Esteban pensaba en la reacción de la conciencia cuando se sentía herida, atacada, menospreciada y dejada de lado. Era una sensación incómoda, molesta y, en ocasiones, dolorosa y humillante. Se daba cuenta de que esta herida no se la causaban los demás. Se la causaba él mismo. Entendía que las personas debían comportarse de cierta manera.
Si no seguían los patrones que él les daba, el problema estaba servido. Su conciencia se hería. Pedir y esperar el comportamiento de los demás dentro de los cánones personales era todo el misterio. Entendía que sus planteamientos eran los causantes de toda herida interior.
En ocasiones, le exigía a su hermano cierto tipo de comportamiento. Si no lo hacía, se hería. Lo mismo hacía con su esposa y con sus hijas. Se dio cuenta de que algunos detalles habían dejado de hacerle daño. También se dio cuenta de que su comprensión, su generosidad, su perdón, y su apoyo hacía los demás había aumentado.
Empezaba en centrarse en los demás. Empezaba a interesarse por las circunstancias que ocurrían en la vida de los otros. Eso dejó de darle importancia a muchos detalles de olvidos, falta de tacto, mensajes molestos, palabras soeces, decisiones equivocadas, y un largo etcétera de reveses que su conciencia ya no los catalogaba como ataque, como herida.
“¿Qué es entonces lo que aún hay que deshacer para que puedas darte cuenta de Su Presencia? Solamente esto: la distinción que todavía haces con respecto a cuando está justificado atacar y cuando es injusto y no se debe permitir”.
“Cuando percibes un ataque como injusto, crees que reaccionar con ira está justificado. Y así ves lo mismo como si fuese diferente. La confusión no es parcial. Si se presenta, es total. Y su presencia, en la forma que sea, ocultará la presencia de Ellos, pues a Ellos o se les conoce claramente o no se les conoce en absoluto”.
“Una percepción confusa obstruye el conocimiento. Y no es cuestión de cuán grande es la confusión o de cuánto interfiere. Su mera presencia impide la de Ellos y los mantiene afuera donde no se les puede conocer”.
Esteban tomaba nota: “una percepción confusa obstruye el conocimiento”. Debía expandir los límites de su conciencia hasta llegar a Ellos. El ataque no estaba en ninguna situación justificado. Era la gran lección de la vida, de la sabiduría, de los hombres cabales y de la profunda sensatez.
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