viernes, junio 30

CONOCERSE BIEN, ELEGIR SABIAMENTE

Marcos se debatía interiormente. No comprendía por qué había hecho tales decisiones y había sido tan osado en decirle a la cara a aquella persona lo que realmente pensaba. Se sintió fuerte en esos momentos. Sin embargo, también sabía que se metía en serios problemas. El ataque siempre tenía una reacción automática de defensa y venganza. 

Marcos entendía que, la libertad que anidaba en el ser humano, lo hacía derivar entre dos mitades de su alma. Una mitad de prudencia y de comprensión. Una mitad de sabiduría y de vibración con las otras personas. Pero también había otra mitad de enfrentamiento y de ataque, otra mitad de falta de tacto y descarada. 

La libertad vagaba por ambas mitades. En cada momento, en cada ocasión se decidía la mitad que se elegía. Era fruto de la libertad. El ser humano tenía esa característica. No era un animalito siempre previsible en sus reacciones y manifestaciones. Por ello, no debía sentirse mal consigo mismo. 

Debía agradecer esa libertad que le ofrecía la mitad escogida para sus decisiones. Así se hacía poco a poco. Así aprendía gradualmente. Así desarrollaba su sabiduría e iba aumentando o disminuyendo una de las dos mitades. 

Su objetivo era agrandar una de esas dos mitades para ser uno en sí mismo. Así, por su propia elección iba creándose a sí mismo: “La corrección que tú quisieras llevar a cabo no puede sino causar separación, ya que esta es la función que tú le otorgaste”. 

“Cuando percibas que la corrección es lo mismo que el perdón, sabrás también que la Mente del Espíritu Santo y la tuya son una. Y de esta manera, habrás hallado tu propia Identidad. No obstante, Él tiene que operar con lo que se le da, y tú solo le permites operar con la mitad de tu mente”. 

“Y así, Él representa la otra mitad, y parece tener un propósito diferente de aquel que tú abrigas y crees que es el tuyo. De este modo, tu función parece estar dividida, con una de sus mitades en oposición a la otra. Esas dos mitades parecen representar la separación de un ser que se percibe dividido en dos”. 

Marcos daba fe de que eso era así. Se sentía dividido. Se sentía mal cuando entraban ambas mitades en conflicto. Pero, se sentía bien cuando pensaba que su libertad estaba en la raíz de todo. Se sentía colaborador con su Dios. Se sentía parte de esa divinidad que le había hecho. 

Sabía que una de las mitades era divina. Sabía que la otra mitad eran sus ideas de llevar a cabo las cosas sin la influencia divina. Era su cualidad innata. Sabía también que la libertad lo guiaba y la sabiduría le orientaba. Debía enfrentar ese ataque inmaduro que había salido de él. 

Su mitad divina le decía caminos para superar el inconveniente. Su mitad personal se oponía. Pero su libertad debía elegir y debía decidir completamente la mitad que debía dirigir su vida en aquella situación. Eso le dio paz. Era natural en sus decisiones. 

Marcos eligió su parte divina. Eligió con experiencia, con conocimiento de causa, con su paz, con su amor y con su comprensión. No seguía ningún instinto. Seguía la sabiduría que había ido ganando a través de los años. Y esa seguridad afloraba en esos momentos con total fuerza y claridad. La vida era una oportunidad de sacar, de cada uno de nosotros, lo mejor.


jueves, junio 29

UNA PERSONA, DISTINTAS ACTITUDES

Mateo no daba crédito a lo que estaba viendo. Desde sus ojos juveniles veía actitudes muy distintas en aquella persona a la que había ido a visitar. Le llevaba una petición de un familiar suyo. Aquella señora, con un aspecto distante, prepotente y poco amable, cogió la nota de mala gana de la mano de Mateo y se dispuso a leerla. 

Entre sus labios se oía el murmullo de descontento y de contrariedad en contra de su familiar. Mateo se preguntaba qué pintaba él en aquel asunto. No sabía nada de lo que pasaba entre ellas. La señora frunció los ojos y dijo en voz alta: “Esta quiere que le solucione yo el asunto. No lo haré”. 

Nada más decirlo, la dueña de la casa bajó a la cocina donde estábamos nosotros y le pidió un servicio a aquella señora. Las palabras cambiaron de súbito en aquella boca. Ahora, con una actitud amable, gentil, de servicio, le dijo que se lo resolvería de inmediato. 

Esos cambios descolocaron un poco a Mateo. Entrevió por primera vez cómo una persona, la misma persona, cambiaba en tan poco espacio de tiempo y se expresaba de forma totalmente distinta. Se preguntaba quién era realmente aquella persona. 

Llamó a su esposo que estaba trabajando en los exteriores y le dijo que deseaba hablar con él. Cuando vino, con una actitud cómplice le pidió un favor y que se lo resolviera de inmediato. Lo necesitaba para resolver el asunto de la dueña de la casa. 

Otro cambio que dejó a Mateo sin palabras. “En una mente escindida, la identidad no puede sino dar la impresión de que está dividida. Nadie puede percibir que una función está unificada, si esta tiene propósitos conflictivos y objetivos diferentes”. 

“Para una mente tan dividida como la tuya, corregir no es sino una manera de castigar a otro por los pecados que tú crees que son tus propios pecados. Y de este modo, el otro se convierte en tu víctima, no en tu hermano, diferente de ti por el hecho de ser más culpable, y tener, por lo tanto, necesidad de que lo corrijas, al ser tú más inocente que él”.

“Esto separa su función de la tuya, y os da a ambos un papel diferente. Y así, no podéis ser percibidos como uno y con una sola función, lo cual querría decir que compartís una misma identidad y un solo objetivo”. 

Mateo pudo ver la división en aquella señora. Tres personas distintas: él, la dueña de la casa, su esposo. Las tres personas entraron en contacto con aquella señora. La respuesta fue diferente con cada una de ellas: “Nadie puede percibir que una función está unificada, si esta tiene propósitos conflictivos y objetivos diferentes”. 

Era una materia pendiente en la vida de Mateo. También él actuaba de la misma forma. También él seguía esa metodología. Era lo natural. Era lo aprendido. Era lo vivido. Una división de propósitos y objetivos distintos. Un jaleo continuo en el interior que quitaba la paz en cada instante donde los conflictos entraban en colisión.

miércoles, junio 28

LA IDEA DE CORREGIR ES LA IDEA DE PERDONAR

Guille recordaba muchas ocasiones donde fue corregido en su proceso de crecimiento y de toma de decisiones. Los adultos cumplían esa función y trataban de orientarlo en sus momentos de duda y de equivocación. No eran momentos fáciles. La corrección no era querida por nadie. Los adultos que corregían se sentían con todo el derecho. 

Podían tener razón, pero la seguridad con la que hablaban parecía que ellos nunca se hubieran equivocado. Su seguridad y su autoridad se imponían sin ninguna duda. Guille se decía en su interior, en algunas ocasiones, que ya le vendría la ocasión para corregir a los demás. 

Había cierto aire de superioridad que se esgrimía en la corrección. A veces se menospreciaba a la persona. Otras, se la consideraba poco inteligente. Y, en algunas ocasiones, se la atacaba sin rodeos. Ya se sabía, corregir era cosa de adultos y de personas que habían pasado antes por esos problemas. 

Lo cierto era que corregir no resultaba nada fácil. Si se quería evitar hacer sentir mal a la persona, corregir era todo un arte para lograr el efecto deseado sin herir a nadie. Y eso nadie lo había enseñado. Todos estaban prestos a exponer el error. Algunos ni siquiera evitaban decirlo en público. 

Así la corrección era un suplicio. No era un momento de sabiduría donde todo quedaba en el interior y la mente encontraba el mejor camino. Ahora, con la lectura de aquellos pensamientos, Guille empezaba a entender esa acción: “Tu función no es corregir. La función de corregir le corresponde a Uno que conoce la justicia, no la culpabilidad”. 

“Si asumes el papel de corrector, ya no puedes llevar a cabo la función de perdonar. Nadie puede perdonar hasta que aprende que corregir es tan solo perdonar, nunca acusar. Por tu cuenta, no podrás percatarte de que son lo mismo, y de que, por lo tanto, no es a ti a quien corresponde corregir”. 

“Identidad y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo. De modo que, si confundes tu función con la función de Otro, es que estás confundido con respecto a ti mismo y con respecto a quien eres”. 

“¿Qué es la separación sino un deseo de arrebatarle a Dios Su función y negar que sea Suya? Mas si no es Su función, tampoco es la tuya, pues no puedes por menos que perder aquello de lo que te apoderas”. 

Guille entendía ahora mucho mejor la dificultad de la corrección. No era una acción gratificante. Sin embargo, hacerla coincidir con la función del perdón era una luz que se abría paso en su corazón. Tomaba nota de esa definición que le había llegado al alma: “Identidad y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo”. 

Las funciones que nos atribuíamos nos definían. Es más, nos hacían conocernos a nosotros mismos. Era una idea que grababa en su corazón. Una forma de conocerse según las funciones que creía que tenía. Y lejos de él, apoderarse de la idea de corrección que no le pertenecía. Lo que sí estaba en su mano era hacer coincidir la idea de corregir con la idea de perdonar. 

Guille sonreía interiormente. Era un escalón más en la escalera de sus conocimientos hacia el conocimiento de la vida. Era una libertad mayor que llegaba a su experiencia. La idea de corregir desaparecía. La idea de perdonar era la única idea que debía utilizar en sus relaciones. Era un placer y una libertad sin límites.

martes, junio 27

LA DESIGUALDAD NO FAVORECE A NADIE

Benito escuchaba aquella idea sobre la necesidad de la desigualdad entre las clases sociales desde el punto de vista económico con mucha tristeza. Algunos visualizaban esa diferencia desde una prepotencia total. Estaban seguros de que a ellos no les tocaría vivir en la necesidad que experimentaba mucha gente. 

Una expresión que sobresalía de la reunión que tocaba los corazones: “Que se fastidien”, dedicada a las clases sociales menos poderosas ponía de relieve la separación total entre las personas. Nadie elegía nacer en ninguna escala social. Nadie podía despreciar o creerse mejor a los demás por los temas económicos. 

Era un error y no podía volar por la verdad del universo. Las manos tendidas, las comprensiones desarrolladas y la unión ansiada por todos rompían las barreras de la indiferencia y de la incomprensión. Benito no dejaba que esas ideas se asentaran en la tierra de su corazón. 

Su corazón, al igual que todos los demás, latían por la unidad, por la comprensión y por la ayuda. Las ventajas materiales no reportaban ninguna ventaja espiritual y de comprensión eterna. Los primeros bancos en las instituciones religiosas no eran los primeros bancos en la vida auténtica, profunda y duradera. 

“¿Quién tiene entonces miedo de sanar? Sólo aquellos para quienes el sacrificio y el dolor de su hermano representan su propia serenidad. Su propia impotencia y debilidad sirven de base para justificar el dolor de su hermano. El constante aguijón de la culpabilidad que su hermano experimenta sirve para probar que él es un esclavo, pero que ellos son libres”. 

“El constante dolor que sufren es la prueba de que ellos son libres porque pueden mantener cautivo a su hermano. Y desean la enfermedad para evitar que la balanza del sacrificio se incline a favor de aquél”. 

“¿Cómo se podría persuadir al Espíritu Santo para que se detuviese por un instante, o incluso menos, a razonar con semejantes argumentos en favor de la enfermedad? ¿Y es acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la demencia?

Benito se afirmaba en su idea universal. Se sostenía con mayor firmeza en la curación. No se podía escuchar la desigualdad. Era realmente una demencia. La última frase había resonado en su interior: “¿Y es acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la demencia?”

La paz emanaba del espíritu de Benito. La paz le rodeaba. La tranquilidad de la verdad universal era aplaudida por el cosmos, por todas las estrellas y por todas las gentes de bien de todas las clases sociales que buscaban el apoyo y la unión. “Maravillosa verdad que nos rodeaba con sus brazos amantes”.

lunes, junio 26

SIN EL HERMANO,LA RIQUEZA PERSONAL ES PURO POLVO

Samuel se quedaba un tanto pensativo. Era la primera vez que lo escuchaba. Los tres enemigos del ser humano eran: la economía, la política y la religión. Tres campos donde los intereses primaban por encima del ser humano. Tres áreas donde muchos confiaban en la justicia de la distribución. 

Pero, Samuel veía muy bien que eran instituciones con objetivos que iban más allá de la compasión, de la comprensión, del apoyo al ser humano. Era más bien una guerra enconada entre humanos que, una rueda donde todos se enlazaban en ansias de paz, de felicidad y de universalidad. 

Realmente la economía era devastadora. Siempre con su idea de ganar lo máximo reduciendo los costes. Reduciendo los costes a niveles de sufrimiento humano, de esclavitud, de faltar a la dignidad del ser humano. Una economía que sólo miraba por la ganancia y por atesorar todo lo posible en la cuenta personal de cada uno. 

Tristezas que iban devastando la confianza del ser humano en el ser humano. Se confiaba en el dinero. No se confiaba en la palabra, en la bondad, en la seriedad, en la comprensión y en el intercambio. Se confiaba en las monedas de cada país. Se confiaba en atesorar esos papeles que parecían que abrían todas las puertas. 

Abrían todas las puertas, pero cerraban las puertas del corazón. Y, si algún tesoro los humanos nos podemos llevar dentro de nosotros, es el agradecimiento generoso de un alma que sintió nuestra ayuda, nuestra mirada, nuestro apoyo y nuestra comprensión. 

“El – costo – de tu serenidad es la suya. Este es el – precio – que el Espíritu Santo y el mundo interpretan de manera diferente. El mundo lo percibe como una afirmación del – hecho – de que con tu salvación se sacrifica la suya. El Espíritu Santo sabe que tu curación da testimonio de la suya y de que no puede hallarse aparte de ella en absoluto”. 

“Mientras tu hermano consiente sufrir, tú no podrás sanar. Mas tú le puedes mostrar que su sufrimiento no tiene ningún propósito ni causa alguna. Muéstrale que has sanado, y él no consentirá sufrir por más tiempo. Pues su inocencia habrá quedado clara ante sus propios ojos y ante los tuyos”. 

“Y la risa reemplazará a vuestros lamentos, pues el Hijo de Dios habrá recordado que él es el Hijo de Dios”. 

Samuel se daba cuenta de la diferencia de la ley de la economía. En el mundo material era: “Yo gano si tú pierdes”. En el reino espiritual: “yo gano si tú ganas”. Esa era la enorme diferencia. Nuestra seguridad estaba situada en la seguridad del otro. Nuestra ganancia estaba colocada en la ganancia del otro. No era una competición. 

La ganancia era una total colaboración: “Cuando tú ganas, yo gano”. “Cuando tú ganas, ganamos los dos”. “No miramos nuestro alrededor nada más. Miramos a los ojos de los demás”. “Evaluamos la riqueza de ambos”. Ese es el tesoro que debemos incorporar a nuestro interior. Esa es nuestra auténtica verdad. 

¡Maravilla de la vida que nos lleva por las sendas de la sabiduría! Todo lo que cuesta tu salvación está en mi mano. Todo lo que cuesta mi salvación está en tu mano. Nos lo intercambiamos y todos, todos, nos regalamos lo que la economía en sus objetivos nunca podrá deducir de sus ganancias materiales. 

Cada uno sin su hermano es un pobre de perdición. Cada uno con su hermano es su riqueza eterna de gloria y de profunda satisfacción.

domingo, junio 25

A TODO, EL AMOR LE DA SU COLOR

 Daniel había tenido un flash en su mente. Había pasado un cometa de luz de modo sorpresivo delante de sus ojos y su corazón había latido de forma especial. Veía un tanto la diferencia entre la compasión y el amor. La compasión le había llevado a identificarse con los males de las otras personas. 

La ternura se había desarrollado en su interior. La pena había dejado ese poso de dolor por el dolor de otra persona. Un sentimiento de igualdad y de unidad entre ambas almas. Sin embargo, el amor no se fijaba en los detalles difíciles y en los reveses de la vida. 

El amor se centraba en las maravillas de las almas grandes. Toda persona era un alma grande. La mirada cambiaba. El amor proponía otros caminos, otras sendas, otras miradas. Era una vibración especial. No había una mirada superior sobre otra mirada inferior. 

No había un concepto de superioridad frente a otro de inferioridad. El amor sabía que la mirada sobre el otro era la mirada sobre uno mismo. La consideración del otro era la consideración de la misma persona que miraba. Así el amor veía maravillas y nuevos horizontes alados que invitaba a la locura del vuelo conjunto. 

El amor descubría nuevos prados y nuevos colores en la vida. El amor transformaba a la otra persona en una floración de bellas melodías en danza. El amor se dejaba llevar por los pequeños detalles que hacían vibrar el alma. La mirada de amor, la experiencia de amor, la vivencia del amor, veían lo que nadie ni siquiera imaginaba. 

El amor siempre veía luces nuevas en la mirada. El amor siempre compartía trozos de luna enamorada. El amor apoyaba los motivos dudosos del otro. El amor encendía hogueras de pasión llenas de entusiasmo y de superación. El amor nos hacía nuevas personas que a nosotros mismos nos asombraban. 

“¡Cuán justos son los milagros! Pues os otorgan a ti y a tu hermano el mismo regalo de absoluta liberación de la culpabilidad. Tu curación os evita dolor a ti y a él, y sanas porque le deseaste el bien”. 

“Ésta es la ley que el milagro obedece: la curación no ve diferencias en absoluto. No procede de la compasión, sino del amor. Y el amor quiere probar que todo sufrimiento no es sino una vana imaginación, un absurdo deseo sin consecuencia alguna”. 

“Tu salud es uno de los resultados de tu deseo de no ver a tu hermano con las manos manchadas de sangre, ni de ver culpabilidad en su corazón apesadumbrado por la prueba del pecado. Y lo que deseas se te concede para que lo puedas ver”. 

Daniel vibraba en su alma. Descubría en la última frase el poder de nuestras decisiones y de nuestros deseos: “Y lo que deseas se te concede para que lo puedas ver”. Una ley que no éramos conscientes de que se producía en nuestra vida. 

Una ley que operaba en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Una ley que nos hacía creadores. Una ley que disponíamos en nuestros pensamientos y en nuestras manos. Deseemos los más hermoso y la hermosura se hará presente en nuestra mirada.

sábado, junio 24

LA AFIRMACIÓN INTERNA DEL CORAZÓN

David repasaba en su mente los diversos hechos que habían acaecido en su vida relativos al amor. El amor se había desarrollado desde tres puntos de vista: la experiencia, la comprensión del amor y la afirmación interna que le había dado su corazón cuando el amor estaba presente en su vida. 

Cuando había una vibración interna del corazón con el corazón de otra persona era una realidad evidente. No se podía negar. No se podía quitar de la cabeza. Todo el cuerpo colaboraba en esa experiencia maravillosa. Una alegría nueva y una energía estupenda se ponía al servicio de la vida y de la experiencia. 

Otros momentos había sido la comprensión del amor. Había encontrado madres que habían sentido al hijo vibrar en su interior, en sus entrañas. Desde el primer momento decidió protegerlo, cuidarlo y orientarlo en su camino. Algunas madres no dejaron de hacer esto a pesar de los reveses de la vida. 

El comportamiento del hijo no le había salido como esperaba. Pero esa decisión que hizo en su día cuando sintió moverse a su bebé en sus entrañas continuaba la función de ayudarlo, estar siempre junto a él y protegerlo. Otras madres abandonaron esa decisión. Decidieron que el comportamiento no era el esperado y decidían mentalmente dejar de ser madres. 

Así David veía que el amor era más que un sentimiento, una esperanza y una idea premeditada. Era una decisión maravillosa que hizo en sus primeros días de vida en su interior. La comprensión entraba de lleno en ese campo de la vida. 

La decisión interna del corazón era eficaz y verdadera. Con tristeza, había escuchado a personas decir que, con todo el dolor del corazón debía romper todas las lianas de relación con su hijo. Ya no era más su hijo. Se enfrentaban los tres caminos: la experiencia, la comprensión y la afirmación interna del corazón. 

No estando las tres de acuerdo, se decidía romper la relación de hijo en contra de esa afirmación interna del corazón. David sufría, pero la libertad era suprema. Seguía leyendo: “Un milagro no le puede ofrecer menos a él de lo que te ha dado a ti. De esta manera, tu curación demuestra que tu mente ha sanado y que ha perdonado lo que tu hermano no hizo”. 

“Y así, él se convence de que jamás perdió su inocencia y sana junto contigo. El milagro deshace de este modo todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían deshacerse. Y la desesperanza y la muerte no pueden sino desaparecer ante el ancestral clarín que llama a la vida”. 

“Esta llamada es mucho más poderosa que las débiles y miserables súplicas de la muerte y de la culpabilidad. La ancestral llamada que el Padre le hace a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será la última trompeta que el mundo jamás oirá. Hermano la muerte no existe”. 

“Y aprenderás esto cuando tu único deseo sea mostrarle a tu hermano que él jamás te hirió. Él cree que tiene las manos manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está condenado. Mas se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu curación, que su culpabilidad no tiene sentido alguno”. 

David veía que el amor se desarrollaba donde había curación, no había ataque, no había culpabilidad, no había rencor, no había una lista de agravios grabada en el corazón. Todos los errores superados. Todos los errores olvidados. Eso era la curación. Un cambio de mente que pensaba y consideraba de otra forma distinta a la que había tenido.

viernes, junio 23

UNA NUEVA LUZ LO CLARIFICA TODO

Abel nunca se había planteado la función de su cuerpo tal como le estaban proponiendo. Siempre había entendido que había una conexión entre la mente y el cuerpo. Pero, en la práctica, había visto que eran dos elementos que se consideraban por separado. 

La medicina trataba el cuerpo y no se planteaba, muchas veces, para nada, la mente. Las medicinas iban dirigidas hacia una parte del cuerpo para desinflamar, atenuar el dolor, facilitar el paso, y encontrar un rápido alivio a un problema puntual del cuerpo. 

De hecho, nadie hablaba de una incidencia del cuerpo como una consecuencia de una acción de la mente. Era normal considerar el cuerpo como una máquina independiente y autónoma con sus propias leyes. Sin embargo, en los últimos tiempos la medicina y los avances de modernas especialidades iban poniendo en comunicación la mente y el cuerpo. 

Abel se quedó un tanto sorprendido cuando leyó que el cuerpo no enferma. La que enferma es la mente. Y esa proyección de la mente enferma en el cuerpo era la causa de la enfermedad. Las líneas que seguían iban delineando un tanto esa incidencia de la mente en el cuerpo. 

“Un cuerpo enfermo demuestra que la mente no ha sanado. Un milagro de curación prueba que la separación no tiene efectos. Creerás en aquello que le quieras probar a tu hermano. El poder de tu testimonio procede de tus creencias.”

“Y todo lo que dices, haces o piensas no hace sino dar testimonio de lo que le enseñas a él. Tu cuerpo puede ser el medio para demostrar que nunca ha sufrido por causa de él. Y al sanar puede ofrecerle un mudo testimonio de su inocencia.”

“Este testimonio es el que puede hablar con más elocuencia que mil lenguas juntas, pues le prueba que ha sido perdonado.”

Abel se daba cuenta de que el perdón era un cambio de creencias. “El poder de tu testimonio procede de tus creencias”. Observaba que no era lo básico que había aprendido en el perdón. Sin un cambio de creencias, sin un cambio de actitud, sin un cambio de comprensión, el perdón no podía darse ni recibirse. 

Se daba cuenta de que tocaba lo esencial de la vida, lo esencial de la actitud, lo esencia de la existencia. Todo radicaba en nuestras creencias. Las creencias podían cambiarse y nosotros podíamos elegirlas. “El poder de tu testimonio procede de tus creencias”. No quería olvidarlo. Era algo muy grande que había captado. 

Los ojos ven lo físico, lo exterior, lo aparente. El verdadero perdón nacía de la esencia, del interior, de un cambio de creencias. Ese cambio de creencias era lo que facilitaba su expresión y su maravilla de curación.

jueves, junio 22

LA CURACIÓN DEL HERMANO ES LA NUESTRA

Josué iba repasando en su mente las características de esas conversaciones tipo rumores, chismes, dimes y diretes que tanto le interesaban a la gente. Tenían su lugar en todos los países. Cada país disponía de su periódico, de su programa de televisión y de sus medios para expandirlos. 

A Josué le costaba seguirlos y leerlos. Muchas noticias eran intrascendentes, otras no eran reales, otras eran exageraciones, pero todas tenían un denominador común: se acusaba a alguien, se ponía en evidencia a alguna persona conocida y era escarnecida públicamente. 

Una especie de justicia popular que condenaba sin miramientos. Y esas actitudes no tenían a veces bases y serias comprobaciones. Pero, se decían cosas y el aire las esparcía y daba hablar a las gentes. Parecía que con tal de denigrar a alguien su objetivo estaba alcanzado. 

Josué se sorprendía en su interior. Siempre en su educación le habían enseñado a decir la verdad, a respetar a las personas, a no afirmar aquello que se desconocía, a ser comprensivo con los fallos de los demás y crear, en la medida de la posible, cierto grado de unidad. 

Pero en este tipo de comentaristas, el objetivo era totalmente distinto. Cuanto más daño podía hacerse, más interesante, más lectores, más negocio y más impactante. Parecía que el mal tenía su negocio bien montado. Decían que entretenían a la gente. 

Josué también constataba que la gente se calentaba y discutían. No todo era un camino de rosas. Las críticas aceradas también se volvían contra ellas. Se desvelaba como un secreto placer deshacer la buena fama y el buen nombre de los demás. Eso realmente era noticia. 

Alguien decía que en nuestro secreto interior nos alegrábamos que le fueran mal a la gente las circunstancias de su vida. Era como un alivio de nuestras propias penas. Lo cierto era que la alegría y la paz iban por otro camino. “El perdón no es real a menos que os brinde curación a tu hermano y a ti”. 

“Debes dar testimonio de que sus pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales. ¿De qué otra manera podría ser él inocente? ¿Y cómo podría estar justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen de los efectos que confirmarían su culpabilidad?”

“Los pecados están más allá del perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían cancelarse ni pasarse por alto completamente. En el hecho de que puedan cancelarse radica la prueba de que son simplemente errores”. 

“Permite ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu hermano y a ti”. 

Ese era el objetivo de nuestras conversaciones, de nuestros apoyos, de nuestras alegrías, y de nuestras manos unidas. La alegría del hermano era nuestra alegría. Su paz, nuestra paz. Su realización, nuestra realización. Su contrariedad, nuestra contrariedad. 

Juntos para abrazarnos, para estrecharnos las manos y para sentir, en la unión, la fuerza incomparable del amor.

miércoles, junio 21

RESTABLECER EL PODER DE LA AUTENTICIDAD

Benjamín se debatía en su interior. Se angustiaba por momentos. Descansaba en algunos de ellos. Su cabeza le daba vueltas. La culpabilidad del error que había hecho le atacaba con dureza. Tenía que enfrentarse a su equivocación. No podía dejar de dar la cara. Pero, ¡era tan triste todo! 

“Cometer una equivocación no debiera ser tan terrible” pensaba Benjamín. Se animaba a sí mismo repitiéndose la idea de error frente a pecado, la idea de error frente a intencionalidad de hacer daño, la idea de error frente a la idea de condenación. 

Recordaba la actitud de Edison cuando se equivocó la vez 999 en su camino para descubrir la luz. Su respuesta se la repetía dentro de sí. Frente a las ideas de fracaso y de condenación de los demás: “Debes aceptar que has fracasado estrepitosamente. Hs fallado 999 veces. ¿Quieres alguna más?”. Edison siempre tenía la misma respuesta: “He encontrado 999 caminos por donde no debo ir”. 

Gracias a ese cambio tan sustancial y tan significativo, ahora estamos disfrutando de la luz en nuestros cuartos y en nuestras ciudades. La condenación no ha hecho avanzar a la civilización. La ha entorpecido sobremanera en muchos momentos. Ha culpabilizado. Y se ha cobrado vidas inocentes al servicio de la verdad. 

Benjamín se lo repetía con serenidad. Debía reproducir la actitud de Edison frente al error. No debía sentir el peso de la culpa, de la vergüenza y del ridículo frente a nadie. Debía sentirse un investigador de la vida. Así iría conociendo, como Edison, los caminos por donde no debía caminar. 

“Ser testigo del pecado y, al mismo tiempo, perdonarlo es una paradoja que la razón no puede concebir. Pues afirma que lo que se te ha hecho no merece perdón. Y si lo concedes, eres clemente con tu hermano, pero conservas la prueba de que él no es realmente inocente”. 

“Los enfermos siguen siendo acusadores. No pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos. Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, pues ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su hermano”. 

“Por lo tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eliminado de su propia vida. El perdón no puede ser para uno y no para el otro. El que perdona se cura. Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que todavía pudiese utilizar contra sí mismo o contra cualquier cosa viviente”. 

Benjamín se tranquilizaba. La idea del perdón, de la comprensión, del error y de su superación le llenaba mucho. Le devolvía esa paz que todo lo podía. El verdadero espíritu le entraba por todos sus resquicios. Era una sensación tranquila, serena, maravillosa y fabulosa. 

No solamente merecía la pena el perdón por las consecuencias tan maravillosas que traía. El perdón restablecía la verdad, la serenidad y la luz clara de la ciencia en nuestro corazón. Solamente el corazón avezado en el error podía dejar de experimentar ese gozo inmenso de lo auténtico y de lo verdadero. 

Era un gozo que se sumaba a las consecuencias. Era un gozo que ampliaba la mente, ensanchaba el corazón, ampliaba los pulmones y los aires del espíritu de verdad invadía todos los intersticios de su cuerpo, de su objetivo, de su alegría y de su maravillosa ilusión.

martes, junio 20

PERDÓN VIVIFICANTE

Marce estaba reflexionando sobre el perdón. Reconocía que era algo que había sucedido en su vida, pero nadie, absolutamente nadie, le había hablado sobre el perdón de un modo certero, profundo, comprensivo y verdadero. Era un sentimiento que le hacía sentir bien cuando perdonaba y trataba de olvidar ciertos enconos interiores. 

Durante mucho tiempo había oído solamente la idea de perdonar a los demás. Más reciente había escuchado la idea de perdonarse a sí mismo. Este descubrimiento le subrayaba la idea de desconocimiento que tenía sobre el perdón. No había logrado penetrar en sus entresijos ni en sus raíces. Sin embargo, el perdón era esa asignatura pendiente que todos teníamos. 

Se deleitaba en aquellos textos que le hablaban de perdón. Reconocía que sus planteamientos eran verdaderos. No los había tenido presente en muchos momentos. Ahora se dejaba llevar por ellos. “Los que no han sanado no pueden perdonar. Pues son los testigos de que el perdón es injusto. Prefieren conservar las consecuencias de la culpabilidad que no reconocen”.

“No obstante, nadie puede perdonar un pecado que considere real. Y lo que tiene consecuencias tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la vista. El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es verdad”. 

“No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. Nadie que esté hablando en serio diría: “Hermano, me has herido. Sin embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado”. 

“Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposible, pues ambas cosas no pueden coexistir. Una niega a la otra y hace que sea falsa”. 

Marce iba entendiendo que el perdón que sanaba nacía de una comprensión totalmente distinta. No creía en la intencionalidad del otro para hacerle mal. Creía en la confusión del otro que, por creer defenderse, hería creyendo que hacía bien. Era un planteamiento totalmente distinto. 

Si no había un planteamiento distinto, entonces se daba la paradoja: “No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo”. Era un cambio de mirada. Era un cambio de planteamiento. Era un cambio de visión. Era un cambio de consideración.

Y ese cambio de consideración, Marce, se daba cuenta de que nunca se lo habían planteado. Nadie le había hablado del mismo. Pero, ahora, estaba feliz y contento. Con ese cambio de planteamiento, podía perdonar y perdonarse.

lunes, junio 19

SANAR TIENE SUS CAMINOS Y SUS MEDICINAS

Gonzalo veía la cara preocupada de su madre. Su pregunta resonaba en sus oídos. Estaba preocupada por él, por la evolución de la enfermedad en la que estaba sumido. La hepatitis le había varado durante dos meses en casa para poder restablecerse otra vez. 

Su madre sufría porque todos los días le hacía la misma comida. Era un hervido. El médico indicaba que la indisposición del hígado le impedía asimilar los alimentos. Debía cuidarlo. Y estuvo durante tres meses o más comiendo aquella única comida. 

Gonzalo disfrutaba de la comida. Era sencilla. Y, como todas las cosas sencillas, era sabrosa. Su cuerpo la agradecía y la digería tranquilamente durante el reposo que debía hacer después de comer. Volver a recobrar la salud era el principal objetivo. Todo iba según las pautas médicas. 

Pero las indicaciones de Gonzalo eran importantes para su madre. “¿Te encuentras bien? ¿Te vas encontrando mejor?”. Las respuestas positivas le animaban mucho. Veía que su cuidado diario y su preocupación alcanzaban sus objetivos. Momentos de la vida donde la paz, la relajación, la serenidad y la tranquilidad jugaban sus papeles con mucha sabiduría. 

A los dos meses se volvió a reincorporar al trabajo. Los análisis que se hacía iban mejorando. Pero, Gonzalo seguía comiendo aquella comida única todos los días. La paz iba dando fortaleza y confianza a aquel cuerpo. La relación con la madre era estupenda. 

Se quedaba pensando leyendo las siguientes líneas: “¿Es atemorizante sanar? Sí, para muchos lo es. Pues la acusación es un obstáculo para el amor, y los cuerpos enfermos son ciertamente acusadores”. 

“Obstruyen completamente el camino de la confianza y de la paz, proclamando que los débiles no pueden tener confianza y que los lesionados no tienen motivos para gozar de paz”. 

“¿Quién que haya sido herido por su hermano podría amarlo y confiar en él? Pues su hermano lo atacó y lo volverá a hacer. No lo protejas ya que tu cuerpo lesionado demuestra que es a ti a quien se debe proteger de él”. 

Gonzalo sabía que debía perdonarse a sí mismo. La enfermedad había venido por algún descuido y por algunas prácticas no oportunas. Había dejado abiertas las puertas para que el camino de la confianza y de la paz no pudieran obstruirse. Tener un sentimiento de culpabilidad cerraría dichas puertas. 

Era el momento de la sabiduría, de la comprensión, del amor y del perdón. Eran las auténticas medicinas. Gonzalo lo sabía. La respuesta positiva a su madre se basaba en esa paz y en esa confianza que su alma gozaba y la transmitía sin ningún problema al hígado para que realizara su función. 

Se tomaba las medicinas prescritas por el médico, pero no olvidaba las medicinas indicadas por el médico del Cielo.

domingo, junio 18

PAZ LLENA DE VIDA

José jugaba con las palabras y se quedaba con algunas de ellas que le despertaban hermosas sensaciones. De todas ellas, la paz era el elemento que le definía el cielo, la serenidad, la plenitud y la alegría. Era una palabra sencilla pero su poder trascendía los cielos y la tierra. Era el final de la ansiedad, de la preocupación, del ataque, de los enfados y de los enfrentamientos. 

Se daba cuenta que esa palabra podía restablecer el equilibrio, la unión, el encuentro, la verdad, la tranquilidad de ánimo y de toda alteración emocional. Era básica para experimentar la alegría. Era natural para abrir los ojos con una mirada nueva y encontrar, en los demás, respuestas hermosas de felicidad. 

La paz ofrecía confianza, apertura, la mano tendida y un abrazo salido del corazón. La paz unía. Nos abría la comprensión y la colaboración entre todos. Nos devolvía el sosiego que necesitábamos para seguir aspirando a los mejores ideales. 

La paz nos restauraba y nos envolvía en su manto de seda, cálido, de tacto suave y amable que nos devolvía el ser de nuestro interior. Era sentirla y era descansar las tensiones del alma. Era sentirla y era vivir sin gravedad en la vida. Nada pesaba. Todo volaba. Las ilusiones ascendían cual globos de colores hacia los cielos abrazadores. 

“En este espacio vacío, del que el objetivo del pecado ha sido erradicado, se puede recordar el Cielo. Ahora su paz puede descender hasta aquí y la perfecta curación reemplazar a la muerte”. 

“El cuerpo puede convertirse en un símbolo de vida, en una promesa de redención y en un hálito de inmortalidad para aquellos que están cansados de respirar el fétido hedor de la muerte”. 

“Deja que su propósito sea sanar. De esta manera, pregonará el mensaje que recibió y, mediante su salud y belleza, proclamará la verdad y el valor de lo que representa”. 

“Deja que reciba el poder de representar la vida eterna, por siempre a salvo del ataque. Y deja que su mensaje para tu hermano sea: Contémplame hermano, gracias a ti vivo”. 

José veía que la paz devuelta al cuerpo era una fuerza capaz de curar, de sanar. “Deja que su propósito sea sanar. De esta manera, pregonará el mensaje que recibió y, mediante su salud y belleza, proclamará la verdad y el valor de lo que representa”. 

José dejaba que su pensamiento se reposara y que las palabras se asentaran en su mente: “Deja que reciba el poder de representar la vida eterna, por siempre a salvo del ataque. Y deja que su mensaje para tu hermano sea: Contémplame hermano, gracias a ti vivo”.

sábado, junio 17

LA VIDA: FELIZ BELLEZA INTERIOR

Mario estaba en un taxi de camino a su pueblo natal. El motivo del viaje era la defunción de su abuelo paterno. No lo había conocido. Por disputas familiares no había buena relación entre sus padres y la familia de su abuelo. Ello le había privado de conocerlos y de disfrutar de su presencia. 

Sin embargo, a pesar de tanta distancia de relación, con motivo del fallecimiento del abuelo, la familia, a pesar de sus agobios económicos, había alquilado un taxi para estar en los momentos del funeral. Mario se preguntaba, durante el camino, si la vida celebraba la vida o realmente celebraba la muerte. 

Estaba rodeado de una atmósfera de pena, de tristeza, de cierta angustia y de cierto silencio. Parecía que el mundo se hubiera parado. Y con ese descanso, el sol hubiese dejado de alumbrar. Y Mario se decía que parecía. El sol seguía brillando en el horizonte y enviaba sus primeros rayos y alegraba la naturaleza como cada día. 

Antes de ese día, nunca había oído nada sobre su abuelo. Nunca, en sus viajes a su pueblo, había nacido la idea de visitar a sus abuelos paternos. Era tal la indiferencia que ni siquiera se planteaba. Iba siempre a casa de sus abuelos maternos y era su paz, su alegría y su consuelo. 

Pero, la muerte debía ser venerada, adorada, ser tenida en cuenta. Cuando ya nada se podía hacer, se despedía al cuerpo muerto, Todo podía suceder mientras se vivía, incluso, la indiferencia. Pero la muerte no podía ser burlada. Ante la muerte todo el mundo se inclinaba y la respetaba. 

Mario, a su corta edad, no lo entendía. “Sé un testigo de su inocencia y no de su culpabilidad. Tu corazón es su consuelo y su salud porque demuestra que las falacias no son reales. El factor motivante de este mundo no es la voluntad de vivir, sino el deseo de morir. El único propósito que tiene es demostrar que la culpabilidad es real”. 

“Ningún pensamiento, acto o sentimiento mundano tiene otra motivación que ésa. Éstos son los testigos que se convocan para que se crean en ellos y para que corroboren el sistema que representan y en favor del cual hablan”. 

“Engalanar el cuerpo es una forma de mostrar cuán hermosos son los testigos de la culpabilidad. Preocuparte por el cuerpo demuestra cuán frágil y vulnerable es tu vida; cuán fácilmente puede quedar destruido lo que amas”. 

“La depresión habla de muerte, y la vanidad, de tener un gran interés por lo que no es nada”. 

Mario se entendía un poco mejor a sí mismo con esas líneas. Esa obsesión de la muerte cuando ya nada podía solucionarse era algo absurdo. La muerte no hacía a nadie mejor, ni peor, ni aceptable, ni rechazable. La muerte indicaba que se había terminado el tiempo donde la vida se expresaba. 

Éramos vida y vida plena con gran fuerza y confianza. Éramos vida para unirnos y sentirnos como hermanos y como relaciones de familia los unos con los otros. Y eso lo desarrollaba el corazón y el corazón latiendo de amor y comprensión, el corazón latiendo de cariño y de ternura, el corazón latiendo de miradas claras y de visión de encuentro.

viernes, junio 16

ECOS ETERNOS

Darío acababa de captar una diferencia entre el cuerpo y el espíritu. Tanto tiempo acostumbrado a verse en el cuerpo, a ver a los demás en los cuerpos, a considerar el cuerpo como elemento destacado de la vida humana, empezaba, por primera vez, a quitarle la importancia al cuerpo. 

Recordaba a sus veinte años, al despertarse en su interior la llama del amor por una chica, que esa llama la prendió el espíritu, no el cuerpo. Fue la actitud generosa, sencilla, franca y amigable de una persona abierta a las buenas relaciones. Eso fue capaz de hacerle despertar esa chispa escondida que tenía en su corazón. 

Descubrir a su chica fue descubrir los tesoros del corazón. Descubrió el tesoro de su chica y descubrió su propio tesoro al valorar ese gesto tan hermoso que tuvo con él. Le pidió un favor para un amigo suyo. Le pidió un favor que no se hubiera atrevido a pedirle a casi ninguna de las chicas del grupo. Le pidió ese favor porque solamente ella podía ofrecerlo. 

Y ese pensamiento se hizo realidad. Ella dijo que sí. Él se sintió pleno. Todo llegó a buen término. Se quedó perplejo. No podía entender cómo pidiendo un favor a una persona para su amigo, le iba a producir tal reflejo en su interior que terminara por cuajar esa llama y la amistad se completara en amor y en proyecto de vida. 

Todo un descubrimiento. Y en todo ese proceso, el cuerpo no jugó ninguna función. “Nada de esto es un pecado, sino un testigo de la absurda creencia de que el pecado y la muerte son reales, y de que tanto la inocencia como el pecado acabarán igualmente en la tumba”. 

“Si esto fuese cierto, tendrías ciertamente motivos para contentarte con ir en pos de gozos pasajeros y disfrutar de cada pequeño placer siempre que tuvieses la oportunidad. No obstante, en este cuadro no se percibe al cuerpo como algo neutral y desprovisto de un objetivo intrínseco”. 

“Pues se convierte en el símbolo del reproche y en la prueba de la culpabilidad, cuyas consecuencias están ahí a la vista, de modo que la causa jamás se pueda negar”. 

Descubrir que el mundo del espíritu no es el cuerpo. Descubrir que la llama del amor nació sin el cuerpo. Seguir disfrutando de ese nivel de ternura, aprecio y generosidad que no viene del cuerpo sino del espíritu. Desarrollar esa comprensión universal que nos hace uno a todos. Esos principios no tienen fin. No tienen límites. No tienen sus horas contadas. Son elementos eternos. 

Y en esos elementos eternos entramos ya en nuestro tiempo finito. Pero nunca acaban, porque no están en el cuerpo. No los lleva el cuerpo. No los vive el cuerpo. Los hace vibrar ese espíritu que nos hace plenos ya en esta vida y nos hace subir al nivel de la eterna bondad. 

Darío vibraba, gozaba, se serenaba, se profundizaba, se ampliaba, perdía sus límites, se hacía eterno, se deslizaba por los prados eternos de la suavidad y de la sabiduría que todo lo hacía florecer.

jueves, junio 15

TIEMPO DE VIBRACIÓN CONJUNTA

Mario estaba en un taxi de camino a su pueblo natal. El motivo del viaje era la defunción de su abuelo paterno. No lo había conocido. Por disputas familiares no había buena relación entre sus padres y la familia de su abuelo. Ello le había privado de conocerlos y de disfrutar de su presencia. 

Sin embargo, a pesar de tanta distancia de relación, con motivo del fallecimiento del abuelo, la familia, a pesar de sus agobios económicos, había alquilado un taxi para estar en los momentos del funeral. Mario se preguntaba, durante el camino, si la vida celebraba la vida o realmente celebraba la muerte. 

Estaba rodeado de una atmósfera de pena, de tristeza, de cierta angustia y de cierto silencio. Parecía que el mundo se hubiera parado. Y con ese descanso, el sol hubiese dejado de alumbrar. Y Mario se decía que parecía. El sol seguía brillando en el horizonte y enviaba sus primeros rayos y alegraba la naturaleza como cada día. 

Antes de ese día, nunca había oído nada sobre su abuelo. Nunca, en sus viajes a su pueblo, había nacido la idea de visitar a sus abuelos paternos. Era tal la indiferencia que ni siquiera se planteaba. Iba siempre a casa de sus abuelos maternos y era su paz, su alegría y su consuelo. 

Pero, la muerte debía ser venerada, adorada, ser tenida en cuenta. Cuando ya nada se podía hacer, se despedía al cuerpo muerto, Todo podía suceder mientras se vivía, incluso, la indiferencia. Pero la muerte no podía ser burlada. Ante la muerte todo el mundo se inclinaba y la respetaba. 

Mario, a su corta edad, no lo entendía. “Sé un testigo de su inocencia y no de su culpabilidad. Tu corazón es su consuelo y su salud porque demuestra que las falacias no son reales. El factor motivante de este mundo no es la voluntad de vivir, sino el deseo de morir. El único propósito que tiene es demostrar que la culpabilidad es real”. 

“Ningún pensamiento, acto o sentimiento mundano tiene otra motivación que ésa. Éstos son los testigos que se convocan para que se crean en ellos y para que corroboren el sistema que representan y en favor del cual hablan”. 

“Engalanar el cuerpo es una forma de mostrar cuán hermosos son los testigos de la culpabilidad. Preocuparte por el cuerpo demuestra cuán frágil y vulnerable es tu vida; cuán fácilmente puede quedar destruido lo que amas”. 

“La depresión habla de muerte, y la vanidad, de tener un gran interés por lo que no es nada”. 

Mario se entendía un poco mejor a sí mismo con esas líneas. Esa obsesión de la muerte cuando ya nada podía solucionarse era algo absurdo. La muerte no hacía a nadie mejor, ni peor, ni aceptable, ni rechazable. La muerte indicaba que se había terminado el tiempo donde la vida se expresaba. 

Éramos vida y vida plena con gran fuerza y confianza. Éramos vida para unirnos y sentirnos como hermanos y como relaciones de familia los unos con los otros. Y eso lo desarrollaba el corazón y el corazón latiendo de amor y comprensión, el corazón latiendo de cariño y de ternura, el corazón latiendo de miradas claras y de visión de encuentro.

miércoles, junio 14

LA CERTERA MIRADA

Luis repasaba en su mente las ofertas políticas que los diversos partidos ofrecían a los electores antes de las elecciones. Pensaba que muchas de esas ofertas tenían puntos en común. Con algunas específicas se sentía atraído hacia algunos y con otras, por otros. 

A veces era difícil escoger. El elector no podía crear sus propias medidas. Debía escoger bloques. Un conjunto de ellas como si fueran la verdad en sí mismas. Pero, en la práctica eso no era cierto. La unidad era difícil de lograr. Los intereses políticos y económicos interferían grandemente. 

Había observado que las personas defendían partidos más que la razón. No admitían el error de sus partidos. En lugar de admitir sus errores atacaban los errores de los demás. Parecía que el partido era el concepto puro, supremo, orientador y generador de confianza. Todos lo demás era buscar su debilidad. Y ese concepto no podía ser bajado de su pedestal. 

Estaba contento de que en el terreno de la espiritualidad las cosas fueran distintas cuando se dejaba al Espíritu Santo actuar: “Ahora el Espíritu Santo deposita, en las manos que mediante su contacto con Él se han vuelto mansas, una imagen de ti muy diferente”. 

“Sigue siendo la imagen de un cuerpo, pues lo que realmente eres no se puede ver ni imaginar. No obstante, esta imagen no se ha usado para atacar y, por lo tanto, jamás ha experimentado sufrimiento alguno. Da testimonio de la eterna verdad de que nada te puede herir, y apunta más allá de sí misma hacia tu inocencia y la de tu hermano”. 

“Muéstrale esto, y él se dará cuenta de que toda herida ha sanado y de que todas las lágrimas han sido enjugadas felizmente y con amor. Y tu hermano contemplará su propio perdón allí, y con ojos que han sanado mirará más allá de la imagen hacia la inocencia que ve en ti”. 

Luis se regocijaba de esa fusión, de ese cambio de visión, de esa verdad universal que emanaba del interior. Transformaciones de esas ideas no estaban en los partidos políticos. Transformaciones de las personas no eran los objetivos de los partidos políticos. Esos cambios sustanciales estaban en la esencia del amor, de la unión y de la universalidad. 

Luis se regocijaba de esa alegría que el Espíritu Santo, con su transformación, nos ofrecía a nuestra mirada, a nuestras manos y a nuestra paz.

martes, junio 13

¡CUIDADO CON LAS MEZCLAS!

Enrique había aceptado al paso de los años que, de vez en cuando, debía pasar por una crisis de incomprensión y que debía afrontarla con toda naturalidad. Se había hecho tan familiar en él que cuando se presentaba era como si la estuviera esperando. 

No se daba cuenta de que todo lo que se presentaba lo tenía y lo disponía él en su mente, en su cabeza. Había escuchado muchas veces que nosotros creábamos en nuestra mente nuestro futuro y nuestras secuencias de la vida. Se preguntaba cómo él podía hacer todo eso. No lo veía, no lo captaba. A veces, ante su ceguera, dudaba de que esa afirmación fuera cierta. 

Sin embargo, todo estaba en nuestra mente. Todo lo que veíamos en los demás era nuestra proyección. Todo lo que nos ocurría eran ideas y actitudes pensadas por nosotros anteriormente. No podíamos ver a nadie. Nos veíamos solamente a nosotros reflejados en todos los incidentes diarios. 

La idea de ser creadores de nuestra realidad iba ganando peso en su mente a medida que la luz crecía en su interior. Creíamos que había dos realidades: la de los otros y la nuestra. Pero, en realidad, solamente había una realidad: la nuestra. Eso era cierto en cada uno de nosotros. Una persona feliz veía el entorno feliz. Una persona triste lo veía todo triste. 

Una mirada bondadosa veía la bondad. Una mirada desconfiada veía desconfianza. Nuestra proyección crecía y crecía. Eso le daba luz y podía comprender mejor las confusiones que, en ocasiones, se mezclaban en nuestra vida: “El deseo de ser tratado injustamente es un intento de querer transigir combinando el ataque con la inocencia”. 

“¿Quién podría combinar lo que es totalmente incompatible y formar una unidad de lo que jamás puede unirse? Si recorres el camino de la bondad, no tendrás miedo del mal ni de las sombras de la noche. Mas no pongas símbolos de terror en tu senda, pues, de lo contrario, tejerás una corona de espinas de la que ni tú ni tu hermano os podréis escapar”. 

“No puedes crucificarte solamente a ti mismo. Y si eres tratado injustamente, tu hermano no puede sino pagar por la injusticia que tú percibes. No puedes sacrificarte solamente a ti mismo, pues el sacrificio es total”. 

“Si de alguna manera el sacrificio fuese posible, incluiría a toda la creación de Dios y al Padre junto con Su Hijo bienamado”. 

Enrique veía con claridad que debía recorrer el camino de la bondad. Lo debía recorrer en su mente y en cada incidencia de su vida. Ese era el camino que le llamaba. Además, le daba tranquilidad porque le quitaba el miedo: “Si recorres el camino de la bondad, no tendrás miedo del mal ni de las sombras de la noche”

lunes, junio 12

FRASE MÁGICA DE ENFRENTAMIENTO

Carlos se debatía dentro de sí. No lograba comprender cómo a lo largo de su vida, una serie de discusiones habían surgido con personas a las que quería mucho y la idea básica de tener razón la había hecho prevalecer sobre todo otro motivo. Era una fuerza interna que le impulsaba de acuerdo a sus pensamientos, a su estructura de mente y a la idea de que llevaba la razón. 

Llevar la razón – más bien creerse llevar la razón – era un leitmotiv de su vida. Era comprensivo, razonable, apoyador y compasivo. Pero en lo concerniente a tener claro las cosas le podía. Una fuerza interior le dirigía porque no podía aceptar un error en el planteamiento. Su mente se imponía claramente sobre su corazón. 

En un ambiente donde la razón era apreciada, valorada, sostenida y adorada, se sentía que era la oportuno. Recordaba allá a lo lejos aquellas clases donde su profesor de psicología le hablaba de la frase que siempre repetía: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Frase de Pascal que se estaba abriendo camino entre los adoradores de la razón. 

Carlos iba descubriendo a lo largo de su vida que la frase de Pascal era cierta. La fuerza de la razón servía para aplastar, vencer, menospreciar y erradicar al adversario. La fuerza del corazón servía para unir, vibrar juntos, comprender y caminar unidos en el descubrimiento. La fuerza de la razón servía para enfrentar. La fuerza del corazón servía para hacer sentir al humano lo que realmente era: una unión global, hijos del mismo Padre. 

“Crees que tu hermano es injusto contigo porque crees que uno de vosotros tiene que ser injusto para que el otro sea inocente. Y en ese juego percibes el único propósito que le adscribes a tu relación. Y eso es lo que le quieres añadir al propósito que ya se le ha asignado”.

“El propósito del Espíritu Santo es que la Presencia de tus santos Invitados te sea conocida. A ese propósito no se le puede añadir nada, pues el mundo no tiene otro propósito que ese”. 

“Añadirle o quitarle algo a esa única finalidad es privar al mundo y privarte a ti mismo de todo propósito. Y toda injusticia que el mundo parezca cometer contra ti, tú la has cometido contra el mundo al privarlo de su propósito y de la función que el Espíritu Santo ve en él”. 

“Y de este modo, se le ha negado la justicia a toda cosa viviente sobre la faz de la tierra”. 

Carlos reconocía que llevar la razón no era suficiente. Era incompleto. Era un error. Aplicar, además de la razón, el corazón, unía a las personas. Una mano amiga, una mirada comprensiva y unos ojos amorosos eran capaces de hacer comprender al otro lo que muchos razonamientos no habían podido lograr. 

Lo importante de la razón era la razón compartida, la razón respetuosa y la razón humilde. Toda razón, sin corazón, que no llevara a la unión de los humanos tenía algo de maligna, equivocada y perversa. Toda razón que llevara al enfrentamiento había perdido su razón. 

Carlos lo veía claro. Le daba gracias a su corazón que, por fin, había ocupado su lugar en su pensamiento.