martes, octubre 23

ERES UNA ROCA DE PAZ


Benito vislumbraba la fortaleza de tener unas ideas claras, apacibles, serenas, firmes y comprensivas en su vida llenas de amor y de luz. Era como tener una roca en su visión y en sus ideas que lo dirigían con sabiduría y con esa tranquilidad de solucionar asuntos como los de Salomón con el problema del niño. 

Era vivir esa fuente con toda la naturalidad del mundo. Era ponerse en contacto con el saber, con el conocer los mejores pensamientos del Eterno en nuestra existencia. Era experimentar ese saber y deleitarse con sus frutos sin ninguna duda. Era su anclaje que no lo hacía soltar los vientos más hostiles de la vida. 

Era escuchar Su Voz y no ponerla en duda de ninguna manera. Era perder las ideas que había escuchado siempre de desconfianza y construir la confianza con los resultados maravillosos que obtenía. 

“Lamento cuando mis hermanos no comparten mi decisión de oír solamente una Voz, pues eso los debilita como maestros y como alumnos. Con todo, sé que no pueden realmente traicionarse a sí mismos ni traicionarme a mí, y que sobre ellos es donde todavía tengo que edificar mi iglesia”. 

“No hay ninguna otra alternativa al respecto porque únicamente tú puedes ser la roca de la iglesia de Dios. Allí donde hay un altar hay una iglesia, y la presencia del altar es lo que hace que la iglesia sea santa”. 

“La iglesia que no inspira amor, tiene un altar oculto que no está sirviendo al propósito para el que Dios la destinó. Tengo que edificar Su iglesia sobre ti porque quienes me aceptan como modelo son literalmente mis discípulos”. 

“Los discípulos son seguidores, y si el modelo que siguen ha elegido evitarles dolor en relación con todo, serían ciertamente insensatos si no lo siguiesen”. 

Benito observaba que la idea de iglesia no era la idea de un edificio. Era el concepto de la forma de pensar y de escuchar la Voz que contenía toda la sabiduría de los tiempos. Era el amor que se derramaba por el Padre y llegaba a Su Hijo para que lo compartiese con todos sus hermanos. 

Sentía una liberación hermosa. Se alegraba de que todos estábamos invitados a esas bodas de unión y de celebración. Admiraba a ese Padre que no se olvidaba de nadie y atendía los detalles de cada uno. Vibraba con la posibilidad de vivir, compartir, comprender a cada uno de los hermanos allí llamados por la Voz del Cielo. 

Esa era la roca del Eterno para construir su iglesia.

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