Mode descubría la fuerza que tenía la unión de las mentes. Lo había comprobado con su madre. En momentos donde la duda surgía, una buena conversación con su madre lo aclaraba todo y la seguridad del apoyo convertía a su mente en fuerte y segura. Su caminar se enderezaba y todo podía alcanzarlo.
Lo comprobó también con su hijo. Esa unión que hacía vibrar los ojos de su pequeño en sus momentos de vacilación. Buscaba sus ojos, buscaba la mirada y con ese intercambio se aseguraba en su interior y salía adelante en sus nuevas realidades que le llegaban.
Era cierto que los cuerpos eran distintos. Pero, la unión de las mentes se fundían con un abrazo, con una conversación, con unas palabras, con unos besos, con un toque sincero, con ciertos sonidos resbalados en el oído. Una frase que era capaz de lograr el milagro: “tú puedes”.
Y la mente dubitativa abandonaba el terreno pantanoso, el terreno deslizante y sus pasos se transformaban en la seguridad de la vida. Todo se volvía derecho, confiado, tranquilo y asequible para ser alcanzado sin ningún inconveniente. Las mentes, sin lugar a dudas, podían unirse.
Las mentes, sin resquicio, necesitaban esa unión que las convertía en fortalezas poderosas por su mutuo influjo. En cambio, las mentes divididas se debilitaban en gran manera. La sensación y la seguridad de verse apoyadas se veía truncada por la desconfianza y por la soledad.
Esa soledad influía negativamente en nuestra vida. Vibrar unidos era una experiencia que expansionaba la expresión personal de la alegría, de la satisfacción y de la realización personal. La alegría nos llamaba a compartir nuestros momentos cumbres.
La mente no estaba llamada a estar sola. Al menos debía tener una mente con la que establecer contacto y crecer con toda su potencia. Así comprendía Mode las líneas que leía: “Ninguna mente puede estar enferma a menos que otra mente esté de acuerdo en que están separadas”.
“Por lo tanto, su decisión conjunta es estar enfermas. Si te niegas a dar tu conformidad y no aceptas el papel que juegas en hacer que la enfermedad sea real, la otra mente no podrá proyectar su culpabilidad, ya que no has colaborado en dejar que se perciba a sí misma como separada y aparte de ti”.
“De este modo, ninguna de las dos percibe el cuerpo como enfermo desde diferentes puntos de vista. Unirte a la mente de un hermano bloquea la causa de la enfermedad y sus percibidos efectos”.
“La curación es el efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de mentes que se separan”.
Mode no podía dejar de aceptar esa realidad en su vida. Había escuchado, tantas veces, a tantas madres quitarles las ideas equivocadas a sus hijos con solo la fuerza de sus palabras, la seguridad de su afirmación y la claridad de su pensamiento que los hijos lo olvidaban en esa unión que se formaba.
No había experiencia en la vida que se pudiera tachar de sublime en la que no interviniera la unión de las mentes. La unión de las mentes de los novios. La unión de las mentes de padres e hijos. La unión de mentes entre profesores y alumnos. La unión de mentes a toda edad, con toda la distancia de edad, y con las ideas de cualquier tipo.
La unión era curación, seguridad, plenitud, energía, salud, alegría y un gozo infinito. Toda una maravillosa reflexión que Mode captaba en toda su extensión. El enfrentamiento de las mentes era debilidad para ambas, enfermedad para ambas, derrota para ambas.
La unión de las mentes era el carril humano por donde se acercaban a las personas las experiencias más sublimes de la vida.
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