sábado, junio 24

LA AFIRMACIÓN INTERNA DEL CORAZÓN

David repasaba en su mente los diversos hechos que habían acaecido en su vida relativos al amor. El amor se había desarrollado desde tres puntos de vista: la experiencia, la comprensión del amor y la afirmación interna que le había dado su corazón cuando el amor estaba presente en su vida. 

Cuando había una vibración interna del corazón con el corazón de otra persona era una realidad evidente. No se podía negar. No se podía quitar de la cabeza. Todo el cuerpo colaboraba en esa experiencia maravillosa. Una alegría nueva y una energía estupenda se ponía al servicio de la vida y de la experiencia. 

Otros momentos había sido la comprensión del amor. Había encontrado madres que habían sentido al hijo vibrar en su interior, en sus entrañas. Desde el primer momento decidió protegerlo, cuidarlo y orientarlo en su camino. Algunas madres no dejaron de hacer esto a pesar de los reveses de la vida. 

El comportamiento del hijo no le había salido como esperaba. Pero esa decisión que hizo en su día cuando sintió moverse a su bebé en sus entrañas continuaba la función de ayudarlo, estar siempre junto a él y protegerlo. Otras madres abandonaron esa decisión. Decidieron que el comportamiento no era el esperado y decidían mentalmente dejar de ser madres. 

Así David veía que el amor era más que un sentimiento, una esperanza y una idea premeditada. Era una decisión maravillosa que hizo en sus primeros días de vida en su interior. La comprensión entraba de lleno en ese campo de la vida. 

La decisión interna del corazón era eficaz y verdadera. Con tristeza, había escuchado a personas decir que, con todo el dolor del corazón debía romper todas las lianas de relación con su hijo. Ya no era más su hijo. Se enfrentaban los tres caminos: la experiencia, la comprensión y la afirmación interna del corazón. 

No estando las tres de acuerdo, se decidía romper la relación de hijo en contra de esa afirmación interna del corazón. David sufría, pero la libertad era suprema. Seguía leyendo: “Un milagro no le puede ofrecer menos a él de lo que te ha dado a ti. De esta manera, tu curación demuestra que tu mente ha sanado y que ha perdonado lo que tu hermano no hizo”. 

“Y así, él se convence de que jamás perdió su inocencia y sana junto contigo. El milagro deshace de este modo todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían deshacerse. Y la desesperanza y la muerte no pueden sino desaparecer ante el ancestral clarín que llama a la vida”. 

“Esta llamada es mucho más poderosa que las débiles y miserables súplicas de la muerte y de la culpabilidad. La ancestral llamada que el Padre le hace a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será la última trompeta que el mundo jamás oirá. Hermano la muerte no existe”. 

“Y aprenderás esto cuando tu único deseo sea mostrarle a tu hermano que él jamás te hirió. Él cree que tiene las manos manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está condenado. Mas se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu curación, que su culpabilidad no tiene sentido alguno”. 

David veía que el amor se desarrollaba donde había curación, no había ataque, no había culpabilidad, no había rencor, no había una lista de agravios grabada en el corazón. Todos los errores superados. Todos los errores olvidados. Eso era la curación. Un cambio de mente que pensaba y consideraba de otra forma distinta a la que había tenido.

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