José jugaba con las palabras y se quedaba con algunas de ellas que le despertaban hermosas sensaciones. De todas ellas, la paz era el elemento que le definía el cielo, la serenidad, la plenitud y la alegría. Era una palabra sencilla pero su poder trascendía los cielos y la tierra. Era el final de la ansiedad, de la preocupación, del ataque, de los enfados y de los enfrentamientos.
Se daba cuenta que esa palabra podía restablecer el equilibrio, la unión, el encuentro, la verdad, la tranquilidad de ánimo y de toda alteración emocional. Era básica para experimentar la alegría. Era natural para abrir los ojos con una mirada nueva y encontrar, en los demás, respuestas hermosas de felicidad.
La paz ofrecía confianza, apertura, la mano tendida y un abrazo salido del corazón. La paz unía. Nos abría la comprensión y la colaboración entre todos. Nos devolvía el sosiego que necesitábamos para seguir aspirando a los mejores ideales.
La paz nos restauraba y nos envolvía en su manto de seda, cálido, de tacto suave y amable que nos devolvía el ser de nuestro interior. Era sentirla y era descansar las tensiones del alma. Era sentirla y era vivir sin gravedad en la vida. Nada pesaba. Todo volaba. Las ilusiones ascendían cual globos de colores hacia los cielos abrazadores.
“En este espacio vacío, del que el objetivo del pecado ha sido erradicado, se puede recordar el Cielo. Ahora su paz puede descender hasta aquí y la perfecta curación reemplazar a la muerte”.
“El cuerpo puede convertirse en un símbolo de vida, en una promesa de redención y en un hálito de inmortalidad para aquellos que están cansados de respirar el fétido hedor de la muerte”.
“Deja que su propósito sea sanar. De esta manera, pregonará el mensaje que recibió y, mediante su salud y belleza, proclamará la verdad y el valor de lo que representa”.
“Deja que reciba el poder de representar la vida eterna, por siempre a salvo del ataque. Y deja que su mensaje para tu hermano sea: Contémplame hermano, gracias a ti vivo”.
José veía que la paz devuelta al cuerpo era una fuerza capaz de curar, de sanar. “Deja que su propósito sea sanar. De esta manera, pregonará el mensaje que recibió y, mediante su salud y belleza, proclamará la verdad y el valor de lo que representa”.
José dejaba que su pensamiento se reposara y que las palabras se asentaran en su mente: “Deja que reciba el poder de representar la vida eterna, por siempre a salvo del ataque. Y deja que su mensaje para tu hermano sea: Contémplame hermano, gracias a ti vivo”.
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