miércoles, junio 28

LA IDEA DE CORREGIR ES LA IDEA DE PERDONAR

Guille recordaba muchas ocasiones donde fue corregido en su proceso de crecimiento y de toma de decisiones. Los adultos cumplían esa función y trataban de orientarlo en sus momentos de duda y de equivocación. No eran momentos fáciles. La corrección no era querida por nadie. Los adultos que corregían se sentían con todo el derecho. 

Podían tener razón, pero la seguridad con la que hablaban parecía que ellos nunca se hubieran equivocado. Su seguridad y su autoridad se imponían sin ninguna duda. Guille se decía en su interior, en algunas ocasiones, que ya le vendría la ocasión para corregir a los demás. 

Había cierto aire de superioridad que se esgrimía en la corrección. A veces se menospreciaba a la persona. Otras, se la consideraba poco inteligente. Y, en algunas ocasiones, se la atacaba sin rodeos. Ya se sabía, corregir era cosa de adultos y de personas que habían pasado antes por esos problemas. 

Lo cierto era que corregir no resultaba nada fácil. Si se quería evitar hacer sentir mal a la persona, corregir era todo un arte para lograr el efecto deseado sin herir a nadie. Y eso nadie lo había enseñado. Todos estaban prestos a exponer el error. Algunos ni siquiera evitaban decirlo en público. 

Así la corrección era un suplicio. No era un momento de sabiduría donde todo quedaba en el interior y la mente encontraba el mejor camino. Ahora, con la lectura de aquellos pensamientos, Guille empezaba a entender esa acción: “Tu función no es corregir. La función de corregir le corresponde a Uno que conoce la justicia, no la culpabilidad”. 

“Si asumes el papel de corrector, ya no puedes llevar a cabo la función de perdonar. Nadie puede perdonar hasta que aprende que corregir es tan solo perdonar, nunca acusar. Por tu cuenta, no podrás percatarte de que son lo mismo, y de que, por lo tanto, no es a ti a quien corresponde corregir”. 

“Identidad y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo. De modo que, si confundes tu función con la función de Otro, es que estás confundido con respecto a ti mismo y con respecto a quien eres”. 

“¿Qué es la separación sino un deseo de arrebatarle a Dios Su función y negar que sea Suya? Mas si no es Su función, tampoco es la tuya, pues no puedes por menos que perder aquello de lo que te apoderas”. 

Guille entendía ahora mucho mejor la dificultad de la corrección. No era una acción gratificante. Sin embargo, hacerla coincidir con la función del perdón era una luz que se abría paso en su corazón. Tomaba nota de esa definición que le había llegado al alma: “Identidad y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo”. 

Las funciones que nos atribuíamos nos definían. Es más, nos hacían conocernos a nosotros mismos. Era una idea que grababa en su corazón. Una forma de conocerse según las funciones que creía que tenía. Y lejos de él, apoderarse de la idea de corrección que no le pertenecía. Lo que sí estaba en su mano era hacer coincidir la idea de corregir con la idea de perdonar. 

Guille sonreía interiormente. Era un escalón más en la escalera de sus conocimientos hacia el conocimiento de la vida. Era una libertad mayor que llegaba a su experiencia. La idea de corregir desaparecía. La idea de perdonar era la única idea que debía utilizar en sus relaciones. Era un placer y una libertad sin límites.

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