Luis se llenaba de alegría. Lo que acababa de leer no lo hubiera pensando nunca en su vida. Siempre había vivido en el mundo del ego. Siempre había existido en el mundo dualista. No había tenido ocasión de vivir en el mundo de la superación y de la propuesta creativa.
Entrar en ese mundo de creación y creaciones lo dejaba sin palabras. Se quedaba mudo de asombro. Con unos ligeros toques, unos significados destructivos y temibles se quedaban en unos conocimientos estupendos, maravillosos y poco dados a la incomprensión.
Valía la pena vivir esa creatividad que lo llenaba todo de propiedades extraordinarias. Salían de nuestro interior con unos toques de clarificación tan oportunos que nos daban la libertad de concebir nuestro mundo de una forma nueva, bella, amante y entusiasta.
“ ‘Los impíos perecerán’ se convierte en una declaración de Expiación, si se entiende la palabra ‘perecerán’ con el significado de ‘serán deshechos’. Todos los pensamientos no amorosos tienen que ser deshechos, palabra ésta que el ego ni siquiera puede entender”.
“Para el ego, deshacer significa destruir. El ego no será destruido porque forma parte de tu pensamiento, pero como no es creativo, y es, por consiguiente, incapaz de compartir, será reinterpretado de otra manera para así liberarte del miedo”.
“La parte de la mente que le diste al ego regresará simplemente al Reino, donde a toda ella le corresponde estar. Puedes demorar la compleción del Reino, pero no puedes introducir el concepto de miedo en él”.
Luis captaba la idea de no aportar el concepto del miedo al Reino. Así cuando el ego interpretaba la soledad, la muerte, la culpa, la destrucción, la amenaza y la tortura, el Espíritu Santo interpretaba unión, vida, liberación, creación, bendición y superación.
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