sábado, junio 3

EXPANDIR LOS LÍMITES DE NUESTRA CONSCIENCIA

Marcos estaba mucho más tranquilo. Veía ahora el mundo mil veces más brillante. Se veía a sí mismo mil veces más ligero. La vida le había puesto un difícil obstáculo en el camino. Su padre, ese ser que le había dado la vida, ese ser que lo había conducido a través de su crecimiento, había abandonado a su madre y se había unido a otro hombre. 

La homosexualidad para Marcos era tabú. Un revés en la vida del ser humano que no debía producirse. Una conducta equivocada desde las raíces profundas de sus creencias cristianas. Un hombre profundamente religioso se enfrentaba ahora a la experiencia directa de esa condición en su propia familia, en su propio padre. Una prueba muy dura en su vida. 

El dolor de la separación de sus padres se unió a la razón de dicha separación: la homosexualidad. La posterior unión en pareja con otro hombre había abierto un abismo de incomprensión, de rechazo, de dolor, de rabia interna intensa. La relación entre Marcos y su padre se rompió. Se quebró. Se desmoronó. 

Un dolor como un carbón encendido quedó como testigo de esa herida doliente en su corazón. El rechazo se había consumado. Pasó el tiempo, pasaron los años, pasaron muchos veranos e inviernos. Voces le llegaron de comprensión y de aceptación. Voces que lucharon en su corazón. 

Las voces le decían que sobre todo era una persona, un ser que lo había cuidado, un ser del que no podía pedir nada más. Marcos, en su interior, lo había condenado, Marcos, en su interior, debía alcanzar ese perdón para sí mismo y para su padre. Las lluvias, las siegas, las primaveras y los otoños fueron labrando su campo interno. 

Marcos era una gran persona y debía romper esa barrera que él había puesto con toda su fuerza mental. Poco a poco la debilitaba, la desgastaba, cedía. Una luz nueva aparecía en su horizonte: “La sangre del odio desaparece permitiendo así que la hierba vuelva a crecer con fresco verdor, y que la blancura de todas las flores resplandezca bajo el cálido sol del verano”. 

“Lo que antes era un lugar de muerte ha pasado a ser ahora un templo viviente en un mundo de luz. Y todo por Ellos. Es Su Presencia la que ha elevado nuevamente a la santidad para que ocupe su lugar ancestral en un trono ancestral”. 

“Y debido a Ellos los milagros han brotado en forma de hierba y flores sobre el terreno yermo que el odio había calcinado y dejado estéril. Lo que el odio engendró Ellos lo han deshecho. Y ahora te encuentras en tierra tan santa que el Cielo se inclina para unirse a ella y hacerla semejante a él”. 

“La sombra de un viejo odio ya no existe, y toda desolación y aridez ha desaparecido para siempre de la tierra a la que Ellos han venido”. 

Marcos abrió los límites de su comprensión. Los expandió para incluir en ellos la nueva condición de su padre. Nada le podía quitar esa hermosa relación que siempre había tenido con él. Ahora, hacía un acto de humildad. Le daba a su padre la posibilidad de realizarse como tal. 

Esa era la cualidad del milagro. No imponer nada a nadie. Aceptar con el corazón abierto la hermosa realidad que cada uno tenía en su ser y dejarlo vivir de acuerdo a esa maravillosa interna verdad. Eso era amor y completa libertad.

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