jueves, octubre 25

ERES AMOR


Mateo se había preguntado en varias ocasiones a través de su vida la mezcla de sentimientos encontrados en los evangelios. Se hablaba de amor, pero el final de los cuatro evangelios contenía los relatos de un asesinato. Las procesiones de semana santa eran imágenes ensangrentadas y llenas de horror. 

Estuvo expuestas a ellas. No era difícil ver que, después de tanta exposición a la crueldad, las experiencias de la vida nos hablaran de crueldades entre humanos. La vida se imponía y cada ataúd llevaba su crucifijo para sellar la crueldad como seña de identidad de las personas. 

Después de tanto horror, no era posible decir que la persona era todo amor, que Jesús era todo amor. El odio, la crueldad, el castigo, el pecado se mezclaba de tal manera que desde el interior del ser humano se aspiraba por un mundo diferente al que nos sugerían sus fiestas de semana santa. 

“Estos son algunos de los pensamientos tergiversados del Nuevo Testamento, si bien su evangelio es, en realidad, únicamente el mensaje del amor. Si los Apóstoles no se hubieran sentido culpables, nunca me habrían podido atribuir expresiones tales como: “No he venido a sembrar paz, sino espadas”. 

“Esto está en clara oposición a todas mis enseñanzas. De haberme entendido realmente, no podían haber descrito tampoco mi reacción a Judas como lo hicieron”. 

“Yo no pude haber dicho: ‘¿Traicionas al Hijo del Hombre con un beso?’ a no ser que hubiese creído en la traición. El mensaje de la crucifixión fue precisamente que yo no creía en la traición”. 

“El ‘castigo’ que se dijo que infligí a Judas fue un error similar. Judas era mi hermano y un Hijo de Dios, tan miembro de la Filiación como yo. ¿Cómo iba a condenarlo cuando estaba listo para probar que condenar es imposible?” 

Al quitar la interpretación de castigo, de crucifixión, de muerte, de culpa y de ataque, el valor y el pensamiento del amor era una realidad que destacaba en nuestra mente acostumbrada al castigo y a la culpa. 

Jesús vino para decirnos que otro tipo de pensamiento no centrado en el ego, en el pecado, la culpa y el castigo, era posible. Un pensamiento centrado en la unidad, en la unión y en el perdón. Y Mateo sentía que esos planteamientos le solucionaban los conflictos que le habían abrumado desde pequeño. 

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