jueves, junio 30

PROTECCIÓN, ATAQUE, POBREZA

Andrés no entendía cómo, después de tantos años de conocer a su esposa, podía haber tenido un enfrentamiento con ella tan fuerte y tan decidido. No tenía ninguna explicación. En su corazón había muchos hermosos recuerdos y muchas ocasiones de gratitud hacia ella.

A pesar de la ayuda mutua que los dos se habían prodigado, las posiciones estaban muy distantes, muy delimitadas y con una energía negativa muy intensa. Todo el amor se había vuelto rechazo con la misma intensidad. 

La cercanía y la intimidad magnificaban esta ocasión. Un entorno que no recibía el beneficio del respeto hacia el otro por la corta distancia en el que se desarrollaba. Los dos estaban pasando malos momentos.

Notaban que la energía, que los envolvía y les daba alas en sus vidas, se volvía negativa, en contra, enfrentada y dispuesta a la lucha. Y era fuerte. Era como un dique de contención en la experiencia de cada uno de ellos.

Los dos en sus barreras. La distancias se palpaban. Andrés sabía que aquello debía ser pasajero. Su amor era intenso y les había conducido siempre por las mejores veredas. Se preguntaba cómo era posible que con ese amor el ego fuera tan fuerte en esos momentos. 

El silencio se instaló entre los dos. Al día siguiente, Andrés notó que no había descansado. Su mente estaba pensando bien. Pero, debían encontrar el camino de vuelta y superar la diferencia de opinión que se había erigido en disputa. 

Andrés esperaba la ocasión, el momento, para restablecer la comunicación y el normal fluir de la energía. Sabía que detrás del enfado yacía, en el fondo de los dos, una petición de cariño, de comprensión, de ayuda y de apoyo. Y Andrés no dudaba de él, ni dudaba de ella. 

A la mañana siguiente, los dos estaban tranquilos, vacíos por la falta de fluidez en las energías entre los dos. Un simple detalle rompió el silencio impuesto y los dos, con claridad, se dijeron la inutilidad de ponerse tensos el uno con el otro. Eso no tenía sentido en sus vidas. 

Sin embargo, Andrés notó la fuerza del ego en su interior en algunos momentos. Terminó siendo vencido. Recordaba la reflexión que hacía poco había leído:

“Cada vez que te enfadas con una persona, por la razón que sea, crees que tienes que proteger el ego, y que tienes que protegerlo atacando”. 

“Si es la otra persona la que ataca, estás de acuerdo con esta creencia; si eres tú el que ataca, no haces sino reforzarla”. 

Recuerda que los que atacan son pobres”. 

“Su pobreza pide regalos, no mayor empobrecimiento”. 

“Tú que podrías ayudarles, estás ciertamente actuando en forma destructiva si aceptas su pobreza como propia”. 

“Si no hubieses invertido de la manera en que ellos lo hicieron, jamás se te hubiera ocurrido pasar por alto su necesidad”. 

Andrés reconocía que este texto le había ayudado mucho. No atacó a su esposa con frases de menosprecio ni de ligereza expresiva. Sabía que era solamente un elemento de desconcierto entre sus dos egos. 

La fuerza del choque sacó las chispas oportunas. El silencio se encargó de ir disipándolas poco a poco. No se hirieron inútilmente. Solo quedaba quitar la nube que les ocultaba el sol de sus cotidianos días. Los dos se sentían ricos en generosidad, amor y entrega. 

Unas palabras de comprensión. Unas sonrisas de encomio. Un abrazo de cariño siendo conscientes de la fuerza de su amor. Todo retornó a su espacio con la entrega, la generosidad y la comprensión. 

Ante tal cantidad de energía que se puso en movimiento, los dos fueron conscientes de la fuerza de su unión. Una discrepancia no podía resolverse desde el baluarte de la defensa. 

No había nada que defender. Todo estaba en su lugar. Nadie tenía realmente nada que proteger y atacar. Era bueno saberlo y decírselo, una vez más, a su ego. No tenía nada que hacer en sus vidas. El amor era su maravilla.

miércoles, junio 29

CONFIANZA, VOZ, ORIENTACIÓN

Manuel estaba sentado en la terraza de su casa. Hacía buen tiempo. Desde allí se desplegaba hacia arriba la falda de la montaña que dominaba la ciudad. ¡Cuántas veces había subido a la cima de esa montaña! ¡Cuántas veces había saboreado la sensación de abarcar con su vista toda la panorámica!

Conocía esa experiencia y se deleitaba recordándola. En esos momentos, sentado en una hamaca. Un libro entre sus manos. El cielo y la montaña delante de sus ojos. Su mente volaba por los tiempos, por los hechos, por las historias que había aprendido en sus estudios. 

Ahora Manuel estaba en una disyuntiva en su vida. Veía doblez en la gente en general. Una línea la marcaba la experiencia del evangelio y otra línea la marcaba la practicidad de los problemas del día a día. Personas angustiadas siguiendo la rutina de las prácticas religiosas. 

Una forma de calmar sus conciencias. Creer que, por atender unos servicios religiosos, ya su alma estaba en paz. Así, una cierta tranquilidad recorría los poros de sus almas. Manuel se decía a sí mismo que ninguna práctica religiosa podía sustituir la sinceridad y la honestidad personal. 

Ante el despliegue de posibilidades, Manuel buscaba una voz interior que le dijera el camino oportuno para poder enderezar su vida en el sendero de la autenticidad. En muchos momentos, esa voz le había ayudado y le había dirigido. 

Ahora, en las decisiones que debía tomar, esperaba la orientación para no equivocarse y no perder la dirección oportuna. Había descubierto un libro donde el protagonista era Jesús. Él mismo hablaba como si se estuviera dirigiendo a cada un@ de nosotr@s. 

Manuel agradecía al cielo esa posibilidad. Era como escuchar las palabras de un amigo. Un personaje de la historia hablándonos con toda naturalidad. Y su voz resonaba en el interior de Manuel de un modo vibrante. Su interior le devolvía una afirmación rotunda a esta voz que se manifestaba: 

“Dentro de poco me verás, pues yo no estoy oculto porque tú te estés ocultando”. 

“Es tan seguro que te despertaré como que me desperté a mí mismo, porque desperté por ti”. 

“En mi resurrección radica tu liberación”. 

“Nuestra misión es escaparnos de la crucifixión, no de la redención”. 

“Confía en mi ayuda, pues yo no caminé solo, y caminaré contigo de la misma manera en que nuestro Padre caminó conmigo”.

“¿No sabías que caminé con Él en paz?”

“¿Y no significa eso que la paz nos acompaña durante toda la jornada?”

“En el amor perfecto no hay miedo”. 

“No haremos otra cosa que mostrarte la perfección de lo que ya es perfecto en ti”. 

“No tienes miedo de lo desconocido, sino de lo conocido”. 

“En nombre de la absoluta confianza que tengo en ti, confía en mí, aunque sólo sea un poco, y alcanzaremos fácilmente la meta de perfección juntos”. 

“Pues la perfección simplemente es y no puede ser negada”. 

Manuel, lleno de juventud, lleno de vigor, lleno de autenticidad se quedaba sin palabras. Era mucho más de lo que se hubiera podido imaginar. Esto era como encontrarse cara a cara con Jesús y descubrir ese modo de caminar juntos con esa confianza que Él le brindaba. 

Manuel veía que era una forma de caminar distinta. No estaba solo en esta senda interior. No se encontraba desorientado en estas decisiones de verdad y de sinceridad que necesitaba. No quería sentir lejos a su Salvador. Ahora lo escuchaba. 

Le sorprendía la rotunda seguridad con la que hablaba. El abrazo amoroso de confianza que le otorgaba. El apoyo que le estaba brindando. Era todo lo que su alma necesitaba. 

Su mirada se fijaba en la falda ascendente de la montaña. Unas flores salían de la roca como el milagro de la naturaleza para embellecer cada lugar por escabroso que fuera. Manuel se veía en aquellas flores difícilmente asentadas en la pendiente. 

A pesar de la dificultad del lugar, las flores se abrían para mostrar a todos los caminantes la belleza que su interior desplegaba. Estaba adherida a la roca, a la montaña, a la potencia de la mole que dominaba la ciudad. Manuel sintió que su confianza estaba horadando la roca de su necesidad interior. 

La acogida de Jesús era tan cierta, tan segura, tan placentera que allí donde le permitió poner el pie, Manuel fue construyendo su tierra fértil de entrega para dejarse redimir por el Salvador como Él expresaba: “Nuestra misión es escaparnos de la crucifixión, no de la redención. Confía en mi ayuda, pues yo no caminé solo”. 

Esa voz en el corazón de Manuel tenía más profundidad que muchas prácticas religiosas. Eso era realmente ponerse en contacto con el Creador. Manuel se sintió contento, pleno, lleno de paz, abierto a caminar siempre con su Salvador.

martes, junio 28

EXPRESAR, COMPARTIR, CURAR

Josué estaba leyendo aquellas palabras que acababa de escribir. Él mismo se sorprendía de esa expresión que había ido saliendo de su interior. Había expresado, en palabras, ese sentimiento hermoso que sentía y vivía dentro de sí. Toda una maravilla.

Josué fijaba sus ojos en el escrito y se repetía esas palabras: “Toda la fuerza del mundo. Toda la fuerza del amor se une para decirnos lo grande que es nuestro corazón. 

Jesús dijo que no contamina a la persona lo que viene de fuera, sino lo que sale del corazón. De la misma manera, podemos aplicar que no salva a la persona lo que viene de fuera, sino lo que sale del corazón. 

Por ello, saber que en nuestro corazón vive el amor de Dios por ser Sus Hijos, nos hace relajarnos y no enfrentarnos a Él. Debemos permitirle salir e inundar nuestros pensamientos, inundar nuestras palabras, inundar nuestras miradas, inundar nuestros gestos, inundar nuestra realidad como criaturas caminando en la luz del Salvador. 

Una verdad hermosa que no podemos cuestionar. Aceptarla es sabiduría. Vivirla, decisión. Saborearla, maravilla. Compartirla, plenitud interior. ¡Qué hermoso es sentir este efluvio de amor natural de nuestro corazón! Volemos con su fuerza y volvamos a nacer con su ilusión”. 

Josué se sentía reflejado. Veía los múltiples beneficios de reconocer la verdad del amor en su corazón. La curación, con el ejercicio del amor, tomaba su camino en todos los senderos de la vida. 

“Los milagros son simplemente la transformación de la negación en verdad”. 

“Si amarse uno a sí mismo significa curarse uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos”. 

“Por lo tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se están negando a sí mismos”. 

“Si supiesen la verdad acerca de sí mismos, no podrían estar enfermos”. 

“La tarea del obrador de milagros es, por lo tanto, negar la negación de la verdad”. 

“Los enfermos deben curarse a sí mismos, pues la verdad mora en ellos”. 

“Mas al haberla nublado, la luz de otra mente necesita brillar sobre la suya porque dicha luz es suya”. 

Josué descubría el bien que hacía compartir esa luz que brillaba en cada un@ de nosotr@s. Sentía que el amor se multiplicaba como los panes y los peces se multiplicaron en las manos de Jesús. 

Toda la energía del amor descansaba en esos pensamientos que nos dan vida, energía, luz y alegría en el caminar nuestro de cada día. ¡Hermosura del compartir!

lunes, junio 27

MIEDO, COMPRENSIÓN, SUPERACIÓN

Esa noche Sergio se había ido a la cama con una preocupación en su mente. Al día siguiente, iba a producirse un hecho que desafiaba toda su seguridad interior. Se enfrentaba a algo muy dentro de él. Sergio repasó, otra vez, el camino que debía recorrer y lo veía claro.

Decidió dormir y dejar pasar las horas en el sueño para poder enfrentarse de forma relajada a ese nuevo hecho en su vida. Tenía ganas de liberación. Había entendido que debía vencer sus propias limitaciones. No podía estar atrapado en esos miedos que le devoraban en muchos momentos. 

Con estas ideas en la cabeza, Sergio fue cayendo poco a poco en la relajación y en el sueño reparador. A las dos de la madrugada, una sacudida interna le despertó. Le hizo sentar en la cama. Una angustia honda se dibujaba en su garganta. La presión era notable. 

Medio dormido, medio despierto, se dio cuenta de que su subconsciente estaba jugando la partida del miedo y no podía resolverla solo, a pesar de la decisión tomada antes de irse a dormir. Parecía que necesitaba, otra vez, escuchar la decisión. 

Sergio reparó que no podía ceder a este ataque personal interior. Tenía claro que la salida se encontraba delante. Debía encontrarse con ella. El miedo apretaba pero, el deseo de ceder era superado totalmente por la claridad que tenía en su mente. La solución era caminar hacia adelante. No podía detenerse. 

Por unos momentos la lucha se hizo intensa, pero la claridad de Sergio se iba imponiendo. Una decisión que llegó a tener sin ninguna duda. Ante esta posición de Sergio, su subconsciente se tranquilizó. Le devolvió la paz y la tranquilidad interior. 

El sueño volvió a su cuerpo. Descansó toda la noche. A la mañana siguiente, se quedó perplejo del incidente. Parecía que el subconsciente no fue capaz de detener ese miedo. Le hizo despertar y lo enfrentó, otra vez, con la situación para que tomara la decisión oportuna. 

Su comprensión de la necesidad de superarlo para abrir nuevos caminos delante de él, no le hicieron dudar ni por un instante. Su claridad y su determinación jugaron un lugar muy importante en esa resolución. 

Sergio entendía ahora mucho mejor estas reflexiones: 

“Reconocer el miedo no es suficiente para poder escaparse de él, aunque sí es necesario para demostrar la necesidad de escapar”. 

“El Espíritu Santo tiene aún que transformar el miedo en verdad”. 

“Al haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de otros y a considerar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha enseñado que el miedo en sí es una petición de ayuda”. 

“Esto es lo que realmente quiere decir reconocer el miedo”. 

“Si tú no lo proteges, el Espíritu Santo lo reinterpretará”. 

Se quedaba perplejo al verse reflejado en estas líneas. Así le había pasado. La reinterpretación que hizo de la cuestión fue tan clara que el miedo se fue disipando como la niebla por la presencia del sol. Se desvaneció como si nada. 

Sergio sentía cada vez más fuerte las palabras de un autor que le llegaron al corazón, a su mente: “Cuando comprendes una situación, un error, un inconveniente, estos desaparecen”. 

Era un paso esencial. Lo había comprendido y, en esa ocasión, lo había experimentado totalmente. La claridad, la determinación, y la ayuda del Espíritu Santo, fueron sus armas poderosas para deshacer el miedo.

domingo, junio 26

PETICIÓN, AYUDA, CURACIÓN

Santiago estaba en su habitación a las doce menos diez de la noche. Había tenido en el día un incidente muy desagradable. Cierta persona había lanzado, en una reunión, una información no cierta sobre él. Eso le preocupó mucho a Santiago.

Estaba totalmente desconcertado. El señor, que había lanzado esa información al grupo, ni siquiera había tenido el detalle de comunicárselo a él en persona. Era lo que él hubiera hecho. Antes de exponer algo públicamente, al primero que se le debe decir es a la persona implicada. 

Al día siguiente, continuaba la reunión y esperaba, de un modo u otro, que la información quedara desmentida y aclarada. Santiago veía que se había atentado contra su honor y contra su honestidad. No lograba entender por qué había sucedido. 

Preocupado, inquieto, falto de paz, estaba totalmente desvelado. Viendo que no iba a dormir, le abrió el corazón al Eterno: “Tú sabes, Jesús, que esta noche no voy a dormir. Ya sabes lo que ha pasado y cómo me encuentro. He perdido la paz”. 

Dejó pasar varios minutos. Se encontraba en comunicación en su mente. Su corazón noble y sincero se expresaba sin limitaciones. No podía hacer otra cosa.

En ese proceso, una idea se coló entre las suyas y le dijo: “Devuélvele la paz a esa persona”. Santiago se revolvió de inmediato. No lo entendía. Le dijo a su Señor que era ese señor el que le había quitado la paz a él. ¿Tendría él que devolvérsela?”. 

Los primeros instantes fueron de confusión. La tranquilidad regresó y una reflexión justificó esta propuesta. Santiago reconocía que ese señor no estaba pasando sus mejores momentos. Una persona en paz y con tranquilidad nunca habría lanzado esa información en público. 

Una segunda ocasión, la misma voz se le volvió a colar en su interior: “Devuélvele tú la paz”. Ahora, Santiago estaba más preparado. Un halo de comprensión nació en su corazón. Algo pasaba en la mente de ese señor y había que curarla. 

Se daba cuenta de que tenía razón. Una tercera vez, se le volvió a colar la voz para repetirle las mismas palabras. Santiago comprendía, ahora sí, toda la profundidad de la propuesta. Le devolvía la paz a esa alma atormentada. 

Se olvidó del ataque, se olvidó de la sorpresa dolorosa. Se centró en ese señor con todo el cariño de su corazón. Nada podía quitarle la paz que le otorgaba su Señor y la propuesta que le hacía. En un acto de comprensión, Santiago le devolvió la paz. 

Santiago se durmió de inmediato. Por la mañana, al despertarse, se quedó totalmente asombrado. De una noche prevista como difícil y en vela, había pasado una noche tranquila y con un total descanso. Santiago le daba gracias a Jesús por tal oportuna propuesta. 

“Sólo hay una forma sensata de interpretar motivos”.

“Y por tratarse del Espíritu Santo, no requiere esfuerzo alguno por tu parte”. 

“Todo pensamiento amoroso es verdadero”. 

“Todo lo demás es una petición de ayuda y de curación, sea cual sea la forma que adopte”. 

“¿Cómo puede estar justificado reaccionar con ira ante la súplica de un herman@?

Ninguna reacción podría ser apropiada, excepto estar dispuesto a ayudarle, pues eso, y sólo eso, es lo que te está pidiendo”. 

“Ofrécele cualquier otra cosa, y te estarás arrogando el derecho de atacar su realidad al interpretarla como mejor te parezca”. 

“Tal vez no esté completamente claro para ti el peligro que esto supone para tu propia mente”. 

“Si crees que una petición de ayuda es otra cosa, reaccionarás ante esa otra cosa”. 

“Tu reacción, por lo tanto, será inadecuada a la realidad tal como ésta es, pero no a la percepción que tú tienes de ella”. 

Santiago estaba contento porque entendía, por propia experiencia, que esa idea de devolverle la paz a ese señor era una petición de ayuda. También captó la ayuda que se dio a sí mismo al no darle otra interpretación. 

La noche había sido placentera. Eso se lo debía a la propuesta de esa voz que se coló en sus pensamientos. Le devolvió la paz que le pedía. Y se la devolvió también a sí mismo. Toda una maravilla del Padre.

Al día siguiente, antes de entrar en la reunión, en un pasillo estrecho, se encontró con ese señor. Le ofreció la mano. Ese señor, que no lo esperaba, le dio la mano pero se arrepintió en el proceso y la retrocedió hacia atrás. Santiago le buscó la mano. 

Con el apretón y con su mirada, le dijo que le devolvía la paz que tanto necesitaba. Santiago aprendió que hay muchas maneras de pedir ayuda y estaba de acuerdo con esa línea que decía: “Todo lo demás es una petición de ayuda y de curación, sea cual sea la forma que adopte”. 

Santiago, una vez más, se congratulaba de lo grande que era el amor, lo grande que era la comprensión, y lo grande que era Jesús que, con esa voz que se coló en su interior, le hizo el regalo de tan gran sabiduría. 

Al siguiente día, con todos los ánimos sosegados, Santiago vio como esas palabras inexactas quedaron aclaradas.

sábado, junio 25

INTERPRETACIÓN, ILUSIÓN, IRREALIDAD

Luis se acababa de enterar de que había habido un intento de golpe de estado en su país. Vivía en una de las provincias del sureste. Cada una de las provincias tenía un capitán general que mandaba a todas las fuerzas militares de su lugar.

Luis trató de conocer los diferentes mensajes de los capitanes generales de cada provincia. A la media hora pudo recibir la noticia de que el capitán general de su provincia acataba la orden del monarca y se ponía a su servicio. 

Luis sabía que el monarca era una persona democrática. Si el capitán general de su provincia había acatado su autoridad, quería decir que el golpe de estado estaba abortado. 

Estas noticias calmaron a Luis. La paz le llegó muy dentro y esa noche pudo dormir con total despreocupación. Según él, todo estaba resuelto y bien resuelto en la dirección oportuna. 

Lo sorprendente del caso vino el día siguiente. De todos los capitanes generales de las diferentes provincias, solamente el capitán general de la provincia de Luis se había sublevado. Había depuesto su actitud el día siguiente. 

Luis se quedó confuso. La información que recibió la había interpretado de forma opuesta. Ese día, Luis se dio cuenta de que lo importante y trascendente para el cerebro y para el cuerpo de una persona no era la realidad, era realmente la interpretación. 

Lo que afecta realmente a las personas no son las realidades, son las interpretaciones. Luis lo grabó en su corazón. Leía aquellas líneas sobre las interpretaciones con atención y con la experiencia que había vivido. 

“Los niños perciben fantasmas, monstruos y dragones espantosos y se aterran”. 

“Mas si preguntan a alguien en quien confían cuál es el significado de lo que perciben, y están dispuestos a abandonar sus propias interpretaciones a favor de la realidad, su miedo desaparece junto con ellas”. 

“Hijo mío, tienes miedo de tus herman@s, de tu Padre y de ti mismo”. 

“Pero estás simplemente engañado con respecto a ellos y con respecto a ti mismo”. 

“Pregúntale al Maestro de la realidad lo que son ellos y lo que eres tú, y al escuchar Su respuesta, tú también te reirás de tus miedos y los reemplazarás con la paz”. 

“Pues el miedo no se encuentra en la realidad, sino en las mentes que no entienden la realidad”. 

Luis entendía muy bien el sentido de la interpretación. Si se interpreta que todos son Hij@s de Dios, y esa es la auténtica realidad, la relación con los demás será prudente, sensata y acorde con lo que son tod@s también, Hij@s de Dios. 

Luis aceptaba que la interpretación era vital para su vida. Y decidió aceptar la realidad que el Padre proponía al considerarnos a tod@s como Hij@s del Padre Celestial.

viernes, junio 24

OFENSA, SUPERACIÓN, AMOR

Martín estaba un poco confundido. Escuchaba a su madre. La veía contrariada. Hablaba de una vecina que la había ofendido. Martín sufría en esas ocasiones en las que una buena amistad, unas buenas relaciones entre las personas conocidas quedaban truncadas por un detalle, por un comentario.

La ruptura, la separación entre las personas era una experiencia que le costaba admitir en su interior, en su vida y en sus sentimientos. Muchas veces se preguntaba si realmente había habido una intención de molestar o solamente un comentario no muy acertado. 

Como siempre, toda la familia apoyaba a su consanguíne@. En eso no había discusión. No se reflexionaba sobre la verdad, sobre la sensibilidad, sobre la sensatez. Los bandos se formaban como si fueran un automatismo. Cada bando defendiendo al suyo. 

Martín veía en esa disposición una actitud poco sabia. Una actitud de colaboración y de apoyo se veía, de la noche a la mañana, abocada al fracaso. No solamente había desaparecido la buena relación. Había sido reemplazada por una actitud de rechazo, de desprecio y de desdén absurdo. 

Martín veía la aportación de Jesús muy propia en estos casos: “Oísteis que fue dicho – No matarás - pero yo os digo que el que sea irrespetuoso con su. . .” Una lucha de sentimientos encontrados y enfrentados se desarrollaba entre las dos familias. 

Martín lo pasaba realmente mal. Se veía con ojos descentrados y mal dirigidos hacia su persona. Él no había hecho nada. Y también pensaba que un malentendido no era para tanto. Le gustaría encontrar algún modo de solución, de clarificación de conceptos y no de enfrentamiento. 

Una buena relación se apreciaba mucho. Una buena relación era la paz que toda criatura necesitaba. Se veían arrastrados por vientos huracanados sin quererlo. Y debían seguir esos vientos por automatismos reflejos. Todo un sinsentido. 

Al dar con los siguientes pensamientos, Martín vio una solución nueva a esas situaciones llenas de grietas pero carente de manos comprensivas. 

“Si percibes que un herman@ te ha ofendido, arranca la ofensa de tu mente, pues es Cristo quien te ofende y estás engañado con respecto a Él”. 

“Sana en Cristo y no te sientas ofendido por Él, pues la ofensa no tiene cabida en Él”. 

“Si lo que percibes, te ofende, te ofendes a ti mismo y condenas al Hijo de Dios a quien Dios no condena”. 

“Deja que el Espíritu Santo elimine todas las ofensas que el Hijo de Dios comete contra sí mismo, y no percibas a nadie si no es a través de Su consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación”. 

“Acepta Su poder sanador y extiéndelo a todos los que Él te envíe, pues Su Voluntad es sanar al Hijo de Dios, con respecto al cual Él no se engaña”. 

Martín veía en estas ideas una superación del dolor, una superación del enfrentamiento que tanta contrariedad y molestia conllevaba. También veía que la visión de Jesús entraba en los entresijos de la vida diaria de las personas. Ello le alegraba sobremanera. 

Considerar a cada persona como Jesús, era un cambio de visión nueva, transformadora y redentora. Jesús estaba en su labor de ir borrando las ofensas diarias que tantas y tantas lágrimas y pensamientos negativos arrastraba. 

Martín sonreía. Al fin, encontraba un nuevo camino para enfrentar esos dichosos malos entendidos.

jueves, junio 23

CURACIÓN, SOLUCIÓN, SORPRESA

Ricardo estaba impresionado por lo que estaba leyendo. Nunca se había imaginado que las enfermedades procedían de los pensamientos no amorosos en la mente. La sensación de estrés continuo y miedo hacía funcionar de modo poco apropiado el organismo.

Ricardo recordaba su primera visita al médico a la edad de catorce años. Tenía una indisposición gástrica. Lo consultó con su madre. Los dos decidieron que era oportuno que fuera al médico para que le calmara esa sensación de molestia continua. 

Estaba en la sala de espera. Cada paciente era llamado y entraba en la consulta del médico para encontrar una solución. Le tocó a Ricardo y pasó a la sala donde estaba el doctor y una enfermera que escribía las prescripciones y extendía la receta. 

El doctor se interesó por los inconvenientes que le producía el estómago. Ricardo se los detalló con claridad. Al terminar, se quedó sorprendido por una pregunta del médico: “¿Has tenido algún disgusto estos días?” Ricardo reaccionó ante la pregunta y le afirmó que había tenido un revés fuerte hacía dos días. 

El médico le dio la medicina oportuna. Salió con la receta extendida por la enfermera y con unos saludos cariñosos del doctor que le deseaba que se recuperase pronto. 

Ricardo pensó en ese revés que le había provocado ese desorden en su aparato gástrico. Por primera vez, se dio cuenta de la influencia de las emociones en el funcionamiento del cuerpo. Todo un horizonte se le abrió delante de sí. 

El cuerpo había alterado su normal funcionamiento por una reacción poco adecuada ante la incomprensión enfrentada con cierta persona. Su actitud en contra le había alterado. 

Ricardo reconocía que, de haber tenido otra actitud, la reacción no hubiera sido negativa y entonces su cuerpo no hubiera sido trastornado. Así concluía que el funcionamiento de la mente no sólo alteraba sus pensamientos sino que influía en el normal desarrollo de su cuerpo. 

Ricardo veía que cuidar la mente con unos pensamientos siempre adecuados a la ocasión, le sanaban la mente y el cuerpo. La unión de los dos estaba realmente interconectada como le había demostrado su experiencia. 

Reconocía que su madre tenía ciertos miedos inconscientes y que esos miedos no controlados la hacían caer, de vez en cuando, en depresión. Ricardo sufría por su madre. No sabía cómo quitarle esos miedos. Eran absurdos para su mente. Pero, para la mente de su madre, tenían toda la realidad. 

Ricardo reconoció que cada mente tenía su forma de funcionar respecto a los pensamientos. Una particularidad que no era universal. Y eso le preocupaba porque veía que, de alguna manera, cada persona se fabricaba su propia cárcel de miedo y angustias personales no objetivas. 

Le repetía, muchas veces a su madre, que no tenía sentido aquel miedo por las cosas que desconocía. En ocasiones proyectaba esos miedos sobre Ricardo y le hacía sufrir y, a la vez, sufría ella. Una situación sin posibilidad de solución. Al menos, Ricardo no lo veía. 

Esos miedos influían sobre su madre, sobre sus depresiones, sobre su salud, sobre su calidad de vida. ¡Qué importante era tener pensamientos adecuados, positivos, alegres, tranquilos y confiados! Ricardo no veía causas para que su madre padeciera. Era todo un juego de la mente. 

A veces, pensaba que esos miedos de su madre estaban en la falta de amor de su padre hacia su madre. Una falta de amor que su madre lo canalizaba por el miedo y la falta de seguridad. En algunos momentos su madre se le abría en confianza y se relajaba un poco al sentir el amor de Ricardo. 

Su madre se centraba mucho en Ricardo. Era su tabla de salvación. Su soledad amorosa la llenaba con su hijo y así, de alguna manera, mitigaba la sequía amorosa que padecía. 

Todo ello le hizo mucha mella en su salud, en su equilibrio, en su forma de pensar, y se reflejaba en esa falta de confianza tan característica en ella. Pasado el tiempo, Ricardo veía, con mayor claridad, la influencia en la salud de esta falta de amor. 

Por ello, aquellas líneas le impactaban pero, a la vez, le hacían reflexionar sobre su vida y sobre su madre fallecida. El amor es la esencia que no puede faltar en ninguna persona. De otra manera, le altera su funcionamiento óptimo. 

Ricardo interpretaba en aquellas líneas que el mundo real era el mundo donde el amor no faltaba. Cada persona era un depósito de amor. Un buen manejo de las emociones y de los pensamientos mantendría ese depósito siempre lleno y dispuesto a compartir. 

Estos pensamientos animaron a Ricardo en la línea de la solución. Un poco más animado empezó a leer y a profundizar en ese párrafo: 

“En el mundo real no hay enfermedades, pues en él no hay separación ni división”. 

“En él sólo se reconocen los pensamientos amorosos, y, puesto que todo el mundo dispone de tu ayuda, la Ayuda de Dios va contigo a todas partes”. 

“A medida que, por el hecho de pedir esta Ayuda estés dispuesto a aceptarla, la ofrecerás porque la desearás”. 

“Nada estará fuera del alcance de tu poder sanador porque nada que pidas te será negado”. 

“¿Qué problema puede haber que no desaparezca en presencia de la Respuesta de Dios”. 

“Pide, entonces, conocer la realidad de tu hermano porque eso es lo que percibirás en él, y, en su belleza, verás reflejada la tuya”. 

Ricardo se ponía contento al comprobar que esa acción amorosa estaba a su alcance. No era difícil ni complicada obtenerla. Se dio cuenta que su concepto sobre los demás debía cambiar. Debía creer en la bondad del ser humano. 

Al ver la bondad del ser humano, podría ver la suya. Vemos en los demás la proyección de nuestros pensamientos. Y al dejar de ver la negatividad en los demás, fuente de miedos en su madre y en él mismo, el miedo en su interior iría desapareciendo. 

Lo importante, se decía Ricardo, era ver lo mejor del ser humano. Siempre se luchaba por contraponer la idea de un ser creado por Dios a la teoría de la evolución. Sin embargo, Ricardo se dio cuenta de la importancia de considerar a los demás como realmente hij@s de Dios. 

Ese concepto le cambiaría totalmente su manera de concebirlos y de situarlos en su mente. Con cada persona que hablaba, la sentía como una parte de su Dios creador. Eso le cambió totalmente su mente, su visión y su concepto del ser humano. 

Un profundo respeto nacía en su interior. Una enorme seguridad se desplegaba. Y podía comunicarse con respeto, admiración y confianza con un hij@ de Dios en toda su extensión. Esa fue su fuente de sabiduría. Su fuente de agua viva que le hacía alcanzar su mente sana y llena de alegría.

miércoles, junio 22

REINO, CURACIÓN, LUZ

Federico estaba pensando en un relato que le habían contado hace unas semanas. Una narración que tenía mucha coherencia en sí misma. Le había hecho pensar. Una lógica que desafiaba la suya. Toda una ingeniosidad para ocultar algo realmente maravilloso.

El relato que le había llegado era el siguiente: “Dios estaba con sus ángeles tratando de buscar un lugar para instalar Su Reino entre los humanos. Le pidió opinión a su ángeles y éstos le fueron contestando. 

Uno le dijo que lo pusiera en las profundidades de los mares para que les fuera difícil hallarlo. Dios le contestó que el hombre era tan intrépido y audaz que no cejaría en fabricar todos los artilugios posibles para examinar cada centímetro del fondo marino para encontrarlo. 

Otro ángel le sugirió que lo pusiera en un valle escondido de la mirada de toda la humanidad. Dios le respondió que la idea de aventura del hombre era tal que no habría un rincón en la superficie de la tierra donde su pie dejara de estar y dejara de conquistarlo. 

Un ángel más perspicaz le dijo que lo pusiera muy cerca de sus viviendas. Con la cercanía el hombre no lograría poder encontrarlo. Dios sonrió y le dijo que el hombre es un ser nómada. No está siempre en el mismo sitio. Además le gusta cambiarse de casa y siempre está renovando su hogar. 

Otro ángel, al ver las características del hombre, le sugirió que lo pusiera dentro del alma humana. Dentro de cada persona. Dios aceptó la sugerencia dada. El hombre es un ser que busca siempre fuera de sí. Nunca busca en su interior. Sigue lo que ven sus ojos. Lo persigue. Lo lejano lo cautiva.

Pero lo cercano, lo que se encuentra en su interior, no le da importancia. Siempre está buscándose en los demás. No se busca donde realmente está. Imita a cualquiera que le guste. Parece que le gusten más los otros que uno mismo. Una total sinrazón. Si lo ponemos ahí, siempre lo tendrá a su disposición pero, difícilmente buscará”. 

Federico sabía que no era más que un relato que le había llegado. Un relato que podría haber sido alterado en el proceso de transmisión. Sin embargo, encerraba una coherencia que le impactaba. 

Las personas siempre se están buscando fuera de sí. Tratan de copiar a los demás. Intentan asimilarse al grupo. No buscan en su interior para conocer quiénes realmente son. En este apartado, Federico estaba de acuerdo con el relato. 

Veía que lo exterior, lo externo, le impactaba mucho más. Lo que veían sus ojos eran a los demás. Federico reconocía que no tenía ojos internos para verse a él mismo. ¿Cómo conocerse? ¿Cómo saber el proceso que llevaba su pensamiento? ¿Cómo descubrirse en su mirada interior?

Era fácil el movimiento. Era fácil montar una excursión, un viaje, un proyecto de movimiento. Siempre fuera de un@ mism@. No era tan fácil, porque no lo había desarrollado, aquietarse. Estarse tranquilo. Dejar que la paz y la tranquilidad le bajaran a ese mundo interior donde moraba la esencia de su persona. 

El ser humano, que ha bajado a las simas profundas de las montañas, no ha sido capaz de bajar a la sima profunda de su montaña personal: él/ella mism@. Para las simas de las montañas se había aprendido la técnica, la preparación, las habilidades y la interpretación. 

Para la sima personal no se había querido aprender las técnicas, la preparación, las habilidades, la interpretación. Parecía que cuando se tocaba el tema de descender dentro de sí mism@, el ser humano siempre daba la misma respuesta de desinterés y de pérdida de tiempo. 

Federico pensaba que era todo una falta total de comprensión. Al ser humano le gustaba conquistar, descubrir, pisar nuevos terrenos, encontrar nuevas realidades. Pero, le faltaba conquistar la tierra más hermosa del universo: él/ella mism@. 

En todos los campos el ser humano ha destacado. Ha conquistado y ha abierto nuevas fronteras. Pero, en el campo del Reino de Dios, había avanzado muy poco. 

Federico se veía abrumado por aquellas líneas que se desarrollaban delante de él. Todo un desafío y toda una solución para ser resuelta por el ser humano: 

“Hermosa criatura de Dios, estás pidiendo solamente lo que te prometí”. 

“¿Crees que yo te iba a engañar? El Reino de los Cielos está dentro de ti”. 

“Ten fe en que la verdad está en mí porque yo sé que está en ti”. 

“No te engañes, pues, con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida, sanarás la tuya”. 

“Acéptalo como su Padre lo acepta y cúrale en Cristo, pues Cristo es su curación, así como la tuya”. 

“Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el pensamiento de Su Padre, mediante el cual fue creado”. 

“No te engañes respecto al Hijo de Dios, pues, si lo haces, no podrás sino engañarte inevitablemente con respecto a ti mismo”. 

“Y al engañarte con respecto a ti mismo, te engañarás con respecto a tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible”. 

Federico percibía que la técnica o el medio de curación era mirar a las personas con la misma mirada de Jesús. Así la consideración que hacía a las personas se tornaba en la consideración que tenía de sí mismo. 

No era cuestión baladí. Era la esencia de su curación. La esencia de su salvación. La esencia de su luz interior. Podía mirar a las demás personas con la misma mirada de Jesús. ¡Toda una habilidad poco explorada! 

Federico reconocía que debía comprar esas cuerdas de quietud, relajación, tranquilidad, para descender al fondo de su alma y encontrar allí el aposento sagrado de Dios hablándole directamente. 

Deshacer los errores que alimentaba. Plantar en ese terreno, con esmero, la nueva simiente de los ojos de Cristo para abrirse al mundo de otra manera, de otra visión, de otro planteamiento, era su desafío. 

Al final, en ese camino tan sencillo, se encontraba la dirección oportuna de un cambio tan significativo que volvería de la reflexión y del descenso totalmente transformado, totalmente entusiasmado. 

Un nuevo corazón, unos nuevos ojos: “No te engañes, pues, con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida, sanarás la tuya”.


martes, junio 21

CRIATURA, MIEDO, LIBERACIÓN

Clemente se había despertado esa mañana. Durante la noche había tenido unas cuantas pesadillas que le habían impedido descansar, relajarse. Sentir ese estado de recuperación tan satisfactorio en esos momentos.

Empezó a recordar todo lo que le había sucedido el día anterior. Sabía que el origen de sus sueños estaba en los sucesos del día. Y fue repasando en su mente, una por una, esas ideas que le habían angustiado. Clemente sabía que, cuando la realidad no se ajustaba a sus expectativas, estos sueños venían. 

Veía que, en el espacio, la línea de sus expectativas no pasaba por la línea de lo que le daba la vida. Se sentía fuera de sí, contrariado, molesto y, en cierto modo, un tanto frustrado. 

Una barra interior le dirigía en sentido contrario. Un peso en su pecho ponía la sensación incómoda y molesta. Cierta presión en el cuello le dificultaba un poco la respiración. Todo en su cuerpo se ponía de acuerdo para recordarle la falta de relajación durante el sueño. 

Clemente luchaba en su mente por no darle importancia. Quería superar pronto la contrariedad. El día se abría y quería experimentarlo con toda su potencia. Sin embargo, la lucha continuaba, continuaba. No lo dejaba. 

Clemente no encontraba lógica que lo ayudara. Se sentía un tanto perdido en sus sensaciones con su cuerpo. Sabía, con claridad, que eran los pensamientos que había tenido el día anterior. Reconocía que no los había resuelto. 

No puede dejarse nada abierto. A la cama se debe ir con todas las ideas bien cerradas en su mente. Cada cosa tenía su tiempo, su oportunidad y su momento. El sueño era prioritario. Pero, Clemente, otra vez, cayó en la trampa de no disipar la angustia de aquel pensamiento que le atosigaba. 

Se preguntaba por qué tenía que sentir esa angustia. Todo estaba bien. Sabía enfrentar la situación sin problemas. Necesitaba la paz. La paz de la mañana no le venía como quería, como necesitaba. 

Se preparó el desayuno. Se calentó la leche. Se hizo las tostadas. Su mente estaba dividida entre sus acciones y sus pensamientos del día anterior. Sus automatismos funcionaron. Aunque su mente no estaba enteramente en la preparación del desayuno, sus manos y su cuerpo ya sabían sus movimientos. 

Aparentemente no le pasaba nada. Dentro de él, bullían las ideas y las sensaciones. El miedo y la energía optimista danzaban en una melodía extraña. Quería alejar una y quedarse con lo positivo del día. 

Comía absorto. Unos gestos mecánicos se instalaron en su proceso de ingerir su desayuno. Una idea le vino muchas veces a su horizonte: “hay que solucionarlo, hay que encontrar la solución”.

Terminó el desayuno. Recogió el plato, la taza, la servilleta. Cada cosa a su sitio. Cada pensamiento por un lado. Pero, sus ojos, fijos en lo que hacía, revelaban que estaban ausentes, muy ausentes. 

Clemente, sin apenas darse cuenta, se dirigió a su habitación. Se sentó en su mesa. Abrió su libro de lectura y al pasar la mano por la página se encontró con este párrafo que le hablaba: 

“Criatura de Dios, no entiendes a tu Padre”. 

“Crees en un mundo que arrebata porque crees que arrebatando obtienes lo que quieres”. 

“Y esa percepción te ha costado perder de vista el mundo real”. 

“Tienes miedo del mundo tal como lo ves, pero el mundo real sigue siendo tuyo sólo con que lo pidas”. 

“No te lo niegues a ti mismo, pues únicamente puede liberarte”. 

“Nada que proceda de Dios puede esclavizar a Su Hijo, a quien Él creó libre y cuya libertad está al amparo de Su Ser”. 

“Bienaventurado tú que estás dispuesto a pedirle la verdad a Dios sin miedo, pues sólo así podrás aprender que Su respuesta es la liberación del miedo”. 

Clemente sintió una relajación interior que necesitaba. No podía continuar con ese peso que le habían dejado las pesadillas de la noche. Había interpretado mal las percepciones que había recibido. 

Había considerado muy amenazadoras las palabras de esa persona hacia él. Ahora se daba cuenta que, desde el punto de vista del consejo divino, no tenían más allá esas palabras que dichas en un momento de tensión. Nada más que una emoción frustrada, no contenida. 

Clemente debía haber mirado el núcleo del cual procedía esa reacción. Eso lo hubiera cambiado todo. Le agradecía al Eterno la caricia de comprensión que le dirigía. Le había encantado la primera frase: “Criatura de Dios”. 

Las palabras que seguían no tenían ningún desperdicio: “no entiendes a tu Padre”. La noche anterior debía haberse puesto en comunicación con su Padre celestial. Él le hubiera dado la visión de esa amenaza que recibió. La hubiera entendido en su realidad. 

Clemente admitió que se había cegado. Se había encerrado en sí mismo. Sentía ese miedo irracional que paraliza todo movimiento. Creía que podría solucionarlo todo. 

No era así. Unas palabras de cariño llenas de comprensión tocan elementos internos que no toca la razón. Se repitió a sí mismo: “pide la verdad a Dios sin miedo”. Darse cuenta de que es uno el que se cierra para obtener la solución fue doloroso. 

Clemente no quiso contar ayer con la presencia divina. Ahora concluía que no debía repetir esa actitud. La respuesta divina era su liberación: “así podrás aprender que Su respuesta es la liberación del miedo”. 

Clemente miró a través de su ventana. Sus ojos dirigidos hacia el cielo. Su mente fija en su Padre Celestial. Sus pensamientos aquietados. 

La confianza sonriente. Su cuerpo relajado. Todo funcionaba otra vez con la energía del día. Levantaba su luz. Le invadía su alma. ¡Bendita unión esa mañana!

lunes, junio 20

PERCEPCIÓN, EQUIVOCACIÓN, GUÍA

Fernando tenía un conflicto de pensamientos en su cabeza. Las ideas se le oponían con una fuerte confrontación. Por una parte, se dibujaba el Reino de los Cielos como algo a lo que se accede después de la muerte. Por otra parte, era invitado a ser como un niño para entrar en ese Reino.

Se delineaba esta vida como un valle de lágrimas que no tenía ningún remedio, ninguna solución. Todo iría a peor. Lo mejor era pasarlo de la mejor manera. Unos esfuerzos por ganarse méritos para ese cielo futuro y una cierta apariencia de religiosidad para disfrutar de una relativa paz. 

Fernando no sabía cómo interpretar todo esto. En los evangelios había frases que eran difíciles de digerir. No eran fáciles de entender, de comprender, de llevar a cabo. Todo quedaba a la interpretación de la autoridad del momento. 

Su corazón latía con el anhelo de buscar ese camino que lo llevara al descubrimiento de su realización personal y del cielo en su mente, en su comprensión y en su desarrollo. Así tendría paz, tranquilidad y, sobre todo, una seguridad estupenda en su interior. 

La idea de volver a ser niños desafiaba la mente de muchos. ¿Qué querría decir con esta expresión? ¿A qué se referiría al compartir el mensaje con los adultos? ¿Había algo realmente que los adultos no estaban haciendo bien?

A Fernando le gustaba investigar todos los recovecos y todos los detalles posibles para encontrar ese camino. Era persona inquieta, profunda, interesada en esos temas. Tenía un interés muy marcado en conocerse a sí mismo. 

¿Cómo volver a entrar en la niñez para cumplir los objetivos de esta sabiduría que se abría ante sus ojos? Él mismo se había dado cuenta del cambio de mentalidad que había experimentado al dejar de ser niño y al aceptar ser adulto con todas las consecuencias y con toda la responsabilidad. 

¿Le tocaba deshacer ese camino? Un autor le decía que había sido niño de forma inconsciente y ahora debía ser niño, otra vez, de forma consciente. ¿Cómo ser niño otra vez de forma consciente? Una barrera de comprensión que no lograba disipar, quitar, por su falta de comprensión. 

Ahora con las líneas de aquel libro, tenía una nueva oportunidad de entender este camino de sabiduría y de bondad. Parecía que se acercaba a tener la llave secreta para abrir su tesoro personal. Todo el cuerpo le vibraba. La ilusión se disparaba y la lectura se repetía. 

“La Biblia os dice que os volváis como niños”. 

“Los niños reconocen que no entienden lo que perciben, y, por lo tanto, preguntan cuál es su significado”. 

No cometas la equivocación de creer que entiendes lo que percibes, pues su significado se te escapa”. 

“Mas el Espíritu Santo ha preservado su significado para ti, y si tú le permites que lo interprete, Él te devolverá lo que tú despreciaste”. 

“Sin embargo, mientras creas que sabes cuál es el significado de lo que percibes, no verás la necesidad de preguntárselo a Él”. 

Fernando empezaba a entender el camino de interpretación de esta frase. Y precisamente hablaba de interpretación. Ser como niño es no tener ningún problema al permitir que otro nos explique lo que nosotros percibimos. Además de nuestra interpretación, puede haber otra. 

Fernando ya había descubierto, en su experiencia, que le había dado un sentido a una percepción que tuvo en una ocasión. Ese sentido se reveló con el tiempo como una total equivocación. Con toda su vida de adulto, con toda su mente sabia, con toda su mejor disposición, Fernando no decidió con acierto. 

Ahora captaba, mucho mejor, el sentido de este texto. En muchos momentos no sabemos interpretar lo que percibimos. No estaba nada mal lo de tener un guía en su interpretación. Como adulto, había descubierto que desconocía muchas cosas relativas a las personas, a sus intenciones y a sus causas. 

También se había dado cuenta que muchas personas entraban en dificultades por interpretaciones erróneas que solamente estaban en sus mentes. Necesitaban que una persona de confianza les clarificara la situación. 

Se sentía feliz al descubrir este sentido en el texto. Comportarnos como niños en el terreno de la interpretación de lo que nos llega a nosotros. No nos conocemos a nosotros mismos y, en ocasiones, creemos que llegamos a conocer a los demás. Todo un sinsentido. 

¡Qué maravilla ser niños! Preguntarlo todo. Tener un guía. No caminar solos. Tener una voz amiga que pueda darnos otra alternativa. Perder esa seguridad en nosotros que nos hace creer que lo hemos interpretado bien, muy bien.

Fernando reconocía que sus mayores errores habían estado en los momentos que había interpretado que tenía toda la razón. En los momentos en que se repetía a sí mismo que había actuado bien y, por lo tanto, toda la conclusión había sido correcta. 

Ahora, repasaba los momentos cuando su razón le decía que él estaba en lo cierto y los demás equivocados. Esos momentos se llenaban de tal fuerza interior que se sentía completamente seguro de su acertada conclusión. Pero, el tiempo le había demostrado su incorrección. 

La última frase resonaba en su interior: “Mientras creas que sabes cuál es el significado de lo que percibes, no verás la necesidad de preguntárselo a Él”. Fernando concluía que deseaba ser niño en su actitud, ser niño en su disposición, ser niño en la interpretación. 

Al ser niño, aceptaría, con sumo agrado, la interpretación oportuna. Una actitud que cultivaría para dejar entrar la voz del Espíritu Santo en su vida. Él sería su guía y no estaría más instalado en la separación. Este es el amor que emana de una acertada comprensión.

domingo, junio 19

REALIDAD, PERCEPCIÓN, ILUSIÓN, SORPRESA

Sofía estaba con la mirada perdida, ensimismada en ella misma, con esos pensamientos a los que tantas veces acudía. Imágenes que se fabricaba para eludir la realidad que tanto daño le hacía.

De vez en cuando, se tomaba esos ratos de descanso y de huida del exterior para poder recomponer los sentimientos rotos y las inquietudes frustradas que tanta molestia le provocaban. 

Sofía se construía todo un mundo en esos momentos. Un mundo hecho a su imagen y semejanza. Un mundo creado con esas relaciones que tanto su corazón buscaba y no encontraba. Le gustaba engolfarse en esas imágenes que creaba. 

Allí, perdía la noción del tiempo. La felicidad era suprema. Sentía que todo se deslizaba según le dictaba su alma. Allí todo era una calma y unos sentimientos naturales porque eran los suyos que no podía compartirlos con nadie. 

Al menos, en aquellos momentos, podía expresarse tal cual era ella sin ninguna barrera que la limitara. Vivía su libertad con total autenticidad. Su imaginación era despierta, viva, clara y variada. Se sentía renacer, se sentía bien tratada. Se sentía comprendida. 

Se sentía ella misma en toda su amplitud. Un gozo de encanto que disfrutaba en sus retiros de la muchedumbre. Al menos, se decía, puedo inventar ese mundo en mi mente y diseñarlo según mis necesidades y mi forma de ser y de entender la vida. 

Todo un prodigio de ensueño que la envolvía como una sábana agradable en sus momentos de tensión y que le recordaban lo grande que era ella y lo maravilloso que era mostrarse auténtica. 

Reía, sonreía, gozaba, disfrutaba. Miles de gestos aparecían en su cara. Miles de incidencias pasaban por su cabeza. Se inventaba conversaciones y las desarrollaba según sus carencias. Allí se daba todo el calor que necesitaba. 

No quería enfrentarse con el fragor de la batalla de la rutina diaria. En esos sueños que se fabricaba se sentía feliz, relajada, comprendida y aceptada. ¡Había tantos elementos de su personalidad que no podía compartir con sinceridad con nadie!

Y, sin embargo, Sofía pensaba en aquellas líneas que tenía delante de sí y que desafiaban esos sueños que se montaba en su cabeza. Ella reconocía que era una huida de la realidad. Ella aceptaba que se creaba mundos de ficción. 

Pero, necesitaba tanto el amor, el cariño y la comprensión que no podía dejar de acudir a ellos. Aquellas líneas la interpelaban: 

“El mundo que tú percibes no pudo haber sido creado por el Padre, pues el mundo no es tal como tú lo ves”. 

“Dios creó únicamente lo eterno, y todo lo que tú ves es perecedero”. 

“Por lo tanto, tiene que haber otro mundo que no estás viendo”. 

“La Biblia habla de un nuevo Cielo y de una nueva tierra, mas esto no puede ser cierto en un sentido literal, pues lo que es eterno no puede volver a ser creado”. 

“Percibir de manera diferente es sencillamente percibir de nuevo, lo cual implica que antes, o en el ínterin, no estabas percibiendo en absoluto”. 

“¿Cuál es entonces el mundo que le espera a tu percepción cuando finalmente lo veas?”

“Todo pensamiento amoroso que el Hijo de Dios jamás haya tenido es eterno”. 

“Los pensamientos amorosos que su mente percibe en este mundo constituyen la única realidad de éste”. 

“Estos pensamientos amorosos son eternos”. 

“El mundo real ciertamente se puede percibir”. 

“Lo único que ello requiere es que estés dispuesto a no percibir nada más”. 

“Pues si percibes tanto el bien como el mal, estarás aceptando lo falso y lo verdadero, y no estarás distinguiendo claramente entre ellos”. 

Sofía se daba cuenta de esta afirmación. Ella se creaba su mundo con la percepción de lo bueno, de lo amable, de lo infinito, de lo cordial, de lo duradero y de lo agradable. 

Sofía caía en la cuenta de que cuando recibía algún mensaje que ella interpretaba de ataque, realmente no era de ataque. Era la comunicación de que el remitente estaba pasando un mal momento. 

Sofía empezó a ver la confusión de los mensajes. Se dio cuenta de que lo maravilloso era no devolver esa confusión. Era enviar una palabra de compresión al remitente para decirle que esa necesidad de amor que mostraba había sido captada y se podía llenar con una palabra amable. 

Podía ir trasladando ese mundo que se creaba de bondad y de comprensión a la vida real. La podía aplicar en aquellos momentos para cambiar la situación. Empezó a sentir que era una parte de todos los que la rodeaban. Y ella, también, debía colaborar en crear una atmósfera respirable. 

Los mensajes confusos eran eso, mensajes confusos. Lo importante era aceptar que todas las personas eran como ella. Todas necesitadas de una mano amiga, de una mano amable, de una mano tierna y de una mirada cristalina. 

Sofía daba gracias al Eterno por poder encontrar a su alrededor ese mundo que ella ansiaba. Su percepción había cambiado y su eternidad había empezado.