martes, octubre 2

LA ORDENACIÓN ARMÓNICA


Esteban ya iba conociendo el camino de la integridad de su mente. Una mente completa podía comprender a la mente inarmónica. Los actos desordenados de la mente dividida eran una fuente de sufrimiento para el que la tenía y para todos aquellos a los que la mente tenía acceso. 

Las contradicciones, las frustraciones, las adversidades, les golpeaban a las personas con ese tipo de mente. No solamente les hacía sufrir a ellos, también provocaban sufrimiento en todos los que le rodeaban. Una mente así no podía ofendernos nunca. 

Una mente así no podía hacernos sentir víctimas de nada. Su funcionamiento inarmónico afectaba a todos los que entraban en contacto con ella, pero no se enfadaban, no se molestaban. Conocían que más que verdugos eran víctimas de sus propias basuras humanas. 

La comprensión era la actitud más auténtica en el camino de comprensión de ese tipo de mentes. “La continua decisión de permanecer separado es la única razón posible de que siga habiendo sentimientos de culpabilidad”. 

“Hemos dicho esto antes, pero no subrayamos los resultados destructivos de tal decisión. Cualquier decisión de la mente afecta tanto al comportamiento como a la experiencia”. 

“Lo que tú deseas, esperas que tenga lugar. Esto no es algo ilusorio. Tu mente ciertamente forja tu futuro, y se lo devolverá a la creación plena en cualquier momento si primero acepta la Expiación”. 

“Retornará asimismo a la creación plena en el instante en que haya hecho eso. Al haber renunciado a su pensamiento desordenado, la correcta ordenación del pensamiento se hace evidente”. 

Compartir paz, serenidad, comprensión y apoyo, es uno de los tesoros más excelsos de nuestra experiencia. Tener esas ideas en nuestra mente ante la actuación de cualquier mente que nos ataque, nos desee desequilibrar, es el regalo mayor del mundo. 

No contribuimos a su desorden. Tratamos de recordar que esa serenidad también está dentro de esa mente y que, ante todo, tendemos una mano amiga para colaborar a la armonía de la mente. Una hermosa colaboración con la acción divina que busca, con amor, esa mente atribulada y sufriente.

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