martes, octubre 16

DECISIÓN EQUIVOCADA


Benjamín observaba que no era una idea descabellada unir la carencia de dicha en su interior con una decisión equivocada sobre alguna persona con la que había entrado en contacto. Nuestras relaciones son parte de nuestra vida de realización personal. 

Recordaba el consejo del Eterno cuando exponía que, si al llegar al templo para hablar con él se acordaba que había tenido algún enfrentamiento con alguno de sus hermanos, debía centrarse en ir y hablar con ese hermano y arreglar la situación favorable para los dos. 

Una vez arreglada la situación podía regresar al templo y dirigirse al Eterno. Benjamín, conocedor de la historia desde sus años infantiles, nunca les había dado tal importancia a las discusiones con las personas. Las había admitido como algo normal y no tenía mayor trascendencia. 

Sin embargo, la importancia que le daba el Eterno era vital. Y admitía que podía tener conexión con esa carencia de dicha que sentía en esos momentos: “Tomar esta decisión no puede ser algo difícil”. 

“Esto es obvio, si te percatas de que si no te sientes completamente dichoso es porque tú mismo así lo has decidido. Por lo tanto, el primer paso en el proceso de deshacer es reconocer que decidiste equivocadamente a sabiendas, pero que con igual empeño puedes decidir de otra manera”. 

“Sé muy firme contigo mismo respecto a esto, y mantente plenamente consciente de que el proceso de deshacer, que no procede de ti, se encuentra no obstante en ti porque Dios lo puso ahí”. 

“Tu papel consiste simplemente en hacer que tu pensamiento retorne al punto en que se cometió el error, y en entregárselo allí a la Expiación en paz. Repite para tus adentros lo que sigue a continuación. El Espíritu Santo responderá”. 

“Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy en paz. Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra. Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz. No me siento culpable. Si se lo permito, anulará todas las consecuencias de mi decisión equivocada. Elijo permitírselo, al dejar que Él tome el camino de Dios por mí”. 

Benjamín se asombraba de que todo estuviera en sus manos. Cambiar de dirección era su prerrogativa. Tomar una decisión diferente a la puesta en práctica era su posibilidad. No valía la pena, entonces, seguir empeñado en la desdicha que su corazón le decía con sus latidos tristes y faltos de vida.

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