Mario estaba en un taxi de camino a su pueblo natal. El motivo del viaje era la defunción de su abuelo paterno. No lo había conocido. Por disputas familiares no había buena relación entre sus padres y la familia de su abuelo. Ello le había privado de conocerlos y de disfrutar de su presencia.
Sin embargo, a pesar de tanta distancia de relación, con motivo del fallecimiento del abuelo, la familia, a pesar de sus agobios económicos, había alquilado un taxi para estar en los momentos del funeral. Mario se preguntaba, durante el camino, si la vida celebraba la vida o realmente celebraba la muerte.
Estaba rodeado de una atmósfera de pena, de tristeza, de cierta angustia y de cierto silencio. Parecía que el mundo se hubiera parado. Y con ese descanso, el sol hubiese dejado de alumbrar. Y Mario se decía que parecía. El sol seguía brillando en el horizonte y enviaba sus primeros rayos y alegraba la naturaleza como cada día.
Antes de ese día, nunca había oído nada sobre su abuelo. Nunca, en sus viajes a su pueblo, había nacido la idea de visitar a sus abuelos paternos. Era tal la indiferencia que ni siquiera se planteaba. Iba siempre a casa de sus abuelos maternos y era su paz, su alegría y su consuelo.
Pero, la muerte debía ser venerada, adorada, ser tenida en cuenta. Cuando ya nada se podía hacer, se despedía al cuerpo muerto, Todo podía suceder mientras se vivía, incluso, la indiferencia. Pero la muerte no podía ser burlada. Ante la muerte todo el mundo se inclinaba y la respetaba.
Mario, a su corta edad, no lo entendía. “Sé un testigo de su inocencia y no de su culpabilidad. Tu corazón es su consuelo y su salud porque demuestra que las falacias no son reales. El factor motivante de este mundo no es la voluntad de vivir, sino el deseo de morir. El único propósito que tiene es demostrar que la culpabilidad es real”.
“Ningún pensamiento, acto o sentimiento mundano tiene otra motivación que ésa. Éstos son los testigos que se convocan para que se crean en ellos y para que corroboren el sistema que representan y en favor del cual hablan”.
“Engalanar el cuerpo es una forma de mostrar cuán hermosos son los testigos de la culpabilidad. Preocuparte por el cuerpo demuestra cuán frágil y vulnerable es tu vida; cuán fácilmente puede quedar destruido lo que amas”.
“La depresión habla de muerte, y la vanidad, de tener un gran interés por lo que no es nada”.
Mario se entendía un poco mejor a sí mismo con esas líneas. Esa obsesión de la muerte cuando ya nada podía solucionarse era algo absurdo. La muerte no hacía a nadie mejor, ni peor, ni aceptable, ni rechazable. La muerte indicaba que se había terminado el tiempo donde la vida se expresaba.
Éramos vida y vida plena con gran fuerza y confianza. Éramos vida para unirnos y sentirnos como hermanos y como relaciones de familia los unos con los otros. Y eso lo desarrollaba el corazón y el corazón latiendo de amor y comprensión, el corazón latiendo de cariño y de ternura, el corazón latiendo de miradas claras y de visión de encuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario