Esa noche Sergio se había ido a la cama con una preocupación en su mente. Al día siguiente, iba a producirse un hecho que desafiaba toda su seguridad interior. Se enfrentaba a algo muy dentro de él. Sergio repasó, otra vez, el camino que debía recorrer y lo veía claro.
Decidió dormir y dejar pasar las horas en el sueño para poder enfrentarse de forma relajada a ese nuevo hecho en su vida. Tenía ganas de liberación. Había entendido que debía vencer sus propias limitaciones. No podía estar atrapado en esos miedos que le devoraban en muchos momentos.
Con estas ideas en la cabeza, Sergio fue cayendo poco a poco en la relajación y en el sueño reparador. A las dos de la madrugada, una sacudida interna le despertó. Le hizo sentar en la cama. Una angustia honda se dibujaba en su garganta. La presión era notable.
Medio dormido, medio despierto, se dio cuenta de que su subconsciente estaba jugando la partida del miedo y no podía resolverla solo, a pesar de la decisión tomada antes de irse a dormir. Parecía que necesitaba, otra vez, escuchar la decisión.
Sergio reparó que no podía ceder a este ataque personal interior. Tenía claro que la salida se encontraba delante. Debía encontrarse con ella. El miedo apretaba pero, el deseo de ceder era superado totalmente por la claridad que tenía en su mente. La solución era caminar hacia adelante. No podía detenerse.
Por unos momentos la lucha se hizo intensa, pero la claridad de Sergio se iba imponiendo. Una decisión que llegó a tener sin ninguna duda. Ante esta posición de Sergio, su subconsciente se tranquilizó. Le devolvió la paz y la tranquilidad interior.
El sueño volvió a su cuerpo. Descansó toda la noche. A la mañana siguiente, se quedó perplejo del incidente. Parecía que el subconsciente no fue capaz de detener ese miedo. Le hizo despertar y lo enfrentó, otra vez, con la situación para que tomara la decisión oportuna.
Su comprensión de la necesidad de superarlo para abrir nuevos caminos delante de él, no le hicieron dudar ni por un instante. Su claridad y su determinación jugaron un lugar muy importante en esa resolución.
Sergio entendía ahora mucho mejor estas reflexiones:
“Reconocer el miedo no es suficiente para poder escaparse de él, aunque sí es necesario para demostrar la necesidad de escapar”.
“El Espíritu Santo tiene aún que transformar el miedo en verdad”.
“Al haberte enseñado a aceptar únicamente los pensamientos de amor de otros y a considerar todo lo demás como una petición de ayuda, te ha enseñado que el miedo en sí es una petición de ayuda”.
“Esto es lo que realmente quiere decir reconocer el miedo”.
“Si tú no lo proteges, el Espíritu Santo lo reinterpretará”.
Se quedaba perplejo al verse reflejado en estas líneas. Así le había pasado. La reinterpretación que hizo de la cuestión fue tan clara que el miedo se fue disipando como la niebla por la presencia del sol. Se desvaneció como si nada.
Sergio sentía cada vez más fuerte las palabras de un autor que le llegaron al corazón, a su mente: “Cuando comprendes una situación, un error, un inconveniente, estos desaparecen”.
Era un paso esencial. Lo había comprendido y, en esa ocasión, lo había experimentado totalmente. La claridad, la determinación, y la ayuda del Espíritu Santo, fueron sus armas poderosas para deshacer el miedo.
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