo que está equivocado. Puede que en ese momento lo que esté diciendo no tenga sentido, y es indudable que si está hablando desde su ego no lo tiene”. 

“Tu tarea, sin embargo, sigue siendo decirle que tiene razón. No tienes que decírselo verbalmente si está diciendo tonterías. Necesita corrección en otro nivel porque su error se encuentra en otro nivel. Sigue teniendo razón porque es un Hijo de Dios. Su ego, por otra parte, está siempre equivocado. No importa lo que diga o lo que haga”. 

Mateo se había quedado pensativo. Era un contrasentido. “Los errores pertenecen al ámbito del ego, y la corrección de los mismos estriba en el rechazo del ego”. La conclusión era fácil. El ego no podía corregir porque se autodestruía a él mismo. 

Ahora entendía las malas experiencias cuando trataba de corregir a los demás. Desde el ego no se podía hacer nada porque la solución estaba en el rechazo del pensamiento del ego.