jueves, junio 22

LA CURACIÓN DEL HERMANO ES LA NUESTRA

Josué iba repasando en su mente las características de esas conversaciones tipo rumores, chismes, dimes y diretes que tanto le interesaban a la gente. Tenían su lugar en todos los países. Cada país disponía de su periódico, de su programa de televisión y de sus medios para expandirlos. 

A Josué le costaba seguirlos y leerlos. Muchas noticias eran intrascendentes, otras no eran reales, otras eran exageraciones, pero todas tenían un denominador común: se acusaba a alguien, se ponía en evidencia a alguna persona conocida y era escarnecida públicamente. 

Una especie de justicia popular que condenaba sin miramientos. Y esas actitudes no tenían a veces bases y serias comprobaciones. Pero, se decían cosas y el aire las esparcía y daba hablar a las gentes. Parecía que con tal de denigrar a alguien su objetivo estaba alcanzado. 

Josué se sorprendía en su interior. Siempre en su educación le habían enseñado a decir la verdad, a respetar a las personas, a no afirmar aquello que se desconocía, a ser comprensivo con los fallos de los demás y crear, en la medida de la posible, cierto grado de unidad. 

Pero en este tipo de comentaristas, el objetivo era totalmente distinto. Cuanto más daño podía hacerse, más interesante, más lectores, más negocio y más impactante. Parecía que el mal tenía su negocio bien montado. Decían que entretenían a la gente. 

Josué también constataba que la gente se calentaba y discutían. No todo era un camino de rosas. Las críticas aceradas también se volvían contra ellas. Se desvelaba como un secreto placer deshacer la buena fama y el buen nombre de los demás. Eso realmente era noticia. 

Alguien decía que en nuestro secreto interior nos alegrábamos que le fueran mal a la gente las circunstancias de su vida. Era como un alivio de nuestras propias penas. Lo cierto era que la alegría y la paz iban por otro camino. “El perdón no es real a menos que os brinde curación a tu hermano y a ti”. 

“Debes dar testimonio de que sus pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales. ¿De qué otra manera podría ser él inocente? ¿Y cómo podría estar justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen de los efectos que confirmarían su culpabilidad?”

“Los pecados están más allá del perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían cancelarse ni pasarse por alto completamente. En el hecho de que puedan cancelarse radica la prueba de que son simplemente errores”. 

“Permite ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu hermano y a ti”. 

Ese era el objetivo de nuestras conversaciones, de nuestros apoyos, de nuestras alegrías, y de nuestras manos unidas. La alegría del hermano era nuestra alegría. Su paz, nuestra paz. Su realización, nuestra realización. Su contrariedad, nuestra contrariedad. 

Juntos para abrazarnos, para estrecharnos las manos y para sentir, en la unión, la fuerza incomparable del amor.

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