martes, junio 20

PERDÓN VIVIFICANTE

Marce estaba reflexionando sobre el perdón. Reconocía que era algo que había sucedido en su vida, pero nadie, absolutamente nadie, le había hablado sobre el perdón de un modo certero, profundo, comprensivo y verdadero. Era un sentimiento que le hacía sentir bien cuando perdonaba y trataba de olvidar ciertos enconos interiores. 

Durante mucho tiempo había oído solamente la idea de perdonar a los demás. Más reciente había escuchado la idea de perdonarse a sí mismo. Este descubrimiento le subrayaba la idea de desconocimiento que tenía sobre el perdón. No había logrado penetrar en sus entresijos ni en sus raíces. Sin embargo, el perdón era esa asignatura pendiente que todos teníamos. 

Se deleitaba en aquellos textos que le hablaban de perdón. Reconocía que sus planteamientos eran verdaderos. No los había tenido presente en muchos momentos. Ahora se dejaba llevar por ellos. “Los que no han sanado no pueden perdonar. Pues son los testigos de que el perdón es injusto. Prefieren conservar las consecuencias de la culpabilidad que no reconocen”.

“No obstante, nadie puede perdonar un pecado que considere real. Y lo que tiene consecuencias tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la vista. El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es verdad”. 

“No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. Nadie que esté hablando en serio diría: “Hermano, me has herido. Sin embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado”. 

“Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposible, pues ambas cosas no pueden coexistir. Una niega a la otra y hace que sea falsa”. 

Marce iba entendiendo que el perdón que sanaba nacía de una comprensión totalmente distinta. No creía en la intencionalidad del otro para hacerle mal. Creía en la confusión del otro que, por creer defenderse, hería creyendo que hacía bien. Era un planteamiento totalmente distinto. 

Si no había un planteamiento distinto, entonces se daba la paradoja: “No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo”. Era un cambio de mirada. Era un cambio de planteamiento. Era un cambio de visión. Era un cambio de consideración.

Y ese cambio de consideración, Marce, se daba cuenta de que nunca se lo habían planteado. Nadie le había hablado del mismo. Pero, ahora, estaba feliz y contento. Con ese cambio de planteamiento, podía perdonar y perdonarse.

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