lunes, enero 29

NADIE NOS HIERE

Josué jugaba con el agua de un charco que había en uno de sus lados. Sus ojos estaban fijos en el líquido. Veía las ondas circulares cubrir toda la superficie desde el punto en el que recibía el impacto. De una forma uniforme y sin prisas el movimiento ondulatorio se expandía y perturbaba la paz tranquila del agua.

Su mente, al igual que la superficie acuosa, estaba perturbada con un pensamiento que trataba de comprender. Un refrán jugaba con sus sienes y con su entendimiento: “No ofende quien quiere sino quien puede”. Es decir que no todas las personas podían ofendernos. 

Josué estaba de acuerdo con la primera parte. Varias personas que habían tratado de molestarle con algunas adversidades, dichos no veraces, lo habían dejado totalmente indiferente. No le preocupaban. Tenía claras las cosas y contra esas personas podía defenderse en cualquier escenario o situación oportuna. 

Pero, también había descubierto que alguna persona que otra le había llegado a herir en lo más hondo con algunos de sus comentarios. Se preguntaba dónde estaba la diferencia, dónde se encontraba el quid de la cuestión. Unos lograban molestar, otros, no. 

Recordaba que cierto día leyendo un artículo reflexivo sobre la ofensa quedó suspenso. Decía que nada nos podía herir, nadie nos podía hacer daño excepto nosotros mismos. La ofensa era un ataque que nos hacíamos nosotros mismos. Una afirmación muy novedosa. Siempre teníamos en mente que los ataques nos los hacían los demás. 

En ocasiones teníamos la idea de que, si alguien nos faltaba al respeto, debíamos reaccionar, herirnos, molestarnos y atacar. Esa idea se la aplicábamos a unas personas y a otras, no. Esas personas a las que se lo aplicábamos eran las personas que nos podían herir. 

Casi sin darnos cuenta, la propia persona decidía, de esta manera, quién la podía ofender, molestar, quitarle la paz y hacerle perder la serenidad. Si la misma persona decidía no darle ese poder a nadie, nadie la podía molestar. Josué veía un camino de libertad total. 

Era un descubrimiento que ponía el foco no en la otra persona que aparentemente atacaba, sino en la decisión de la propia persona que había decidido que podía ser atacada. Esa posición de debilidad estaba asumida en su interior y su vulnerabilidad aumentaba. 

Ahora entendía de dónde emanaba esa seguridad incólume de quienes permanecían tranquilos y serenos a pesar del aparente ataque de los demás. Sentían la seguridad en ellos mismos y no le concedían a nadie el pensamiento de que les podían atacar. 

Josué cabalgaba a lomos de las ondas que se amplificaban armónicamente en aquel charco de agua limpia. Veía el fondo del mismo. Esa claridad la proyectaba en sus pensamientos. – Nadie me puede herir. Solamente yo me puedo herir. Por ello, si alguna persona me hiere es porque yo lo he decidido previamente -. 





miércoles, enero 24

MENTE INVULNERABLE

Benjamín se daba cuenta de que en algunas ocasiones se había engañado a él mismo en la línea de su pensamiento. Estos engaños eran considerados de diversa manera a lo largo de su vida. En las primeras ocasiones se censuraba a sí mismo. 

Se sentía molesto, incómodo y absurdo por esas equivocaciones. Por otro lado, era normal. Según lo que conocía había decidido. La idea de que éramos aprendices de todo porque todo lo aprendíamos era algo que se repetía de continuo. 

Observaba que otras personas también cometían errores de pensamientos y de conclusiones y eran muy duras consigo mismas. Se censuraban, se llenaban de culpa, se insultaban y maldecían de ellas mismas. Benjamín no lo entendía. Los errores eran errores. Los errores no eran culpas. 

Había quitado de su vida la palabra “culpa”. El error podía enmendarse. La culpa era una herida continua que se ahondaba en el alma. Y los seres humanos en su proceso de aprendizaje lo único que cometían eran errores, nunca culpas. 

“La oscuridad, de hecho, jamás puede ocultar a la santidad, pero tú puedes engañarte a ti mismo al respecto. Este engaño te hace temer porque te das cuenta en tu corazón de que es un engaño, y realizas enormes esfuerzos por establecer su realidad”.

“El milagro sitúa a la realidad en el lugar que le corresponde. A la realidad le corresponde estar únicamente en el espíritu, y el milagro reconoce únicamente la verdad”. 

“De este modo desvanece las falacias que albergas con respecto a ti mismo, y te pone en comunión contigo mismo y con Dios. El milagro se une a la Expiación al poner a la mente al servicio del Espíritu Santo”. 

“Así se establece la verdadera función de la mente y se corrigen sus errores, que son simplemente una falta de amor. Tu mente puede estar poseída por falacias, pero el espíritu es eternamente libre”. 

“Si una mente percibe sin amor, percibe tan sólo un armazón vacío y no se da cuenta del espíritu que mora dentro. Pero la Expiación restituye el espíritu al lugar que le corresponde. La mente que sirve al espíritu es invulnerable”. 

Benjamín había unido en su pensamiento cuatro palabras: mente, amor, espíritu, invulnerable. La mente que percibe sin amor es ciega al espíritu. No ve el espíritu. No ve la totalidad. La Expiación restituye el amor y el espíritu al lugar que le corresponde. 

La mente que percibe con amor capta el espíritu. Así se puede concluir que la mente que sirve al espíritu es invulnerable.

domingo, enero 21

SIN DUDAS NI TEMOR

Marce sonreía mientras pensaba y se ahondaba en sus reflexiones internas. Era una música suave que llegaba a su alma y se regocijaba de ese silencio efectivo que le hacía pensar en aspectos nuevos de su vida. Los términos pasaban por su cabeza. 

Dos términos quedaron prendidos de sus ideas: la duda y el miedo. Dos experiencias que había vivido en sus momentos de inquietud con claridad e intensidad. Sabía que era un hombre de energía acerada en sus momentos de reflexión y en su nivel de decisiones. 

Resolver dudas y resolver miedos era una idea muy apetecible en el caminar de sus experiencias diarias. “La revelación produce una suspensión completa, aunque temporal de la duda y el miedo”. 

“Refleja la forma original de comunicación entre Dios y Sus creaciones, la cual entraña la sensación extremadamente personal de creación que a veces se busca en las relaciones físicas. La proximidad física no puede proporcionarla”. 

“Los milagros, en cambio, son genuinamente interpersonales y conducen a un auténtico acercamiento a los demás. La revelación te une directamente a Dios. Los milagros te unen directamente a tu hermano”. 

“Ni la revelación ni los milagros emanan de la conciencia, aunque ambos se experimentan en ella. La conciencia es el estado que induce a la acción, aunque no la inspira. Eres libre de creer lo que quieras, y tus actos dan testimonio de lo que crees”. 

Marce pensaba en la afirmación de la búsqueda de la comunicación en las relaciones físicas. Los contactos físicos no podían reemplazar ni tener en ellos mismos ese poder de comunicación. Cada vez se veía con mayor claridad que funcionaban como polos opuestos de atracción. 

Polos que tenían fecha de caducidad. Llegado el momento del cansancio, la atracción se volvía en repulsión. Por ello, la seguridad en la afirmación: “la proximidad física no puede proporcionarla”. 

Se descubrían dos caminos que se encontraban en el punto de unión de tres figuras vitales en nuestra vida: unión con Dios y unión con el hermano. “La revelación te une directamente a Dios. Los milagros te unen directamente a tu hermano”. 

Nuestro “ser”, “Dios” y el “hermano” se fundían en una única realidad. Nuestro “ser” veía la faz de “Dios” en el “hermano”. Así nuestro “ser” tenía el mismo pensamiento “divino” cuando miraba al “hermano”. 

Marce sentía que una nueva melodía se había desarrollado en su interior. Unas nuevas notas dirigían la orquesta de sus pensamientos y unos nuevos compases estructuraban su mirada.

lunes, enero 15

INVERSIÓN DE PENSAMIENTO

Gonzalo estaba alucinado con lo que estaba viendo. La resurrección siempre la había aplicado al cuerpo. El cuerpo es lo que moría. Nunca la había aplicado al espíritu. Pero lo más importante del ser humano era su pensamiento, su espíritu, su ser interno. 

¿Cómo podía aplicarse la resurrección a esa parte intangible de la persona? Ahora al leer esas afirmaciones empezaba a entender, a comprender lo que realmente pasaba en ese proceso de transformación. “La resurrección, al ser la afirmación de la vida, es la negación de la muerte”. 

“De esta manera, la forma de pensar del mundo se invierte por completo”. Gonzalo estaba estupefacto, petrificado. Era una forma de inversión de la forma de pensar. No era la desaparición de una y la venida de otra forma de pensar. Era sencillamente lo opuesto. 

“Ahora se reconoce que la vida es la salvación, y cualquier clase de dolor o aflicción se percibe como el infierno. Ya no se le teme al amor, sino que se le da jubilosamente la bienvenida. Los ídolos han desaparecido y el recuerdo de Dios brilla en el mundo sin ninguna obstrucción”. 

“Se ve la faz de Cristo en toda cosa viviente, y no se mantiene nada en la oscuridad, excluido de la luz del perdón. Ya no quedan pesares sobre la tierra. El júbilo del Cielo ha descendido sobre ella”.

Gonzalo había leído en muchos lugares los resultados de esa tierra transformada. Ahora veía que esa maravilla estaba en su visión, en su manera de ver la vida. En forma de aceptarla. Su visión había cambiado totalmente. Esa palabra le había hecho mella en su interior: la inversión de pensamiento. 

Ahora veía a cada persona como la faz de Cristo, como el Hijo del Eterno, como el Hijo del Creador. Su visión había cambiado radicalmente. La inversión de pensamiento se estaba aposentando en su mente. Y el Cielo maravilloso, bajaba con toda su alegría. 



martes, enero 9

EVIDENTE ELECCIÓN

José estaba pensando en una palabra de esas que siempre le habían producido cierto temor, cierto prejuicio, cierto malestar. Era una palabra que indicaba algo que se debía evitar. Y esa idea en la mente de un joven siempre era un desafío. No se podía seguir al pie de la letra todos los planteamientos de los adultos. 

No siempre los adultos tenían razón en todo. No siempre conocían todos los detalles. No siempre sus miedos les dejaban compartir su experiencia basada en una dudosa sabiduría. La palabra en cuestión era “tentación”. Algunas experiencias estaban claras que no debían ser tentadas o llevadas a efecto.

El final de ellas conllevaba su propio castigo por imprudentes. Una vez descubrió una definición de “tentación” que le dejó pensativo. Era un deseo de ser alguien distinto a quien se era. Nunca la había entrevisto desde esa perspectiva. Nunca había considerado la tentación más allá de lo evidente. 

Ahora podía tener una visión más amplia: “La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier forma que se presente e independientemente de donde ocurra, es esta:”

“Quiere persuadir al Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de librarse de su flaqueza y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir”. 

“El poder del cuerpo es la única fuerza de la que el Hijo de Dios dispone y el dominio de este no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. Cristo te propone otra cosa:” 

“Elige de nuevo si quieres ocupar el lugar que te corresponde entre los salvadores del mundo, o si prefieres quedarte en el infierno y mantener a tus hermanos allí”

“¿Cómo se lleva a cabo esta elección? ¡Qué fácil de explicar es esto! Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti. Y lo que eliges es lo que crees que es real”. 

“Sólo con que te negases a dejar que la debilidad guiase tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él, y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza”. 

José se quedaba lleno de la gran posibilidad de considerar la tentación desde ese nuevo punto de vista. Toda una libertad de elección en su interior. Toda una potente polaridad entre la debilidad y la fortaleza. Ahora entendía que era fácil contestar a la elección. 

“Sólo con que te negases a dejar que la debilidad guiase tus actos, dejarías de otorgarle poder. Y la luz de Cristo en ti estaría entonces a cargo de todo cuanto hicieses. Pues habrías llevado tu debilidad ante Él, y, a cambio de ella, Él te habría dado Su fortaleza”.

jueves, enero 4

EL "SER" DE LOS DEMÁS ES EL MISMO QUE EL NUESTRO

Darío empezaba a poner en orden una idea que había conocido desde muy joven pero que no había acabado de entenderla en su plenitud. El Maestro había dicho que lo principal era: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Siempre se había preguntado si amar al prójimo empezaba en el amor hacía sí mismo. Después eso le daría la segunda parte. 

Sin embargo, ahora veía que lo primero era amar al prójimo, y tal como era ese tipo de amor, se amaba a sí mismo. Un amor condicionado, corto, limitado, hacia el prójimo, le daba el mismo tipo de amor hacia sí mismo. Lo que le daba al prójimo se lo daba a sí mismo.

Un amor completo, sin condiciones, abierto y sincero hacia el prójimo, era el tipo de amor que se ofrecía a sí mismo. Estaba un poco perplejo. Era como cambiar un poco la idea. Por una parte, se resumía en “lo que soy, doy”. Pero desde el punto de vista del prójimo, se podía concluir, “lo que doy, soy”. 

Se quedaba sin palabras y pensativo. La mejor definición de sí mismo se la daba el prójimo. Era definido por su relación hacia el prójimo. Los pensamientos hacia el otro eran los pensamientos hacia él. Admitía que no eran esas las ideas que había albergado en el transcurso de la vida. 

“No puedes concederte a ti mismo tu inocencia, pues estás demasiado confundido con respecto a quién eres. Mas sólo con que considerases a un solo hermano como completamente digno de perdón, tu concepto de ti mismo cambiaría por completo”. 

“Desde un punto de vista conceptual, esta es la manera de verlo a él como algo más que un cuerpo, pues el cuerpo nunca parece ser lo que es bueno. Las acciones del cuerpo se perciben como procedentes de lo más “bajo” en ti, y, por ende, de lo más “bajo” en él”. 

“Al concentrarte únicamente en lo bueno en él, ves el cuerpo cada vez menos y a la larga tan sólo se verá como una sombra que circunda lo bueno. Y cuando hayas llegado al mundo que se encuentra más allá de lo que sólo se puede ver con los ojos del cuerpo, ese será el concepto que tendrás de ti mismo”. 

“Pues no interpretarás nada de lo que veas sin la Ayuda de la que Dios te proveyó. Y en Su visión yace otro mundo. Vives en ese mundo tanto como en este, pues los dos son conceptos de ti mismo que se pueden intercambiar, pero jamás pueden albergarse simultáneamente”. 

“El contraste es mucho mayor de lo que te imaginas, pues amarás ese otro concepto de ti mismo porque no se concibió solo para ti. Aunque nació como un regalo para alguien en quien no percibías como tu propio ser, se te ha dado a ti. Pues el perdón que le concediste a él ha sido aceptado para los dos”. 

Darío veía la nueva puerta que se abría a su entendimiento. Era un concepto revelador y dinamizante. Poseía la fuerza de todos los siglos y de todos los vientos en maravillosos abrazos. 

Una idea se le había quedado grabada en su mente. El prójimo no era el otro. El ser del prójimo era nuestro propio ser. “Aunque nació como un regalo para alguien en quien no percibías como tu propio ser, se te ha dado a ti”. La percepción no veía la realidad. 

El otro era nuestro propio ser. Por ello, la idea de “amar al prójimo como a nosotros mismos”, no era hacer un esfuerzo para sentir de otra manera. Era un concepto de que el “ser” era el mismo. Y esa unidad le rompía todos los esquemas con los que había ido funcionando.

martes, enero 2

NADA DE "MALO"

Mario estaba contento. El nuevo año había empezado una vez más en su vida. Una nueva oportunidad se desplegaba ante sus ojos. Era una delicia sentir las campanadas que anunciaban el final y el inicio de un año que abrazaba sus horas tranquilas.

Momentos de alegrías, delicias compartidas, historias que emocionaban y un perfume de buenas relaciones que siempre, en esas fechas, se desarrollaban de un modo especial y que todos agradecían como despedida del año. Eran unas fiestas encantadoras. 

Manos que se estrechaban, abrazos que se compartían, risas que alegraban las caras y comunicaciones preciosas rodeadas de una salsa con especial melodía de candor y de ojos felices en sus lugares altos como atalayas que compartían esas visiones que pocos veían. 

Mario quería, con todo ese bagaje en su corazón y en sus entrañas, entrar en el año nuevo con toda la fuerza de esa novedad que siempre le traía algo diferente en su vivir de cada día. Y leyendo esas ideas se quedo quieto, sereno, enfocado y centrado para escuchar con la profundidad de los nuevos descubrimientos. 

“Aprender significar cambiar. La salvación no intenta valerse de medios que todavía sean tan ajenos a tu modo de pensar que no te sirvan de nada, ni tampoco es su intención producir cambios que tú no puedas reconocer”. 

“Mientras perdure la percepción habrá necesidad de conceptos, y la tarea de la salvación es cambiarlos. De acuerdo con los conceptos del mundo, los culpables son “malos” y los inocentes “buenos””. 

“Y no hay nadie aquí que no tenga un concepto de sí mismo que cuenta con lo “bueno” para que le perdone lo “malo”. No puede tampoco confiar en el aspecto “bueno” de nadie, pues cree que el “malo” anda ahí por el acecho”. 

“Este concepto hace hincapié en la traición, de modo que resulta imposible tener confianza. Nada de esto puede cambiar mientras percibas lo “malo” en ti”. 

Mario se quedó inicialmente sin palabras. Todas las personas cometían equivocaciones y tenían errores en su proceso de aprendizaje. ¿Cómo encajar esa nueva idea? ¿Dónde estaba la salida a este callejón sin salida? Se centró en el proceso de enseñanza que como profesor aplicaba cada día. 

Trataba con todo esmero de ayudar a centrar las ideas correctas para que sus alumnos comprendieran con claridad cada concepto. Nunca se le ocurriría decir que no lo aprendían porque eran “malos”. Esos conceptos estaban lejos del ambiente del aula. 

Una equivocación, un error se podía corregir. Una equivocación, un error no nos hacía “malos”. Nos decían que estábamos caminando por nuestra senda del aprendizaje. Superar esos errores nos daba una alegría inmensa. 

La última frase del texto se deslizaba; “Nada de esto puede cambiar mientras percibas lo “malo” en ti”. Mario vio que se había utilizado una palabra incorrecta. Se había confundido error por “malo”. Podemos percibir errores en nosotros, pero en nosotros no se podía encontrar lo “malo”.