Mario se debatía en su mente la capacidad que tenían las personas para aceptarse a sí mismas y la capacidad para cambiar. Siempre le habían hecho mucha gracia ciertas expresiones: “él es así. No podemos hacer nada. Hay que aceptarlo tal cual es”. La sabiduría popular había acuñado toda una serie de frases para describir aquellas cosas que se repetían.
Se preguntaba si esas cosas que se repetían estaban fuera de la decisión de la persona o estaba dentro del campo de decisión de cada uno. La idea de que nos hacíamos nosotros mismos chocaba de frente con los tics, las repeticiones y la previsibilidad de cada persona.
A Mario le llegaba mucho la idea de hacerse a uno mismo. Tenía la intuición de que cada persona podía cambiar, podía construir una nueva manera de ser, podía limar sus aristas de carácter y podía superarse en todos los terrenos. Entendía que muchas personas conocidas suyas no estaban de acuerdo con su planteamiento.
Cambiarse uno mismo era bastante difícil. Para algunos, según se lo afirmaron, prácticamente imposible. Para otros, algunos detalles se podían cambiar. Otros no estaban seguros de que se pudieran lograr. Mario no aceptaba la idea de que una vez nacidos, una vez determinados. La idea de libertad latía en su interior. La idea de decisión era personal.
El primer paso que veía era tener alternativas al comportamiento. Desde pequeños siempre hemos aprendido a reaccionar como el entorno familiar. Después, algunos habían añadido otras alternativas. Así, ante la misma actitud, además de lo aprendido en el hogar, había la alternativa de hacerlo de diferente manera.
Era cierto que requería cierta reflexión, ciertos momentos de relax, de tranquilidad. Esos momentos donde estábamos con nosotros mismos y nos planteábamos algunos detalles nuestros para darle alternativas de solución a las que estaban grabadas en nuestro interior.
La lectura de ese párrafo le hacía pensar y reflexionar: “El uso que el Espíritu Santo hace de la memoria no tiene nada que ver con el tiempo. El Espíritu Santo no la utiliza como un medio para conservar el pasado, sino una manera de renunciar a él”.
“La memoria retiene los mensajes que recibe, y hace lo que se le encomienda hacer. No escribe el mensaje ni establece su propósito. Al igual que el cuerpo, no tiene un propósito intrínseco”.
“Y si parece servir para abrigar un viejo odio y presentarte escenas de injusticias y de resentimientos que has estado guardando, ése es el mensaje que le pediste y eso es lo que es”.
“La historia de todo el pasado del cuerpo se encuentra oculta allí, confinada en sus bóvedas. Todas las extrañas asociaciones que se han hecho para mantener vivo el pasado y el presente muerto, están depositadas ahí, esperando tu orden de que se te traigan para revivirse”.
“Y de ese modo, sus efectos parecen haber aumentado con el tiempo, el cual se llevó consigo su causa”.
Mario se daba cuenta del poder de la decisión, de la libertad de elección, del deseo de construir su experiencia, de la gran posibilidad de hacerse uno mismo. No había nada predeterminado. Todo radicaba en la comprensión, en las decisiones personales nuestras.
Saber que podríamos aspirar a configurar ese modelo, ese proyecto que deseábamos vivir en nosotros. Saber que teníamos en nuestra mano un gran medio para crearnos. Saber que dependía enteramente de nosotros ese camino. Ese saber daba, sin lugar a dudas, mucha vida, mucha energía, mucha ilusión.
Era el principal objetivo de nuestra vida, hacernos, sacar las bondades internas, dejar salir las maravillas de nuestra consciencia, dejar soñar esas ideas que nos venían a la cabeza y no las considerábamos como una locura porque cambiar era el principal motivo de nuestra existencia.
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