Luis estaba sorprendido ante la manifestación de su compañera de trabajo. Recordaba con claridad meridiana un incidente que sucedió entre ellos y lo tenía claramente fijado en su memoria. No fue muy grato ese incidente. Pero veía que mientras su compañera lo había guardado con mucha precisión, él lo había dejado en el olvido y no lo recordaba apenas.
¿Qué había pasado para que ese incidente fuera diferente en sus memorias? Luis se lo preguntaba. Cada mente lo había procesado de forma diferente. En ese proceso, cada uno de ellos le había dado un peso totalmente distinto. Para Luis fue un incidente sin más problemas. No le añadió ninguna importancia en especial.
Eso le provocó que el olvido se fuera cerniendo sobre las palabras, las imágenes, la consideración entre ambos, el respeto por la relación, y la disolución del incidente. Así, con esas decisiones, el incidente dejó de formar parte de su pasado. No tenía una importancia relevante en su vida. Era como si no hubiera sucedido.
Para su compañera, por lo que veía, había sido totalmente distinto. Le había dado un peso en su pasado. Le había otorgado una experiencia inaudita. Formaba parte de su memoria como un elemento de desconfianza en las relaciones humanas. Su interior se vio herido por la situación y todavía le seguía hiriendo.
Las palabras repetidas se las devolvía a Luis como un elemento que lo dejaba atónito. “¿Recuerdas las palabras que pronunciaste? Fueron estas . . . .”. Luis quedaba atónito. No recordaba prácticamente nada. Al oírlas en su voz, tuvo que creer que él pronunció aquello que le repetía.
Comprendió, en aquel momento, la diferente carga que arrastraban las personas en su viaje por la vida. Algunas trataban de tener el maletero de su coche bastante vacío. Otras, lo llenaban con incidencias desagradables que debían arrastrar con la fuerza de la energía del coche, de su ánimo, de sus luchas interiores y de sus esfuerzos diarios.
“El Espíritu Santo puede ciertamente hacer uso de la memoria, pues Dios Mismo se encuentra en ella. Mas no es ésta una memoria de sucesos pasados, sino únicamente de un estado presente”.
“Has estado acostumbrado por tanto tiempo a creer que la memoria contiene sólo el pasado, que te resulta difícil darte cuenta de que es una facultad que puede recordar el ahora”.
“Las limitaciones que el mundo le impone a ese recordar son tan vastas como las que permites que el mundo te imponga a ti. No existe vínculo alguno entre la memoria y el pasado. Si quieres que haya un vínculo, lo habrá”.
“Mas es sólo tu deseo lo que establece dicho vínculo, y sólo tú quien lo limita a una parte del tiempo donde la culpabilidad aún parece persistir”.
Luis se quedaba impresionado por esa propuesta. Él creía que la memoria estaba ligada al pasado, solamente al pasado. Abría los ojos y escuchaba por primera vez que la memoria estaba ligada al ahora. Dios mismo habitaba en ella. Ello significaba que teníamos una herramienta potente para disponer en el presente.
Entendía que muchas veces se llamaba “intuición” a las apariciones de dicha memoria. Eran rasgos que se sentían como si se conocieran totalmente. Hacían su presencia en el ahora y se tenían experiencias maravillosas. De todos modos, era un planteamiento nuevo y quería descubrirlo.
Todo estaba en su deseo. “Mas es sólo tu deseo lo que establece dicho vínculo, y sólo tú quien lo limita a una parte del tiempo donde la culpabilidad aún parece persistir”. A partir de entonces, Luis se abría a la memoria del ahora y dejaba de considerar la unión de la memoria con el pasado.
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