jueves, diciembre 28

MEDITACIÓN DE FIN DE AÑO

Luis estaba terminando el año. En los días finales tenía unos tiempos para meditar y reflexionar sobre la marcha del año. Un dejar constancia de todo aquello que le había cambiado y que le había supuesto un descubrimiento en su vida. Después de todo, conocerse a uno mismo era lo más difícil en la vida. 

Valoraba muchos momentos como transformadores en su forma de pensar. Ellos lo acercaban un poco más a las palabras de metamorfosis que Jesús había utilizado para animar a las personas a sacar las maravillas que tenían en su interior. Esos descubrimientos le daban mucha esperanza, mucha ilusión y mucha energía renovada. 

Un punto crucial en ese proceso estaba relacionado con sus juicios, sus condenaciones y sus valoraciones personales. Había descubierto que no podía juzgar a nadie por completo desconocimiento. A la única persona que podía juzgar era así mismo. 

Veía el mundo tal cual se veía a sí mismo. Un punto crucial que le había dejado impactado en ese año que se estaba terminando.

“¿Eres invulnerable? Entonces el mundo te parece un lugar inofensivo. ¿Perdonas? Entonces el mundo es misericordioso, pues le has perdonado sus ofensas, de modo que te contempla tal como lo contemplas a él”. 

“¿Eres un cuerpo? Entonces ves en cada hermano un traidor, listo para matar. ¿Eres espíritu, inmortal y sin la más mínima posibilidad de corrupción ni mancha de pecado sobre ti?”. 

“Entonces ves estabilidad en el mundo, pues ahora es absolutamente digno de toda tu confianza: un lugar feliz en donde descansar por un tiempo, en donde no hay nada que temer, sino sólo amar”. 

“¿Le negarían los puros de corazón la bienvenida a alguien? ¿Y qué podría herir a los que son verdaderamente inocentes?”. 

Luis había dado un giro sustancial a su visión de los demás. Captaba la mejor virtud en cada persona. Se regocijaba con las buenas actitudes y reflexionaba las actitudes adversas que le hablaban de falta de amor. 

Un pensamiento de comprensión siempre salía de su interior. Y, cuando le era posible, compartía esa idea con sus amigos y con sus conocidos. Basta ya de pensamientos erróneos, condenatorios y negativos sobre los demás. Eran pensamientos sobre él mismo. Nunca lo podían ser sobre los demás. 

Nadie conocía todas las circunstancias por las que pasaba una persona humana. Por ello, juzgarla y condenarla era la mayor injusticia del ser humano hacia otro ser humano y hacia sí mismo. 

Ese aprendizaje se lo llevaba con él al finalizar el año. 2017 le había traído una rica cosecha de pensamientos transformadores de metamorfosis. Y se sentía feliz, muy feliz.

viernes, diciembre 22

PUERTAS SIN CULPABILIDAD

Enrique estaba absorto en sus ideas y en la mirada perdida a lo lejos. Su alma inquieta buscaba, siempre, nuevos caminos por donde la superación pudiera caminar y encontrar nuevas salidas y nuevas comprensiones en su experiencia diaria. 

Sentía en su interior una luz que se le encendía de vez en cuando y le hacía vibrar con especial entusiasmo. Cada logro era una alegría. Cada nuevo camino encontrado era un banquete interior en su alma. Era muy agradecido y le motivaba para ir buscando nuevas visiones en su vida. 

Se dejaba invadir por aquellas palabras de aquel párrafo que se extendía ante él. En esos momentos nocturnos de silencio donde toda la actividad había disminuido y los ruidos de la naturaleza se hacían audibles para el oído humano. La paz caía serenamente en sus ojos y en su corazón. 

“La salvación es un deshacer. Si eliges ver el cuerpo, ves un mundo de separación, de cosas inconexas y de sucesos que no tienen sentido. Alguien aparece y luego desaparece al morir”. 

“Otro es condenado al sufrimiento y a la pérdida. Y nadie es exactamente como era un instante antes ni será el mismo un instante después. ¿Qué confianza se puede tener ahí donde se percibe tanto cambio?”. 

“¿Y qué valía puede tener quien no es más que polvo? La salvación es el proceso que deshace todo esto. Pues la realidad es la que ven aquellos cuyos ojos la salvación ha liberado de tener que contemplar el costo que supone conservar la culpabilidad, ya que en lugar de ello eligieron abandonarla”. 

“La salvación no te pide que contemples el espíritu y no percibas el cuerpo. Simplemente te pide que esa sea tu elección. Pues puedes ver el cuerpo sin ayuda, pero no sabes cómo contemplar otro mundo aparte de él”. 

“Tu mundo es lo que la salvación habrá de deshacer, permitiéndote así ver otro que tus ojos jamás habrían podido encontrar”. 

“Sólo la arrogancia podría hacerte pensar que tienes que allanar el camino que conduce al Cielo. Se te han proporcionado los medios para que puedas ver el mundo que reemplazará al que tú inventaste”. 

“¡Hágase tu voluntad! Esto es verdad para siempre tanto en el Cielo como en la tierra, independientemente de dónde creas estar o de lo que creas que la verdad acerca de ti mismo debe realmente ser”. 

Enrique se quedaba asombrado por la hermosa puerta que se abría ante sus ojos, ante su alma, ante su superación personal. Sin arrogancia, sin aferrarse a nuestro mundo, sin hostilidad, nuestro tesoro interior iba saliendo e iba contactando con todas aquellas ideas que lo hacían vibrar. 

Momentos intensos en aquellos instantes de paz y de descubrimiento. La noche le había traído un hermoso mensaje. Sus ojos se habían deleitado en ese espíritu hermoso que podría abrirse a nuevos mundos. Su mundo podría ser cambiado, mejorado, superado y transformado. 

Sus ojos abiertos al infinito se quedaban absortos en las estrellas donde la vida tomaba otro rumbo y otro color de eternidad.

martes, diciembre 19

ELEGIMOS NUESTRA VISIÓN

Carlos se había enfrentado a la elección entre carne y espíritu referido al ser humano. Se había dado cuenta de que si definíamos a los demás por el cuerpo se podían constatar un gran número de diferencias entre los seres humanos. Recordaba en sus adentros la preocupación de un muchacho turco respecto al aspecto. 

Los dos estaban en una universidad de Londres. Los dos estaban estudiando inglés. Carlos consideraba a aquel muchacho con mucha naturalidad y con la misma deferencia que a sus compañeros nacionales. Sin embargo, el muchacho turco le repetía que tenía la misma apariencia que Carlos. 

Constató la preocupación de aquel muchacho de darle una importancia vital al cuerpo. Necesitaba sentirse europeo. Los cuerpos tienen infinidad de diferencias incluso dentro de la misma familia biológica. Subrayar unas diferencias en detrimento de otras no tenía ningún sentido. El cuerpo nos hacía diferentes. Pero el espíritu nos hacía iguales. 

El espíritu no se veía, pero se sentía. El espíritu no tenía forma, tenía contenido. La carne tenía como futuro la muerte, la descomposición y el polvo. El espíritu era eterno. A pesar de tenerlo claro, Carlos pensaba en la propuesta que le hacían aquellas ideas escritas. 

“O bien ves la carne o bien reconoces el espíritu. En esto no hay términos medios. Si uno de ellos es real, el otro no puede ser sino falso, pues lo que es real niega su opuesto”. 

“La visión no ofrece otra opción que esta. Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad. De esta elección depende todo tu mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o espíritu”. 

Si eliges ser carne, jamás podrás escaparte del cuerpo al verlo como tu realidad, pues tu decisión reflejará que eso es lo que quieres. Pero si eliges el espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar tus ojos y bendecir tu santa visión a fin de que no veas más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir”. 

Carlos se daba cuenta de que había elegido el espíritu. Por ello, la preocupación de aquel muchacho turco le hizo pensar y reflexionar sobre algo que no estaba en su mente. 

La relación de Carlos con aquel muchacho turco era natural, sencilla, amistosa, agradable y respetuosa. Nunca se había planteado si tenían diferencias corporales a la vista. La continua repetición del muchacho turco de dejar de manifiesto que eran similares en la apariencia le dejaba sin palabras. 

Para Carlos, aquel muchacho turco era como su hermano. Mismo espíritu, mismo aprendizaje, mismo fondo de amor, misma relación de admiración y respeto. Misma procedencia como Hijo de Dios. Misma comunicación.

jueves, diciembre 14

EL PROBLEMA DE LA CULPA

Sebas se quedaba pensando ante aquella idea que se desplegaba ante sus ojos. La idea expresaba que cuando la mente contenía un conflicto serio que no podía soportar lo somatizaba y se lo pasaba al cuerpo. Entonces, el cuerpo expresaba con los fallos orgánicos oportunos ese conflicto insoportable.

Había escuchado que el cuerpo no enfermaba. La que enfermaba realmente era la mente. Y la mente hacía enfermar al cuerpo. Sebas iba viendo que la vida emocional era mucho más importante de lo que se imaginaba. La felicidad hacía funcionar al cuerpo con toda libertad. 

Los disgustos, las reacciones fuertes en contra de adversidades, ponían presiones insoportables sobre la mente que, en ocasiones, se expresaban por el cuerpo. Ahora entendía mucho mejor la idea de que una enfermedad corporal era un aviso de que algo no funcionaba bien en la mente. 

Se debía curar la enfermedad del cuerpo y la presión de la mente que la había provocado. Por ello, el problema de la culpa ejercía una función muy dañina en la mente y en el cuerpo. “¿Por qué iban a ser sus pecados pecados, a no ser que creyeses que esos mismos pecados no se te podrían perdonar a ti?”. 

“Cómo iba a ser que sus pecados fuesen reales, a no ser que creyeses que constituyen tu realidad? ¿Y, por qué los atacas por todas partes, si no fuese porque te odias a ti mismo? ¿Eres acaso tú un pecado?”. 

“Contestas afirmativamente cada vez que atacas, pues mediante el ataque afirmas que eres culpable y que tienes que infligirle a otro lo que tú mereces. ¿Y qué puedes merecer sino lo que eres? Si no creyeses que mereces ataque, jamás se te ocurriría atacar a nadie”. 

“¿Por qué habrías de hacerlo? ¿Qué sacarías con ello? ¿Y de qué manera podría beneficiarte el asesinato?”. 

Sebas pensaba en una experiencia como profesor que tuvo con un alumno en clase. Era un muchacho de 14 años. Una excelente persona. Una tarde, al empezar la clase, empezó a dar golpes en el suelo. Todos los compañeros se sorprendieron. 

No era fácil disponer de la atención de los alumnos con aquellos golpes. Sebas le invitó a que se calmara. Sin embargo, diez minutos después empezó a dar otra vez golpes en el suelo con sus pies. Sabiendo que algo le pasaba a aquel muchacho, le invitó a salir de clase y le dijo que fuera tan amable de esperarle al lado de la puerta al terminar la clase. 

Sebas terminó la clase y se llevó al muchacho a su despacho. La conversación se desarrolló de inmediato. El intenso problema del muchacho se manifestaba a través del cuerpo. Una realidad inaceptable para él se la acababan de comunicar sus padres. Se iban a separar. 

Una angustia demasiado fuerte para contenerla. El muchacho se sentía culpable. Creía que él era el motivo de la separación de sus padres. Unos abrazos, unos lloros en el despacho y una comprensión infinita pudieron devolverle al muchacho un poco del cariño que se le había escapado de su vida. 

La angustia y la culpa hacían su función. Destrozaban la paz y la serenidad de un excelente muchacho. Aquellos golpes en el suelo con sus pies era una petición de cariño y de comprensión que necesitaba aquel muchacho. Por ello, una mano amiga, comprensiva, ayudadora y acogedora podía decirle que estábamos con él en esos momentos desgarradores de su vida.

domingo, diciembre 10

UNA PARADOJA IMPENSABLE

Adolfo se quedaba un tanto perplejo ante aquella lectura. Desde pequeño había oído a las personas acusar a otras de actitudes equivocadas. Desde pequeño, él mismo lo había hecho imitando a los demás y a los sentimientos internos que esas acusaciones nos despertaban. 

De vez en cuando aparecían por las familias acusaciones que rompían los lazos de paz y de concordia. Esas experiencias, cuando tocaban a su familia, las sufría mucho. El corazón de Adolfo estaba hecho para las buenas relaciones. Admiraba mucho a su familia y quería que se llevaran bien entre todos. 

Ahora tenía que ir asimilando esas ideas que se grababan en su mente, en su corazón, en sus músculos y en sus retinas. Aceptaba y comprendía lo que explicaba aquel párrafo. Nadie le había dicho nada parecido en todos sus años. No había encontrado ninguna explicación. 

Ni en su familia, ni en la escuela, ni en la Universidad, ni los hombres cultos con los que había hablado. Era un tema totalmente nuevo y se quedaba quedo y pensativo ante aquella propuesta. Era una forma de conocernos a nosotros mismos. Y, ya era sabido, las personas son unas puras extrañas para ellas mismas. 

“Sólo los que se acusan a sí mismos pueden condenar. Antes de tomar una decisión de la que se han de derivar resultados tienes que aprender algo, y aprenderlo muy bien”. 

“Ello tiene que llegar a ser una respuesta tan típica para todo lo que hagas que acabe convirtiéndose en un hábito, de modo que sea tu primera reacción ante toda tentación o suceso que ocurra”. 

“Aprende esto, y apréndelo bien, pues con ello la demora en experimentar felicidad se acorta por un tramo de tiempo que ni siquiera puedes concebir: nunca odias a tu hermano por sus pecados, sino únicamente por los tuyos”. 

“Sea cual sea la forma que sus pecados parezcan adoptar, lo único que hacen es nublar el hecho de que crees que son tus propios pecados y, por lo tanto, que el “ataque” es su justo merecido”. 

Adolfo recordaba ocasiones donde en ciertos hechos realizados por sus amigos no encontraba en ellos ningún motivo de condenación. Trataba de animarlos y darles toda su paz. 

Pero había otros hechos en los que se encontraba violento con ellos y los condenaba en lo más íntimo de su ser. Padecía con ellos. Ahora, al leer el párrafo, comprendía que no los condenaba por sus faltas, los condenaba porque eran parte de sus pecados interiores. 

Se veía reflejado y los condenaba. Entendía ahora que cuando no encontraba motivo de condenación era porque en su interior esos pecados no existían en él, y por ello no los proyectaba. 

Toda una reflexión que le llegaba muy hondo. Toda una reflexión que le hacía pensar, meditar y descubrir lo que de verdad había en su corazón. Era un buen método para conocerse a uno mismo. Si condenaba, era porque se condenaba a sí mismo. Estaba claro.

miércoles, diciembre 6

NI LÍDER NI SEGUIDOR

Rafa se sorprendía con las nuevas que estaba leyendo. La relación con las otras personas siempre las había definido como naturales y agradables entre seres iguales. Sin embargo, veía que la nueva visión que estaba aprendiendo no dejaba de tener sus especificidades. 

Las dos palabras nuevas que había aprendido eran: líder y seguidor. Se extrañaba un tanto de que las personas se sentían incómodas cuando esperaban de alguien que se comportara como su líder y no lo hacía. En otros momentos, esperaba que se comportara como seguidor y no se ajustaba a sus expectativas. 

Una frustración que se daba no en la realidad sino en sus propios pensamientos. En sus ideas le había dado la idea de líder a alguien y la idea de seguidor en otros momentos. Y si, en momentos precisos, no se comportaba como era su expectativa mental, se frustraba y se enfadaba consigo mismo. 

La idea era que los dos debían caminar juntos. “Para que esto suceda, bastará un solo instante que estés libre de tus viejas ideas acerca de quién es tu formidable compañero y de lo que él debe estar pidiendo. Y percibirás que su propósito es el mismo que el tuyo”.

“Él pide lo que tú deseas y necesita lo mismo que tú. Él pide y tú recibes, pues has venido con un solo propósito: poder aprender a amar a tu hermano con un amor fraternal. Y en cuanto que hermano tuyo, su Padre no puede ser sino el mismo que el tuyo”. 

“Unidos podéis recordar y aceptar vuestra herencia común. Solos, se os niega a ambos. ¿No está claro acaso que mientras sigas insistiendo en ser líder o seguidor pensarás que caminas solo, sin nadie a tu lado? Este es el camino que no conduce a ninguna parte”. 

“Pues no se te puede otorgar la luz mientras camines solo, y así, no puedes ver por donde vas. Esto produce confusión y una interminable sensación de duda, a medida que te tambaleas solo de un lado a otro en la oscuridad. Sin embargo, hay Alguien a tu lado que ilumina tu camino”. 

“Así puedes dar cada paso con certeza y sin ninguna duda con respecto a qué camino seguir. Tener los ojos vendados puede ciertamente cegarte, mas no puede hacer que el camino en sí sea oscuro. Y Aquel que viaja contigo tiene la luz”. 

Rafa se sentía feliz. Comprendía que debía caminar al lado del hermano. Ni delante, ni detrás, ni líder, ni seguidor. Eso era una clarificación muy estupenda. Nunca antes lo había pensado así. Al pensarlo por segunda vez, se descubría como seguidor de algunas personas él mismo. 

También ante otras se sentía líder. Esa actitud era corregida ante las ideas que acababa de leer. Caminar al lado del otro era la solución para olvidarse de ir por delante o ir por detrás. Todos los hermanos caminando unidos. Y en esa unión estaba la solución. 

“Unidos podéis recordar y aceptar vuestra herencia común. Solos, se os niega a ambos”.

sábado, diciembre 2

LO ETERNO EN NUESTRA VIDA NUNCA DEJA DE SER

Esteban escuchaba, sin darse cuenta, la conversación que su esposa tenía con la vecina. Estaba un poco distante. Sin embargo, le atrajo la atención de la descripción de aquella señora de 80 años recordando sus días de Navidad cuando era pequeña. 

A pesar de la edad avanzada, latía en ese corazón la actitud de su padre delante del hallar de la casa. Allí encendía un buen fuego. Con ese calor asaba castañas y boniatos para comer en el momento. Todos se unían alrededor del fuego. Cantaban y contaban historias que los unían llenos de encanto y de felicidad. 

Los años pasaban, pero los recuerdos grabados en el corazón del amor eran imborrables. Eran como un recordatorio de que las personas éramos principalmente amor y cualquier detalle que subrayara esa experiencia quedaba de forma indeleble en nuestro propio corazón. 

Esteban pudo visualizar la imagen de aquella persona mayor. No pudo desviar su atención. Algo había sintonizado en su interior con el recuerdo hermoso de aquella persona que compartía con su esposa. Había algo en el interior que las personas maduras no podían olvidar. 

Por ello, entendía muy bien las palabras de las siguientes ideas: “¿Qué es la tentación, sino el deseo de tomar una decisión errónea con respecto a lo que quieres aprender, y obtener un resultado que no deseas?”

“El reconocimiento de que ese es un estado mental indeseable se convierte en el medio por el que se vuelve a examinar la elección, viéndose entonces que hay otro resultado más deseable”. 

“Te engañas a ti mismo si crees que lo que quieres son desastres, desunión y dolor. No prestes oídos a esa llamada. Escucha más bien la llamada subyacente, que te exhorta a que seas feliz y a que estés en paz”. 

“Y el mundo entero te brindará paz y felicidad. Pues a lo que oigas es a lo que responderás. Y ¡oh maravilla! Tu respuesta será la prueba de lo que has aprendido, y su resultado, el mundo que contemplarás”. 

Esteban veía que aquella vecina había escogido esos momentos de unión y de cariño. Los compartía con su esposa. Y, desde la corta distancia, también Esteban vibraba con esos hermosos sentimientos de castañas asadas, de calor y de cantos. 

La unión era nuestra senda natural. La vibración era compartida por la vecina, por su esposa y por él. Una vez más descubría que el corazón estaba hecho de cariño, de apoyo y de fusión entre todos.