jueves, agosto 31

NUESTRA IMAGEN INTERIOR

A Pablo le impactaba observar esa tendencia que había dentro del ser humano de la imitación. Al poder identificarla en los demás, admitía que también estaba dentro de él. La imitación era un camino para orientarnos, alegrarnos, divertirnos y sentirnos identificados con un ideal. La energía que se creaba en la conjunción de pensamientos era extraordinaria. 

Se abandonaba la soledad. Se abandonaba el camino desierto y aislado. Era como un faro en el camino que le ayudaba a tomar sus decisiones y sentirse completo en cierta manera. Sin embargo, veía algunas lagunas en ese proceso de imitación, si no se hacía desde la consciencia. 

Recordaba con claridad cierta experiencia que tuvo cuando era joven. Tenía sobre los doce años. Asistía a un partido de fútbol con su padre. Participaba con los amigos de su padre de los lances del partido. Entusiasmos y pesares que sacaban las expresiones de contrariedad y de alegría al mismo tiempo según las incidencias. 

En uno de los momentos, donde la contrariedad surgió, todas las personas alrededor de él se pusieron a saltar y a corear el nombre de un árbitro que tuvo una mala experiencia en ese campo. Algunos aficionados se apostaron en un lugar para mostrarle, de mala manera, su disgusto por su mal arbitraje. 

Ese hecho quedó como leyenda y como grito de guerra para los árbitros cuando no eran justos con sus decisiones. Pablo no sabía entonces la historia de ese árbitro. Pero, al ser imitador, como todos los demás, se puso a saltar y a gritar el mismo nombre como todos. 

De pronto, un señor a su lado se dirigió a él y le preguntó por qué coreaba ese nombre. Le preguntó si sabía lo que significaba. La pregunta dejó sin respuesta a Pablo. Era un rayo de luz que indicaba que muchos de los comportamientos que se tenían eran puros reflejos del que tenían los demás. No había consciencia, ni pensamiento, ni reflexión, ni raciocinio. 

Sólo imperaba la emoción. Una emoción que se desbordaba por el equipo de fútbol local. Lo demás quedaba en segundo término. Se sintió, Pablo, tan interpelado y tan consciente de aquella pregunta que le dejó una marca indeleble. Se podía imitar, pero en adelante, antes lo pensaría muy bien y lo pasaría por su consciencia. 

Pablo también descubrió el poder de contagio de la energía de las personas que le rodeaban y junto a la cualidad de la imitación, el cóctel estaba servido para apoyar cualquier decisión por justa o por injusta que fuera. Entendía que no éramos del todo libres cuando estábamos en el grupo. 

En momentos de paz y de serenidad, la imagen personal estaba clara en nuestro interior. Esa imagen debía ser nuestro objetivo. “La función del Espíritu Santo es tomar la imagen fragmentada del Hijo de Dios y poner cada fragmento nuevamente en su lugar”. 

“Él muestra esta santa imagen, completamente sanada, a cada fragmento separado que piensa que en sí es una imagen completa. A cada uno de ellos Él le ofrece su Identidad, que la imagen en su totalidad representa, en vez de la fragmentada y diminuta porción que él insistía que era él mismo”. 

“Mas cuando él vea esta imagen, se reconocerá a sí mismo. Si tú no compartes con tu hermano su sueño de maldad, ésa es la imagen con la que el milagro llenará la diminuta brecha, la cual quedará así libre de todas las semillas de enfermedad y de pecado”. 

“Y ahí el Padre recibirá a Su Hijo porque Su Hijo ha sido misericordioso consigo mismo”. 

Pablo sabía que la imagen que debía seguir estaba dentro de él. Sabía que le hacía latir, ilusionar, admirar y sentirse pleno. Una imagen que no tenía nada que ver con los objetos externos. Se podía uno vestir de la manera adecuada. Podía ser diferente a los demás. 

Pero llevaba un sello extraordinario. Era una imagen de Unidad. Una Unidad que captaba en él y en los demás. Una unidad que vivía en cada corazón y en cada cuerpo. Una unidad que no se resistía a sentir que la separación de los cuerpos era lo determinante. 

La imagen de la unidad de mentes en todos los humanos se dibujaba en el horizonte de su vida, se destacaba en el cielo de sus ilusiones, se vivía con toda la fuerza en las energía vibrantes y verdaderas. Una imagen iba creciendo dentro de él y su fuerza no se extinguía en su expansión. ¡Bendita y hermosa común unión”.

SALIR DEL SUEÑO

miércoles, agosto 30

LOS SUEÑOS NOS DISTORSIONAN

Juan se sonreía en su interior al escuchar aquellos consejos que le estaban dando unos vendedores de libros. Eran jóvenes de unos 22 años que trataban de llevar libros de formación a muchas familias. Abordar a la gente no era nada sencillo y, en ocasiones, eran osados e iban a los ejecutivos de algunas empresas. 

Unos decían que ellos nunca se atreverían a tanto. Los jóvenes indicaban que cuando se encontraban delante de esos ejecutivos, la primera emoción, pensamiento, y automatismo, que surgía, en ellos, era el miedo, el temor, el excesivo respeto y el sentimiento de ser como una hormiguita frente a ese señor. 

Bueno, ya se sabía que los sueños siempre magnificaban las situaciones. El miedo era el gran distorsionador de la situación. Durante el sueño de una noche, en muchas ocasiones, el pánico era tal que se debía uno despertar. Imaginad, continuaban explicando, que esa presencia frente al ejecutivo era un sueño. Y por tanto, como todos los sueños magnificantes. 

Así no era posible vender ningún libro formativo. Era una imposibilidad. Su mera presencia nos aplastaba. En cambio, había que salirse del sueño. Esos ejecutivos eran personas normales. Se levantaban cada mañana como nosotros y se aseaban como nosotros y tenían sus necesidades fisiológicas como nosotros. 

Al imaginar a esos ejecutivos en sus funciones fisiológicas normales, el sueño desaparecía en su magnificencia y la naturalidad del ser se presentaba con toda su naturalidad. Al mirarlos y ver en ellos personas normales, no extraterrestres ni máquinas de guerra, se les podía hablar, hacer pensar, crear inquietudes y tocar alguna fibra con buen sentimiento que anidara en su interior. 

El sueño de la desigualdad debía desaparecer. La realidad de un ser con las mismas necesidades que nosotros nos igualaba y nos hermanaba. Esos pensamientos eran clave para poder compartir una charla natural, amena, agradable y de acercamiento. 

Juan veía que era una buena técnica. No dejarse llevar por el sueño. No dejarse llevar por el miedo. No dejarse llevar por la exageración de la situación. En ocasiones se podría contactar con esas personas. En otras ocasiones, seria imposible. Pero eso era la libertad que todo ser tenía. 

No se basaba en el miedo ni en el sentimiento de inutilidad ante esa mole imaginada del sueño. Juan comprendía mucho mejor los conceptos que se deslizaban en esas líneas. “Entre vuestras mentes, sin embargo, no hay ninguna brecha”. 

“Unirte a sus sueños significa que no te unes a él, pues sus sueños lo separan de ti. Libéralo, por lo tanto, proclamando sencillamente tu hermandad con él y no con sus sueños de miedo”. 

“Ayúdale a que reconozca quién es, negándote a apoyar sus ilusiones con tu fe y con tu confianza, pues si lo haces, no podrás sino tener fe y confianza en las tuyas. Y al tener fe y confianza en las tuyas, él no podrá liberarse y tú te quedarás atrapado en sus sueños”. 

“Y sueños de terror vendrán a rondar la diminuta brecha, la cual está poblada únicamente por las ilusiones que habéis apoyado en la mente del otro”. 

Juan respiraba con tranquilidad. Antes de conocer esas posiciones del sueño y de la naturalidad de cada uno, lo hacía por intuición. Muchas personas que, al inicio, aparecían como gigantes grotescos que intimidaban totalmente con su mirada y el porte de su cara, acababan abriendo su corazón. 

Juan recordaba una conversación muy agradable que tuvo con uno de ellos. Después de una conversación de esas que no suelen florecer en la vida, le abrió su corazón. Ante los principios que había compartido con él en el terreno de la enseñanza, de la formación, del trato con las personas, sus ojos se humedecieron y la emoción titiló en sus ojos. 

Le dijo a Juan: “Daría todo mi dinero que poseo por tener esos principios que me estás compartiendo. Es el ansia más grande de mi corazón”. Juan se quedó de piedra. Una vez más se decía, para sí mismo, que detrás de una fachada imponente distorsionada por el sueño, había un ser con una realidad natural y auténtica. 

Juan iba andando el camino. Los sueños distorsionaban todo. La comprensión, la mano tendida, la cara comunicativa, las vibraciones unidas y un entendimiento conjunto mutuo, hacían maravillas en el corazón humano.

LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON

martes, agosto 29

SOMOS NUESTRAS MENTE, NO NUESTROS SUEÑOS

Estela estaba teniendo una idea que le podría hacer entender muchas cosas que hasta entonces le eran muy difícil de manejar. Sus emociones se veían impulsadas por ella. Veía una diferencia entre “mente” y “sueño”. Los “sueños” personales de cada persona no la definían. 

Y, en sus relaciones con ellos, Estela siempre había chocado con esa idea de que cada persona era el fruto de sus sueños. Sus sueños la definían y sus sueños eran los elementos que bien acercaban o bien rechazaban a las demás personas. 

Desde el “sueño” es imposible unir a las personas. Desde el “sueño” era una imposibilidad caminar unidos. Los “sueños” muchas veces te los ofrecían el entorno donde vivías. Sin darse cuenta esos sueños entraban en nuestra vida, en nuestra mente y se producía una confusión total entre “mente” y “sueño”. 

Por el simple hecho de nacer, ningún niño nacía con un sueño previo. Era irrelevante el lugar donde apareciera con su cuerpo físico. Todos los bebés eran hermosos, maravillosos, bienvenidos y bellos para los padres y los familiares. Era, por lo general, una alegría que llenaba los pulmones y los corazones de todos. 

Después, al hacerse grandes, esa mente, que en su inicio era igual para todos los bebés, producía sueños. Esos sueños nos hacían ser diferentes y vivir la vida y las emociones de forma peculiar. Pero, por encima de los sueños, estaba “la mente” que nos unía y nos hermanaba a los unos con los otros. 

La “mente” era la misma para todos. Los “sueños” podían ser distintos basados en el entorno y en nuestras decisiones personales. Así la diferencia no existía en el terreno de la mente. La diferencia existía en el terreno de los sueños. Unos querían ser nacionalistas en sus sueños. Otros querían vivir la independencia en sus sueños. 

Otros soñaban con la solidaridad y la unión de todos los humanos. Otros soñaban que eran superiores a otros. Puros sueños que no tenían una realidad sostenida. De la misma manera que despertábamos por la mañana y olvidábamos nuestros sueños de la noche, los puros sueños se deshacían porque no tenían sustancia en sí mismos. 

Eran locuras de la mente. Las personas creían que se identificaban con sus propios sueños. Pero era un craso error. Todos por la mañana hacían clara la diferencia entre ellos mismos y su sueño de la noche. Eran dos partes distintas. La “mente” soñaba sueños que el día entendía que no tenían más trascendencia en la vida de vigilia. 

Así que los “sueños”, “sueños” son. “Al igual que tú, tu hermano cree que él es un sueño. No compartas con él su ilusión, acerca de sí mismo, pues tu identidad depende de su realidad. Piensa en él más bien como una mente en la que todavía persisten las ilusiones, pero con la que tienes una relación fraternal”. 

“Lo que él sueña no es lo que lo convierte en tu hermano, ni tampoco su cuerpo, el “héroe” del sueño, es tu hermano. Su realidad es lo que es tu hermano, de la misma manera en que tu realidad es lo que es hermano suyo”. 

“Tu mente y la suya están unidas en hermandad. Su cuerpo y sus sueños tan sólo aparentan abrir una diminuta brecha en la que tus sueños se han unido a los suyos”. 

Estela vibraba. Estaba contenta. No podía contenerse. Veía la unión de todos los humanos. La mente era la misma para cualquier persona. Los sueños eran distintos. Pero los sueños no nos unían. La “mente” era nuestra unión. Pensaba en aquel episodio de Jesús con el centurión.

La “mente” del centurión estaba preocupada por la salud de su siervo. El “sueño” del centurión era la conquista del mundo conocido. La “mente” de Jesús era la misma del centurión. Amaba a todas las personas y por ende a aquel siervo del centurión. El “sueño” de Jesús era la unión de las personas por tener la misma mente. 

Aquella diferencia de sueños podía haberlos apartado. Sin embargo, las mentes los unieron. El centurión, salvando todos los sueños, le intercedió por la salud de su siervo. Jesús, salvando todos los sueños, accedió a restaurar la salud del siervo de aquel extranjero, de aquel dominador de su pueblo. 

Así de sencilla era la unión de las “mentes”. Así de sencillo, las “mentes” superaban sus sueños y se encontraban en su propia sustancia.

CAMBIAR ES LIBERACIÓN

lunes, agosto 28

LIBERACIÓN DE NUESTROS PROPIOS FARDOS

Lucas iba liberándose poco a poco de las cargas que, durante mucho tiempo, con unas ideas equivocadas, se había echado sobre sus hombros. Una de las experiencias que más le había impactado era la vivida con uno de sus tíos maternos. 

A los doce años tuvo ocasión de conocerlo en la playa donde había ido de excursión el colegio donde estudiaba. Le dijo el lugar donde estarían y estuvo todo el tiempo tratando de encontrarlo. Por fin, hacia el mediodía, tuvo la ocasión de conocer a un señor con una cara de serio muy acusada. Era su tío. 

Trabajaba de policía nacional. Era mecanógrafo. Escribía con una rapidez endiablada. No era teclear una serie de palabras. Aquello parecía más bien una ametralladora lanzando teclas sobre el papel para dejar impresas las palabras que le habían pedido. 

Tuvo ocasión de conocerlo. Su primera decisión fue determinar que no volvería con sus compañeros en el autobús a casa. Decidió que se quedaría con ellos una temporada. Le pareció bien. Fue su decisión y su tía lo apoyó. Por entonces, iba conjeturando que su tío era un ordeno y mando muy destacado. 

Le enseñó la ciudad. Cuando trabajaba iba con su tía de compras. En el mercado, su tía le dijo que no le dijera al tío ciertas adquisiciones que hacía. Era mejor no comentarlo. Se veía que la disciplina era férrea. No se movía una mota de polvo en la casa sin conocimiento del tío. Todo un acaparador. 

Vivía en un décimo piso sin ascensor. Toda una caminata que debían recorrer cada día para subir hasta el piso que los cobijaba. Con el paso del tiempo, en una visita que les hizo, su tía le expresó que el tío había cambiado mucho. Ya no era el ogro controlador que había conocido sino una persona mucho más comprensiva. 

Ese cambio se le quedó muy dentro. Las personas cambiaban, se liberaban y dejaban cargas pesadas por el camino. Era mucho más ameno y agradable estar con aquella nueva persona en la que se había convertido. Lucas empezaba a comprenderlo un poco más. 

“Aceptar la Expiación o Liberación para ti mismo significa no prestar apoyo a los sueños de enfermedad y muerte de nadie. Significa que no compartes con ningún individuo su deseo de estar separado ni dejas que vuelque sus ilusiones contra sí mismo”. 

“Tampoco deseas que éstas se vuelquen contra ti. De este modo no tienen ningún efecto. Y te liberas de los sueños de dolor porque permites que él se libere de ellos. A menos que lo ayudes, sufrirás con él, ya que ese es tu deseo”. 

“Si no hay ayuda mutua cada uno es protagonista en el sueño del otro en forma de amenaza. De este modo, los dos os convertís en ilusiones sin ninguna identidad”. 

“Tú puedes ser cualquier persona o cualquier cosa amenazante según el sueño de maldad que compartas con otra persona. Pero de una cosa puedes estar seguro: estás en una senda equivocada de maldad, pues compartes sueños de miedo”. 

Lucas aceptaba interiormente esas afirmaciones que describían tan bien los diversos personajes en los que nos convertíamos cuando el miedo, el temor y la angustia nos sobrecogía. Éramos atemorizados y, a la vez, atemorizábamos a los demás. 

Toda esa idea de yo venzo, yo soy el que mando. A mí, se me respeta porque tengo el poder de decisión, sin darse cuenta de que no es la aceptación sino el miedo el elemento que lo dominaba. 

Miedo, miedo, miedo. Todo iba liberándose de sus espaldas a medida que iba comprendiendo el sendero de comprensión por el cual el miedo se disolvía. Liberación de nosotros mismos. Liberación de su tío controlador. Liberación de los enojos inadecuados que parecían que nos daban poder y no sé qué. 

La liberación se iba instalando en su interior.

VIVIENDO LA SABIDURÍA

domingo, agosto 27

EL AUTÉNTICO FESTÍN SOÑADO

Cani pensaba en una celebración grandiosa para celebrar la vuelta de su hijo que, en su juventud, había decidido marcharse de casa. Fue una experiencia dura aquella separación. La unión que lo vinculaba con él era fuerte, sentida y muy profunda. Sin embargo, tuvo que permitir su partida. 

La libertad de las personas tenía esas cosas que arrasaban las uniones y la fusiones que se habían dado en la experiencia. Lo notó en su período de gestación. Se centró mucho en su comunicación con él. Lo disfrutó en su crianza. Se fue haciendo grande sin darse cuenta. 

Cuando le dijo que se marchaba, de pronto, como un rayo fulminante, despertó del sueño de unión que había tejido junto a su vida. Tuvo que reconocer que ese sueño no era conjunto. Era solamente el suyo. No había estado atenta a las necesidades de su hijo, a sus aspiraciones, a sus tendencias.

Las había ignorado como una madre centrada en ella misma. Durante un tiempo le había ido bien. Pero se cruzaba una edad en la mente de los jóvenes donde los tenías que tener en cuenta. Empezaban, aunque no se quería, a tomar las riendas de su vida en sus propias manos. 

Su hijo las tomó con fuerza. Le fue dando avisos. Ella no lo tomó en cuenta. “Ideas que se irían disipando con el tiempo”, pensaba ella. Pero todos los sueños tenían su despertar. El suyo fue terrible, a pesar de las señales que le habían llegado previamente. 

Un embarazo temprano, una acusación total, una falta de entendimiento, unos gritos que se clavaron en las paredes de aquella habitación. Cani decidió no apoyar a su hijo. Decidió que pasara él solo aquel calvario. Su orgullo de madre herida y desplazada se impuso a la naturalidad de una experiencia muy repetida por la naturaleza. 

La idea de posesión pasaba por su cabeza como una dueña herida y menospreciada. No podía aceptar que ya no era la persona que dirigía la vida de su hijo. Otra mujer había entrado en la relación y, según ella, sin ningún derecho, se lo había arrebatado. 

Cani había meditado mucho sobre ese incidente. Leía y releía ideas sobre que los hijos no eran de los padres. Eran colaboraciones que se hacían con el Creador. Los hijos siempre tenían vida propia y vida independiente. Los padres, como el Creador, siempre estaban para echar una mano. 

En el caso de Cani, la mano esperada nunca se alargó para apoyar la experiencia de su hijo. El sufrimiento la había partido en dos. Su corazón luchaba entre los derechos adquiridos por madre biológica y los derechos de su hijo a ser libre. Un enfrentamiento atroz. 

El tiempo había hecho su trabajo. El tiempo le había dado oportunidad de meditar, reflexionar, leer, replantearse la situación. El dolor era tal que por fin admitió que no podía tener razón. La verdad no iba acompañada de dolor. Y la verdad brillaba en la paz de la unión. 

Y esa paz no estaba en ella. Estaba, más bien, en el terreno de la libertad de su hijo. Fue abandonando su actitud, sus ideas, sus prerrogativas y sus derechos. Se dio cuenta de que esos derechos la destrozaban a ella y la alejaban de su hijo. Seguía leyendo aquellas líneas: 

“No tengas miedo, hijo mío, sino deja más bien que los milagros iluminen dulcemente tu mundo. Y allí donde la diminuta brecha parecía interponerse entre tú y tu hermano, únete a él. Y de este modo, será evidente que la enfermedad no tiene causa”. 

“El sueño de curación reside en el perdón, que dulcemente te muestra que nunca pecaste. El milagro no dejará ningún vestigio de culpabilidad que pueda traerte testigos de lo que nunca fue”. 

“Y preparará en tu almacén un lugar de bienvenida para Tu Padre y tu Ser. La puerta está abierta para todos aquellos que no quieran seguir hambrientos y deseen gozar del festín de abundancia que allí se les ha preparado para entrar”. 

“Y éstos se reunirán con tus Invitados a quienes el milagro invitó a venir”. 

Cani se quedaba complacida, serena y satisfecha. Se veía reflejada en esos pensamientos. Su cambio era total. Su error había sido superado por toda la comprensión que había ido adquiriendo a través del tiempo. Era una nueva mujer. Sus pensamientos eran distintos. 

En lugar de sentir a la mujer de su hijo como una rival, adoptó el papel de unión conjunta entre ambas. Las dos amaban a ese Ser que las había enamorado. Se dio cuenta de que el amor unía. El odio separaba. El amor abrazaba. La competencia menospreciaba. 

En su corazón, en sus pensamientos, esos eran los nuevos manjares que brotaban de su corazón, de la cocina de sus experiencias, del fuego de sus nuevas recetas. Una unión que haría de aquel encuentro soñado, la mayor grandeza de la vida.

NUESTRA VALÍA ES SUPREMA

sábado, agosto 26

LIBERTAD SUPREMA EN NUESTRO CORAZÓN

Marcos estaba descubriendo un concepto de libertad que nunca había considerado. Una libertad de elección total en la vida personal de cada uno. Decirlo sonaba bien, muy bien. Admitirlo intelectualmente costaba lo suyo. Salvar a una persona podía pasar incluso por encima de ella. 

Sin embargo, la libertad del ser humano era máxima y sagrada. La libertad del ser humano era poderosa e inexpugnable. Nadie podía quitársela, inclusive el propio Creador. Todo el poder del mundo, de las personas, de los vientos, de los mares y de los huracanes, se estrellaba frente a la libertad de una persona. 

Era el tesoro más grande que aparecía ante los ojos de Marcos. Era una cualidad que nunca había considerado de la debida manera. Era una posición jamás tenida en cuenta. Siempre había una voz que, por detrás, decía: “harás lo que yo quiera”. 

Y ahora descubría que eso era falso. Era un engaño. El corazón no se podía cambiar por presión externa. El corazón era el cetro del reino de la persona donde nadie accedía para quitarle la libertad sin su consentimiento. Debía permitirlo plenamente él. 

Muchos le habían comentado a Marcos la fuerza que habían ejercido para engañar a otros. Los demás podían ser manipulados y dirigidos. La libertad siempre la decidía la persona. Podía entregar su tesoro a quien él deseara hacerlo. Pero era siempre su decisión. Nadie podía hacer nada. 

La decisión personal era la roca sobre la que estaba plantada la tienda de cada persona. La decisión personal era el baluarte sobre el que chocaban las tormentas de la vida. Nada podía vencerla. Solamente él, únicamente él, debía decidirlo. Y esa verdad pasaba desapercibida en un mundo aparente y lleno de engaños. 

“Dios Padre tiende el puente, pero sólo en el espacio que el milagro ha dejado libre y despejado. Mas él no puede tender un puente sobre las semillas de la enfermedad y la vergüenza de la culpabilidad, pues no puede destruir una voluntad ajena que Él no creó”. 

“Deja que los efectos de ésta desaparezcan y no te aferres a ellos desesperadamente, tratando de conservarlos. El milagro los hará a un lado, haciendo así sitio para Aquel Cuya Voluntad es venir y tender un puente para que Su Hijo regrese a Él”. 

Marcos veía que su concepto de encuentro con Dios Padre cambiaba radicalmente. Era un encuentro de libertades totales. Era un encuentro de latidos similares en los pensamientos de ambos. No se iba a Dios por los regalos enormes que podía compartir con nosotros. 

No se iba a Dios como esa aspiración de vencer a la muerte, a la enfermedad y a los inconvenientes de la vida. Se iba a Dios porque se reconocía que nos habíamos equivocado. Admitíamos que habíamos estado totalmente desacertados en nuestros planteamientos y habíamos adquirido Sus pensamientos con claridad, con consciencia y con una conversación cara a cara.

Habíamos reconocido en nosotros la presencia del Creador en la mitad de nuestro corazón. Nos habíamos completado en libertad con la otra parte por decisión personal nuestra. 

Marcos abría los ojos y veía que no era hacer un seguro para tener un futuro mejor. Los seguros se pagaban con dinero. Algunos los pagaban con sacrificios. El encuentro con el Eterno no era una póliza de seguros. Era, en primer lugar, un encuentro con nosotros mismos. 

Un descubrimiento del tesoro que había dispuesto en nosotros nuestro Creador y una aceptación total, por parte nuestra, de ese tesoro por ser conscientes de que era nuestra natural creación. Con ese trabajo de la consciencia: 

“El milagro los hará a un lado, haciendo así sitio para Aquel Cuya Voluntad es venir y tender un puente para que Su hijo regrese a Él”. ¡Maravillosa libertad de nuestro corazón!

LUZ EN LA CONFUSIÓN

viernes, agosto 25

LA ALEGRÍA DE LA RELACIÓN AUTÉNTICA

Loli iba viendo que, cuando las lianas de la unión entre todos los miembros de la familia funcionaban bien, la conexión era estupenda, y la ayuda mutua se desarrollaba regularmente. Su corazón latía de una forma diferente. Era un latido más seguro, más agradecido, más pleno, más feliz. 

A veces se detenía en su pensamiento en esas buenas relaciones entre los diversos miembros. Si ocurría alguna desavenencia, ella siempre estaba presta a unir la brecha surgida, a minimizar sus efectos y a mejorar las relaciones. Era su tesoro en la vida. Todos unidos eran plenamente vitales y vivían satisfechos. 

No llegaba a entender por qué algunas personas se demoraban en los enfrentamientos y les gustaba echar un poco de cizaña para enturbiar las relaciones. “Quizás, decía en su pensamiento, porque eran inconscientes del daño que se hacían a sí mismas dichas personas”. 

Después de leer muchos libros, de muchas reflexiones y de mucha sabiduría adquirida, concluía que la mente vivía aquello que transmitía. Si compartía dificultades, la mente vivía dificultades. Si destacaba la concordia, la mente vivía la concordia. 

No había mejor manera de quererse a sí misma que querer a los demás. Su trato afable y cortés, era el trato afable y cortés que se daba a sí misma. Su comprensión en las caídas de los demás, era la comprensión que ella se daba en sus caídas. No se podía ser dura con los demás, sin dejar de ser dura consigo misma. 

Cuando pensaba en alguna persona, solía reflexionar y analizar a la persona. En ese proceso duro, blando, comprensivo, distante, cercano, amoroso, odioso, iba recorriendo los caminos que había elegido. Cambiaba el objetivo de esa persona y se ponía a sí misma. Entonces elegía los caminos que le gustarían que utilizaran con ella. 

Con esas ideas en mente, volvía a pensar sobre la otra persona con los caminos personales que había elegido. La conclusión era completamente distinta. El mismo amor que pedía para sí, lo otorgaba a los demás. Todo un ejercicio de sabiduría. 

Se dejaba llevar por la luz de aquellas líneas: “La causa del dolor es la separación, no el cuerpo, el cual es sólo su efecto. Sin embargo, la separación no es más que un espacio vacío que no contiene nada ni hace nada, y que es tan insustancial como la estela de los barcos que dejan entre las olas al pasar”. 

“Dicho espacio vacío se llena con la misma rapidez con la que el agua se abalanza a cerrar la estela según las olas se unen. ¿Dónde está la estela que había entre las olas una vez que éstas se han unido y han llenado el espacio que por un momento parecía separarlas?”

¿Dónde está la base de la enfermedad una vez que las mentes se han unido para cerrar la diminuta brecha que había entre ellas y en la que las semillas de la enfermedad parecían germinar?”

Loly retuvo la imagen de las olas al unirse y tapar completamente la estela. Todo había desaparecido. El mar aparecía siempre el mismo. Ese incidente pasajero se había disuelto. Recordaba una cicatriz de una de sus manos. Se la miraba de vez en cuando. 

Cierto día, se maravilló de que la señal iba quedando atrás. La marca iba desapareciendo. La naturaleza siempre volvía a su equilibrio y lo dejaba todo perfecto como si nada hubiera pasado. Eso le daba una fuerza muy grande en su corazón para que el cambio de la unión nunca dejara de funcionar. 

La separación, el enfrentamiento entre las personas no tenía sentido. Errores que nos habían inculcado de defender nuestro terreno. Nunca nos habían advertido de todo el estropicio que le hacíamos a nuestra mente con pensamientos tan opuestos y cortantes. 

Así, al leer esas líneas de la separación, afirmó sus seguridades de camino orientado en la buena dirección, de trabajar por la unión, evitar la desunión y sembrar semillas de fusión entre todos los humanos.

CONSECUENCIAS DE LA DESUNIÓN

jueves, agosto 24

LOS VENENOS DE LAS IDEAS

Mateo sentía algo especial aquella tarde. Leyendo aquellos párrafos tenía la sensación de que estaba ahondando en los campos de la mente y del pensamiento. Durante toda su vida, había estudiado todas las partes del cuerpo humano. Todos sus componentes y su funcionamiento dinámico. 

Sin embargo, no tenía la misma sensación cuando pensaba en su interior. Esos buceos personales eran eso: muy personales. No era fácil comunicarlos y tampoco tenía idea alguna si los demás sentirían las mismas cosas que él estaba viviendo en sus adentros. 

Su mente era muy matemática. Le gustaba conocer todos los componentes de las cosas. Sus partes fijas y móviles. Sus funcionamientos dinámicos y estáticos. Así lo veía en las hojas de análisis que le entregaban cuando era pequeño. Solía leerlos y una información exhaustiva le decía todas esas cantidades que informaban del estado de su cuerpo. 

Se hacía una idea con las conversaciones con los médicos. Ese conocimiento le atraía mucho. Era como conocerse a sí mismo un poco más. Claro, quedaba en el cuerpo. No había encontrado, a lo largo de su vida, manuales que le dijeran los mecanismos de su mente, sus partes principales en cada ocasión y sus funciones específicas en cada momento. 

Mateo tenía que vivir con su cuerpo. También tenía que vivir con su mente y no disponía de una información tan buena acerca de las ideas que se cocían en su interior. Y esas ideas eran vitales en muchas ocasiones. En cierto momento se dio cuenta de que una información no precisa sobre la situación de una persona levantó todo un mar de sospechas porque no se sabía delimitar y clarificar. 

Después de tanto tiempo de leer la máxima latina: “Mens sana in corpore sano” sólo había llegado a vislumbrar que se le hacía bien a la mente con el ejercicio. Era cierto, pero se quedaba a años luz de la infinitud de la mente. Por ello, se espaciaba en las afirmaciones que estaba leyendo. 

“El milagro no hace nada precisamente porque las mentes están unidas y no se pueden separar. En el sueño, no obstante, esto se ha invertido, y las mentes separadas se ven como cuerpos, los cuales están separados y no pueden unirse”.

“No permitas que tu hermano esté enfermo, pues si lo está, ello quiere decir que lo dejaste a merced de su propio sueño al compartirlo con él. Él no ha visto donde reside la causa de su enfermedad, y tú has ignorado la brecha que os separa, que es donde la enfermedad se ha incubado”. 

“De esta forma, os unís en la enfermedad para dejar sin sanar la diminuta brecha donde se protege celosamente a la enfermedad, donde se estima y donde se sustenta por una firme creencia, no sea que Dios venga y la salve con un puente que conduzca hasta él”. 

“No te opongas a Su llegada combatiéndolo con ilusiones, pues Su llegada es lo que deseas por encima de todas las cosas que parecen titilar en el sueño”. 

Mateo veía que la brecha de separación era como esas bacterias o virus que infectaban todo tipo de pensamiento. Eran ataques contra la unidad, contra la comunicación, contra la fusión de las mentes. Todos esos conceptos había que combatirlos con ideas de “yo soy mejor que tú”. 

Esas bacterias y virus de la desigualdad, de la supremacía, de la separación y de la distancia entre las personas eran las causantes de la enfermedad que sufría la humanidad. Además, se caía en un error total. Se confundía a las mentes con los cuerpos. Los cuerpos estaban separados, las mentes también. 

Mateo vislumbraba que, con la misma determinación, debía tener en cuenta los elementos patógenos contra el cuerpo y los pensamientos patógenos contra la mente y la unión de las personas. En ese campo estaban los virus de la enfermedad. 

La enfermedad atacaba la mente y al cuerpo. La mente iniciaba el ataque e inoculaba sus venenos al cuerpo. Mateo veía un poco más de claridad en ese terreno de las ideas que bullían en su interior. Por fin, encontraba un camino claro y bien orientado.


UNIÓN DE MENTES

miércoles, agosto 23

MENTES UNIDAS, FUERZA COMPARTIDA

Mode descubría la fuerza que tenía la unión de las mentes. Lo había comprobado con su madre. En momentos donde la duda surgía, una buena conversación con su madre lo aclaraba todo y la seguridad del apoyo convertía a su mente en fuerte y segura. Su caminar se enderezaba y todo podía alcanzarlo. 

Lo comprobó también con su hijo. Esa unión que hacía vibrar los ojos de su pequeño en sus momentos de vacilación. Buscaba sus ojos, buscaba la mirada y con ese intercambio se aseguraba en su interior y salía adelante en sus nuevas realidades que le llegaban. 

Era cierto que los cuerpos eran distintos. Pero, la unión de las mentes se fundían con un abrazo, con una conversación, con unas palabras, con unos besos, con un toque sincero, con ciertos sonidos resbalados en el oído. Una frase que era capaz de lograr el milagro: “tú puedes”. 

Y la mente dubitativa abandonaba el terreno pantanoso, el terreno deslizante y sus pasos se transformaban en la seguridad de la vida. Todo se volvía derecho, confiado, tranquilo y asequible para ser alcanzado sin ningún inconveniente. Las mentes, sin lugar a dudas, podían unirse. 

Las mentes, sin resquicio, necesitaban esa unión que las convertía en fortalezas poderosas por su mutuo influjo. En cambio, las mentes divididas se debilitaban en gran manera. La sensación y la seguridad de verse apoyadas se veía truncada por la desconfianza y por la soledad. 

Esa soledad influía negativamente en nuestra vida. Vibrar unidos era una experiencia que expansionaba la expresión personal de la alegría, de la satisfacción y de la realización personal. La alegría nos llamaba a compartir nuestros momentos cumbres. 

La mente no estaba llamada a estar sola. Al menos debía tener una mente con la que establecer contacto y crecer con toda su potencia. Así comprendía Mode las líneas que leía: “Ninguna mente puede estar enferma a menos que otra mente esté de acuerdo en que están separadas”. 

“Por lo tanto, su decisión conjunta es estar enfermas. Si te niegas a dar tu conformidad y no aceptas el papel que juegas en hacer que la enfermedad sea real, la otra mente no podrá proyectar su culpabilidad, ya que no has colaborado en dejar que se perciba a sí misma como separada y aparte de ti”.

“De este modo, ninguna de las dos percibe el cuerpo como enfermo desde diferentes puntos de vista. Unirte a la mente de un hermano bloquea la causa de la enfermedad y sus percibidos efectos”. 

“La curación es el efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de mentes que se separan”. 

Mode no podía dejar de aceptar esa realidad en su vida. Había escuchado, tantas veces, a tantas madres quitarles las ideas equivocadas a sus hijos con solo la fuerza de sus palabras, la seguridad de su afirmación y la claridad de su pensamiento que los hijos lo olvidaban en esa unión que se formaba. 

No había experiencia en la vida que se pudiera tachar de sublime en la que no interviniera la unión de las mentes. La unión de las mentes de los novios. La unión de las mentes de padres e hijos. La unión de mentes entre profesores y alumnos. La unión de mentes a toda edad, con toda la distancia de edad, y con las ideas de cualquier tipo. 

La unión era curación, seguridad, plenitud, energía, salud, alegría y un gozo infinito. Toda una maravillosa reflexión que Mode captaba en toda su extensión. El enfrentamiento de las mentes era debilidad para ambas, enfermedad para ambas, derrota para ambas. 

La unión de las mentes era el carril humano por donde se acercaban a las personas las experiencias más sublimes de la vida.

NUEVA VIDA

NUESTROS SORPRENDENTES INVENTOS


martes, agosto 22

UN NUEVO RENACER

Guille estaba muy contento. La alegría le subía por todas las venas de su organismo. Era una energía limpia y plena. Era una alegría saturada de guirnaldas y luces. Su corazón, firme y seguro, le daba la confianza y le indicaba que todo iba de mil maravillas. Una situación increíble. 

Era un bonito momento de su vida. Repasando los años pasados, se paraba en los años cuando pasó de una etapa a otra. A sus doce años tuvo un cambio muy significativo en su desarrollo. Dejaba atrás una etapa preciosa de niñez y se abría hacia adelante en una etapa mucho más consciente de la vida. 

Nuevas energías, nuevas posibilidades, nuevos horizontes y nuevas ideas surcaban su mente de una forma rápida, endiablada, veloz y mágica que lo catapultaban a nuevas experiencias que no se habían esperado nunca en la vida. Eran esos momentos donde la experiencia nos sorprendía.

Dejaba atrás sus estudios primarios. Empezaba su primer trabajo en una oficina. Recibía, por primera vez, su primera paga dentro de una agenda. Era su primera agenda. La comprensión del mundo cambiaba. La comprensión de las personas era distinta. La comprensión de sí mismo se abría a nuevos planteamientos. 

En momentos, no sabía cómo contener toda esa serie de novedades que se plantaban en su vida como las sombrillas en la arena para protegerse del sol. Su playa natural y poco frecuentada se poblaba de cientos de pensamientos a los que les daba la bienvenida y les decía desde su interior: “es una maravilla”. 

Leer aquellos párrafos después de haber vivido muchos años con ideas confusas, no claras y, en algunos momentos, resignadas, le infundía un valor y una luz hasta entonces desconocida: “Este mundo está repletos de milagros. Se alzan en radiante silencio junto a cada sueño de dolor y sufrimiento, de pecado y culpabilidad”. 

“Representan la alternativa al sueño, la elección de ser el soñador, en vez de negar el papel activo que has desempeñado en la fabricación del sueño. Los milagros son los felices efectos de devolver la enfermedad – la consecuencia – a su causa”. 

“El cuerpo se libera porque la mente reconoce lo siguiente: “Nadie me está haciendo esto a mí, sino que soy yo quien me lo estoy haciendo a mí mismo”. Y así la mente queda libre para llevar a cabo otra elección”.

“A partir de ahí, la salvación procederá a cambiar la dirección de cada paso dado en el descenso hacia la separación. Y así lo hará hasta que todos los pasos hayan sido desandados, la escalera haya desaparecido y todos los sueños del mundo hayan sido deshechos”. 

Guille se quedaba extasiado con esa propuesta que se deslizaba delante de sus ojos. Un nuevo mundo se abría con poder y con mucha, mucha, comprensión. Se repetía alguno de los párrafos: 

“El cuerpo se libera porque la mente reconoce lo siguiente: “Nadie me está haciendo esto a mí, sino que soy yo quien me lo estoy haciendo a mí mismo”. Y así la mente queda libre para llevar a cabo otra elección”.

Guille entreveía un nuevo renacer en su forma de pensar, en su forma de considerar las cosas como lo había hecho hasta entonces. Un nuevo Guille aparecía y debía rehacer muchas de sus conclusiones a las que había llegado. Pero, no llegaba tarde. Le llenaba de ilusión la última propuesta: 

“A partir de ahí, la salvación procederá a cambiar la dirección de cada paso dado en el descenso hacia la separación. Y así lo hará hasta que todos los pasos hayan sido desandados, la escalera haya desaparecido y todos los sueños del mundo hayan sido deshechos”.

Quería grabarlo en su mente, en su alma, en su corazón, en su respiración. Quería grabarlo en las paredes de su casa, en sus reflexiones y en los momentos donde debía tomar decisiones. “Y así lo hará hasta que todos los pasos hayan sido desandados, la escalera haya desaparecido y todos los sueños del mundo hayan sido deshechos”.

lunes, agosto 21

¿ENFERMEDAD DE LA MENTE?

Carmina buscaba, como toda mujer, poner cada cosa en su sitio. Lo hacía con los enseres de la casa, los adornos, los muebles y los ornamentos. Lo hacía también con sus pensamientos, sus ideas, las noticias que le llegaban y con los objetivos que tenía en la cabeza. 

El mundo debía ser comprendido. El mundo necesitaba, en cada momento, su respuesta, su solución y su alegría. La mente gozaba poniendo todo en orden en su interior. Ese orden que se proyectaba a su alrededor le daba esa paz y ese punto de poder que circulaba por sus venas y por todo su ser. 

Aceptaba la enfermedad del cuerpo como algo normal. El cuerpo se cansaba de funcionar bien y, por desgaste, tenía sus achaques, sus problemas, sus adversidades que había que tratar. Para Carmina, la mente siempre estaba viva, clara, feliz, gozosa. El cuerpo, en ocasiones, no acompañaba a la mente y la fastidiaba con sus enfermedades. 

Carmina veía la vida como un juego de parchís. Cierto azar aparecía en la vida como en el juego. Pero, las jugadas maestras estaban en su mente. Le gustaba mucho estar al tanto para sacar el mejor partido de cada situación. Ese sacar su mejor partido siempre estaba centrado en su felicidad personal. 

Le gustaba mucho diseñar en su mente cómo deberían ser las cosas, cómo podría influir sobre ellas, cómo orientarlas para dejarlas según su criterio. En esas ideas, le cayó el siguiente escrito que la hizo reflexionar seriamente: “El milagro te devuelve la causa del miedo a ti que lo inventaste”. 

“Pero también te muestra, que, al no tener efectos, no es realmente una causa porque la función de lo causativo es producir efectos. Y allí donde los efectos han desaparecido, no hay causa”. 

“De este modo, el cuerpo se cura gracias a los milagros, ya que éstos demuestran que la mente inventó la enfermedad y que utilizó el cuerpo para ser la víctima, o el efecto, de lo que ella inventó”. 

“Mas la mitad de la lección no es toda la lección. El milagro no tiene ninguna utilidad si lo único que aprendes es que el cuerpo se puede curar, pues no es esta la lección que se le encomendó enseñar”. 

“La lección que se le encomendó enseñar es que lo que estaba enfermo era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar. Proyectar su culpabilidad no causó nada ni tuvo efectos”. 

Carmina se vio sorprendida por ciertas afirmaciones: “el milagro te devuelve la causa del miedo a ti que lo inventaste”. Era muy fuerte para ella admitir que el miedo lo había inventado ella, lo habíamos inventado los humanos, lo propagábamos las personas. ¡Menudo inicio del párrafo!

Seguía con las siguientes ideas: “la mente inventó la enfermedad y utilizó al cuerpo para ser la víctima, o el efecto, de lo que ella inventó”. Iba de sobresalto en sobresalto. Primero inventa el miedo y después la enfermedad. Proyecta la enfermedad en el cuerpo y se vuelve ella misma la víctima. 

El milagro deshacía tantas cosas en su mente, en su pensamiento que la tenía exhausta por esos descubrimientos. Pero todavía le faltaba la tercera afirmación que la tenía toda en suspenso: “La que estaba enferma era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar”. 

Carmina veía que era un ataque en toda regla a la forma de pensar, a la forma de concebir el orden en nuestra vida, a la forma de disponer todas las cosas para nuestro bien. Iba pergeñando que la mente debía ser la fuente de salud del cuerpo. 

Sus pensamientos de amor, de cariño, de apoyo, de generosidad y de confianza pondrían a la mente en su condición maravillosa de paz. Vislumbraba que debía cuidar muy bien sus pensamientos para no hacer caer a la mente en la enfermedad porque quien enfermaba era la mente.

EL ESPEJISMO DE NUESTRA VIDA

domingo, agosto 20

CADA UNO CREA SUS PROPIOS MIEDOS

Benito empezaba a comprender que el concepto de la vida se parecía mucho a los espejismos que se presentaban ante nuestros ojos en forma de imágenes. Eran imágenes que nuestros ojos captaban. Pero todos sabíamos que no eran reales. No eran auténticas. No existían. Estaban allí por los deseos internos de nuestro corazón y de todos nuestros sentidos. 

Una definición a la que le daba vueltas Benito: “percepción engañosa que despierta una expectativa que con el paso del tiempo se comprueba que fue infundada”. Ese concepto de espejismo vislumbraba que se podía aplicar también a nuestro concepto de la vida. 

“El milagro establece que estás teniendo un sueño y que su contenido no es real. Éste es un paso crucial a la hora de lidiar con las ilusiones, falacias o engaños. Nadie tiene miedo de ellas cuando se da cuenta de que fue él mismo quien las inventó”. 

“Lo que mantenía vivo al miedo era que él no veía que él mismo era el autor del sueño y no una de sus figuras. Él se causa a sí mismo lo que sueña que le causó a su hermano. Y esto es todo lo que el sueño ha hecho y lo que le ha ofrecido para mostrarle que sus deseos se han cumplido”. 

“Y, así, él teme su propio ataque, pero lo ve venir de la mano de otro. Como víctima que es sufre por razón de los efectos del ataque, pero no por razón de su causa”. 

“No es el autor de su propio ataque, y es inocente de lo que ha causado. El milagro no hace sino mostrarle que él no ha hecho nada. De lo que tiene miedo es de una causa que carece de los efectos que habrían hecho de ella una causa. Por lo tanto, nunca lo fue”. 

Benito se restregaba los ojos. Quería comprender. Quería clarificar. Quería tener luz en su mente y en su corazón. El miedo lo visitaba de tanto en tanto. Lo tiraba de su casa y se aferraba a sus seguridades internas. Y, cada día, iba poniendo sus bases sólidas para no permitir que entrara. 

Releía aquellas ideas: “Lo que mantenía vivo al miedo era que él no veía que él mismo era el autor del sueño y no una de sus figuras. Él se causa a sí mismo lo que sueña que le causó a su hermano. Y esto es todo lo que el sueño ha hecho y lo que le ha ofrecido para mostrarle que sus deseos se han cumplido”.

Era duro aceptarlo. Nadie quería hacerse daño a sí mismo. Y, sin embargo, en algunas ocasiones, lo hacíamos. Benito nunca podía olvidar un hecho de histeria en una persona. Estaban en una reunión. El comportamiento de aquella señora de mediana edad no era aceptable. 

Todos estaban preocupados. Su expresión iba elevando su tono. Sus gritos no concordaban con lo que estaban tratando. De pronto, sin esperarlo, uno de los asistentes le propinó una soberbia bofetada y de repente, se calmó. Los presentes estaban sorprendidos. A nadie se le hubiera ocurrido darle esa terrible bofetada. 

Al centrarla en el dolor de su cara, la mente se centró en la cordura y no en el sueño que estaba creando de angustia y de fantasía interior. Esos sueños, Benito veía que le causaban daño al ser humano. Espejismos de ideas y situaciones que entraban en la mente y la dirigían sin ninguna cordura. 

Había una puerta que debían tener cuidado con ella: la puerta del sueño. Todos soñábamos. Todos creábamos nuestros propios miedos y nuestros propios caminos. No éramos responsables de nuestros sueños. Al ser conscientes de los mismos, entonces elegíamos sueños de comprensión, de perdón, de amabilidad y de sensatez. 

Con ese tipo de sueños íbamos expulsando de nosotros mismos el miedo, porque el miedo era una creación personal nuestra sin darnos cuenta.

TU VIDA Y TU SUEÑO

sábado, agosto 19

NUESTRO SUEÑO PERSONAL

Romina tenía seguro, en su interior, todo aquello que deseaba conseguir para tener la paz y la seguridad en su vida. Lo tenía todo diseñado. Los pequeños detalles de cada vestido, de cada relación, de cada conversación. Lo planificaba todo. Era imposible dejar nada al azar. Ella no lo soportaba. 

Ese control le daba cierta seguridad en su vida. Recordaba, no obstante, un sueño que había tenido unas noches atrás. En ese sueño le aparecía un hada que le daba una madeja de lana. Le dijo que era la madeja del tiempo. Si quería pasar el tiempo de un modo más rápido, sólo tenía que tirar de la hebra y romper un trozo de ella. 

En su veta de controlar todo, Romina veía que eso era estupendo. En esos momentos tenía unos 16 años. Le gustaría tener veinte años para poder disponer de la posibilidad de tener un novio según sus deseos. Aceptaba que era muy pequeña para tener esa experiencia. Durante varios días le estuvo dando vueltas a la idea. 

Una voz en su interior le dijo que, si tanto lo deseaba, estirara de la madeja del tiempo y tendría veinte años. Al final, se convenció y tiró de la madeja y cortó un trozo para tener veinte años. Fue genial. Se vio toda una señorita de veinte años con toda su hermosura y su porte genial. Se vio pretendida por varios mozos. 

Romina fue siguiendo el sueño. Hacía un repaso de sus pretendientes y miraba quién era el más adecuado para ser su pareja. Estuvo dudando mucho. Al final decidió por uno de ellos. Su cortesía y su profundo respeto le impresionó. Comprendió que era la persona para compartir su vida. 

Así fue viviendo el sueño. Siempre que deseaba tener otra edad tiraba de la madeja del tiempo. Sin darse cuenta, había tirado tanto que en unos pocos años había vivido unos 35 años. Se había hecho mayor, muy mayor. Al darse cuenta entró en angustia y se despertó. 

Menos mal que seguía teniendo 16 años. “Que locura ha pasado en el sueño. No he sido nada prudente. Los deseos me han guiado en todo momento y he desperdiciado momentos solemnes de mi vida”, pensaba ella. “Todos tus retazos de memoria y sueños, se conservan en un almacén vacío, cuyas puertas están abiertas de par en par”. 

“Pero si tú eres el soñador, puedes percibir cuanto menos esto: que tú eres el causante del sueño, y, por lo tanto, que puedes aceptar otro sueño. Pero para que este cambio en el contenido del sueño tenga lugar, es esencial que te des cuenta de que fuiste tú quien soñó el sueño que no te gusta”. 

“Pues no es otra cosa que un efecto que tú causaste, y del que ya no quieres ser la causa. Cuando los sueños son de asesinato y ataque, tú eres la víctima en un cuerpo moribundo que ha sido herido. Pero cuando los sueños son de perdón, a nadie se le pide ser la víctima o el que padece”. 

“Éstos son los felices sueños que el milagro te ofrece a cambio de los tuyos. No te pide que concibas otro sueño, sino sólo que te des cuenta de que inventaste el que quieres intercambiar por los de perdón”. 

Romina entendía que ese sueño que había tenido había sido una locura. Creyendo que era prudente, creyendo que era sabia, creyendo que todo lo hacía lo mejor para todo, había desperdiciado su vida enteramente. ¡Menos mal que había sido un sueño de una noche y podía cambiarlo!

Fue consciente de que tanto control en los pequeños detalles le evitaba ver la amplitud de la vida, la maravilla de todo lo que la existencia le ofrecía. Los detalles eran parte de su ser natural. Pero, de ahora en adelante, el conjunto también tendría su lugar en su caminar. 

Vivir la vida con intensidad cada instante con los ojos abiertos para dejar entrar las sorpresas que no dominaba y que la luz del alba le regalaba cada mañana. Romina era una nueva criatura después de aquel sueño.

LIBERTAD FANTÁSTICA

viernes, agosto 18

LIBERTAD AUTÉNTICA RESUENA EN EL CORAZÓN

Daniel pensaba en el concepto de la vida como sueño. Recordaba la obra de Calderón “La vida es sueño”. Al adentrarse en ese concepto de vida y sueño unidos le llamaba la atención la importancia que había tenido antaño. “La concepción de la vida como un sueño es muy antigua, existiendo referencias en el pensamiento hindú”. 

“La mística persa, la moral budista, la tradición judeocristiana y la filosofía griega. Por eso ha sido considerada incluso un tópico literario”. El tema central es la libertad del ser humano para configurar su vida, sin dejarse llevar por un supuesto destino.

El tema central de la libertad era lo que más le llegaba a Daniel. Un sueño en el que nosotros podíamos elegir. Esa capacidad de elección valoraba la libertad por encima de otra virtud. La libertad era sublime. 

Otro concepto de la vida como una obra de teatro lo había adquirido en sus clases universitarias. Cierto día el profesor le dijo que todos éramos actores y representábamos el papel que habíamos escogido. Bastaría que pusieran una pantalla delante de nosotros para convertirnos en una obra de teatro. 

Cada uno era un excelente actor. Conocía todos los secretos del personaje. No le eran ajenos sus emociones. Sus pensamientos eran claros para él. La representación teatral de cada uno de nosotros era perfecta. También aquí sobresalía la libertad. La libertad era máxima para darle al personaje tal u otro tinte, sesgo, significado en el medio de desarrollo. 

Los buenos actores se metían en sus personajes. Les daban su energía, su cariño, su ilusión para sacar de ellos miradas nuevas y atrevidas. Era una simbiosis entre las características del personaje y las suyas propias. La libertad era máxima. 

Y en esa libertad nadaban los actores. Esos actores éramos nosotros. Lo primero que destacaba era la falta de estudio personal del personaje. Seguíamos unos patrones automáticos. Pero, muchas veces, no podíamos dar idea del porqué. Nos faltaba un conocimiento racional y de consciencia de nuestro personaje. 

Según nuestro esfuerzo de comprensión salía un personaje u otro. Ese era nuestro juego de la vida. Sin esfuerzo ni comprensión, sólo salían automatismos. Con dedicación y profundidad se descubrían del personaje verdaderas maravillas. Así los buenos actores se alejaban de los demás actores. 

Daniel aprendió que para representar el personaje de la vida debía estudiarlo, comprenderlo, practicarlo y sacar las mejores vetas de su tesoro. “En realidad no ha ocurrido nada, excepto que te quedaste dormido y tuviste un sueño en el que eras un extraño para ti mismo y tan solo la parte del sueño de otro”. 

“El milagro no te despierta, sino que simplemente te muestra quién es el soñador. Te enseña que mientras estés dormido puedes elegir entre diferentes sueños, dependiendo del propósito que le hayas adscrito a tu soñar”. 

“¿Deseas sueños de curación o sueños de muerte? Un sueño es como una memoria, en el sentido de que te presenta las imágenes que quieres que se te muestren”. 

La definición del sueño como memoria también destacaba la idea de la libertad. Ponía de manifiesto quién era el que elegía las imágenes del sueño. Libertad en el sueño de Calderón, libertad en la vida como representación, libertad del sueño como memoria. Toda una explosión de libertad convergía en esos acercamientos a la interpretación de la vida. 

Daniel gozaba. Se henchía. Se regocijaba. Se llenaba de una plenitud nueva y energizante. La vida era toda una elección para vivirla, soñarla, representarla y experimentarla. Por ello, como buen actor, cuando algo no funcionaba bien, se preguntaba si podía cambiar algo para orientar el objetivo de su sueño. 

Todo sueño, toda representación, toda memoria, estaban en nuestras manos. Eran nuestra elección. Daniel decidía seguir clarificando ese tema, esa dirección que le llevaba a la explosión de su energía con toda intensidad. Su alma, en su interior, gritaba a todo pulmón: “Soy libre y elijo yo mismo mi sueño, mi personaje y la memoria que voy a vivir con toda mi pasión”. 

Así, Daniel abría los nuevos horizontes de su experiencia con toda plenitud en sus manos y en su decisión.