martes, julio 23

VALORAMOS LO QUE RECIBIMOS


Mateo se daba cuenta de que cuando valoraba de una forma intensa alguna idea, alguna cosa, algún elemento, se entregaba para ofrecer todo lo que podía para obtener ese bien tan preciado. Toda su vida se fijaba en ese intercambio. Daba para obtener algo que valoraba mucho. 

El caso contrario, también se daba. Cuando no se valoraba, todo era un sacrificio insoportable que se debía llevar a cabo si las normas lo decían, si la buena educación lo sugería y si las tendencias en nuestro hogar así nos lo habían enseñado. Eran esas cosas por las que se debía pasar sin quererlas mucho. 

Toda nuestra vida era una especie de valoración que nos iba dando nuestra personal visión de quiénes éramos personalmente nosotros. Así se iba formando nuestro carácter, nuestras ideas, nuestros logros y nuestros esfuerzos para alcanzar aquello deseado. 

“Nunca te olvides, por consiguientes, de que eres tú el que determina el valor de lo que recibes, y el que fija el precio de acuerdo con lo que das. Creer que es posible obtener mucho a cambio de poco es creer que puedes regatear con Dios”. 

“Las leyes de Dios son siempre justas y perfectamente consistentes. Al dar, recibes. Pero recibir es aceptar, no tratar de obtener algo. Es imposible no tener, pero es posible que sepas que no tienes”. 

“Estar dispuesto a dar es reconocer que tienes, y sólo estando dispuesto a dar puedes reconocer lo que tienes. Lo que das, por lo tanto, equivale al valor que le has adjudicado a lo que tienes, al ser la medida exacta del valor que le adjudicas”. 

“Y esto, a la vez, es la medida de cuánto lo deseas”. 

Mateo reconocía que si se daba era porque se tenía claro que se tenía. Pero aquellos que consideraban que no tenían, aunque fuera totalmente incierto, nunca podrían descubrir lo que realmente poseían. 

Su mente quedaba en suspenso. Cuando en muchas ocasiones había decidido que no tenía, había aceptado la idea de la falsedad. Todos teníamos, realmente, muchos dones que se podían compartir con los demás. 

Así que dar era la prueba innegable de que se compartía lo que se tenía y ello nos hacía conscientes de las riquezas que Dios había depositado en nosotros.

domingo, julio 21

NO SE PUEDE SEPARAR LO QUE ESTÁ UNIDO


Guille siempre había tenido una intuición en su corazón que no se correspondía con los conceptos que se le habían enseñado acerca de Dios. Para Guille, Dios no era un ser que estaba apartado de la especie humana, que estaba residiendo en palacios celestiales y que estaba ajeno a su propia familia. 

Dios y Sus Hijos eran un mismo y único concepto. Dios estaba en el interior de cada ser humano. Dios no era un juez que iba juzgar a Sus Hijos por haberse comportado mal con otros de Sus Hijos. Eso sería un contrasentido. El objetivo de un padre era ver unidos a sus hijos y gozarse con ellos. 

Algunos le decían a Guille que esa idea era un concepto muy hermoso, pero que no era cierto. El llamado Creador del universo tenía un puesto especial en las estrellas lejanas. Sin embargo, Guille seguía pensando que el único lugar para morar Dios estaba en los corazones de Sus Hijos. 

“Cree en tus hermanos porque yo creo en ti, y aprenderás que está justificado que yo crea en ti. Cree en mí creyendo en ellos, en virtud de lo que Dios les dio. Te contestarán si aprendes a preguntarles solamente la verdad”. 

“No pidas bendiciones sin bendecirlos, pues sólo de esta manera puedes aprender cuán bendito eres. Al seguir este camino estarás buscando la verdad en ti”. 

“Esto no es ir más allá de ti mismo, sino hacia ti mismo. Oye únicamente la Respuesta de Dios en Sus Hijos, y se te habrá contestado”. 

Guille se reafirmaba en sus intuiciones porque iban en la misma dirección que las propuestas divinas. Dios hablaba a través de Sus Hijos porque Dios y Sus Hijos era una unidad indivisible. 

Guille estaba pensando en bloquear en su teléfono a una persona que era desagradecida, según él, falta de sensibilidad y con falta de cierto respeto. Cogió el teléfono y cuando estaba a punto de realizar el bloqueo, una idea surgió en su mente y cambió de idea. 

Dios nunca nos bloqueaba el contacto que teníamos con él. Guille pensó que no podía bloquear a una persona que era uno de los Hijos de Dios porque podía ocurrir alguna ocasión donde el contacto podría ser utilizado. Así aprendía, de una forma práctica, que Dios y Sus Hijos eran la mismo.

viernes, julio 12

NO PUEDES ORAR SÓLO POR TI

Benito sintió un alivio muy grande cuando en su veintena de años escuchó una definición que le llegó al corazón. “Orar es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo”. Esa idea le rompió muchas ideas de miedo, de lejanía, de impotencia ante la bondad infinita. Le dio mucha paz. 

Eso implicaba que Dios tenía, entonces, muchos amigos. Todas las gentes que captaban esa esencia le abrían a Dios el corazón como a un amigo. Y, como los buenos amigos, Dios no era patrimonio de nadie. Todos los amigos tenían la misma facilidad de llegar hasta su presencia y hasta sus oídos. 

A Benito le allanó el camino para llegar hasta Dios. No era necesario ir a Dios a través de ningún intermediario. A nadie le dio la jerarquía de representarlo. Los buenos amigos que tenían una relación preciosa con Él se constituían como amigos del Amigo. 

“No puedes rezar sólo para ti, de la misma manera en que no puedes encontrar dicha sólo para ti. La oración es la reafirmación de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios”. 

“En tu hermano reside tu salvación. El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta. No puede oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo”. 

“Y Su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres. No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extiendas. No tendrás confianza en la dirección que ofrece el Espíritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros”. 

Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti. ¿Habría acaso creado Dios una Voz que fuese sólo para ti? ¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios?”. 

“Oye de tu hermano lo que quisieras que Yo oyese de ti, pues tú no querrías que yo fuese engañado”. 

La relación le iba quedando clara a Benito. Esa Voz de nuestro amigo divino era la misma para todos. Para todos tenía el mismo mensaje. Por ello, debíamos escuchar esa Voz por la boca de nuestros amigos, de nuestros hermanos. 

Aceptaba que con el mismo interés que tratábamos a nuestros amigos tratábamos a nuestro padre celestial. Dios recibía lo que realmente éramos a través de nuestros hermanos. Todos los hermanos éramos una unidad. Y en esa unidad se manifestaba la Voz divina.

jueves, julio 4

ESCUCHAMOS LO QUE DECIDIMOS ESCUCHAR


Samuel se quedaba sorprendido de que nosotros mismos pudiéramos restringir el mensaje de los demás. Había aprendido que aquellos mensajes que no deseaba escuchar se los transmitía de forma inconsciente a los otros. Por ello, las personas lo captaban y no tocaban esos temas. 

También había aprendido que aquellos temas que le gustaban no les caían bien a ciertas personas y por mucho que se esforzara, esos temas nunca los tocaban. Todos habíamos puesto una serie de limitaciones y restricciones a la comunicación de los demás. 

Por ello, algunos llenaban y desarrollaban la amistad cuando tenían temas comunes que les gustaban a ambos y con ellos, podían entenderse en ese campo. Fuera de ese campo se respetaban y cada uno buscaba, por otro lado, la posibilidad de compartir partes de su ser. 

“El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. ¿Qué te está diciendo? ¿Qué desearías que te dijese? Lo que hayas decidido acerca de tu hermano determina el mensaje que recibes”. 

“Recuerda que el Espíritu Santo mora en él, y Su voz te habla a través de él. Mas ¿le escuchas? Es posible que tu hermano no sepa quién es, pero en su mente hay una luz que sí lo sabe”. 

“El resplandor de esta luz puede llegar hasta tu mente, infundiendo verdad a sus palabras y haciendo posible el que las puedas oír. Sus palabras son la respuesta que el Espíritu Santo te da a ti”. 

“¿Es la fe que tienes en tu hermano lo suficientemente grande como para permitirte oír dicha respuesta?”. 

Samuel concluía que la forma en que había pensado que Dios o el Espíritu Santo le hablara no coincidía con lo que estaba leyendo. Se pensaba que el Espíritu Santo era autónomo y nos podía hablar. 

Sin embargo, el Espíritu Santo siempre nos hablaba a través de la relación y el diálogo que teníamos con un hermano. Si no confiábamos en que un hermano fuera el medio a través del cual el Espíritu Santo nos hablara, la comunicación sería imposible. 

Samuel veía con claridad que esa comunicación dependía de nosotros y de nuestras actitudes y decisiones.