domingo, abril 30

LLAMADAS DEL PASADO SORPRENDENTES

Josué se sorprendió mucho. Aquella llamada telefónica le había dejado totalmente fuera de lugar. Una voz con mucha confianza le hablaba y le recordaba hechos de sus dieciséis años. Habían pasado cincuenta años de los mismos. Sin embargo, tenían el poder de revivir hermosos recuerdos y hermosos sentimientos vividos en aquellos años. 

La voz se identificaba como uno de sus amigos. Habían dejado de verse unos años después. Sus destinos en la vida fueron muy diferentes. Josué dejó la ciudad y continuó su periplo. Nunca más tuvieron ocasión de verse, hablarse, saludarse y recordarse. 

A pesar de todo, el aprecio interior quedaba indemne a pesar de los años que habían pasado. Josué se regocijaba. A pesar de todas las experiencias, nada pudo ocultar, sepultar, obstruir, aniquilar aquel sentimiento natural que había nacido entre ellos: Una amistad maravillosa. 

Por ello, entendía aquel párrafo que estaba leyendo: “Las mentes que están unidas y que reconocen que lo están, no pueden sentir culpabilidad. Pues no pueden atacar, y se regocijan de que así sea, al ver que su seguridad reside en eso hecho feliz. Su alegría radica en la inocencia que ven”. 

“Y por eso la buscan, puesto que su propósito es contemplarla y regocijarse. Todo el mundo anda en pos de lo que le proporcionaría alegría, según cada uno lo define. No es el objetivo en sí lo que varía. Sin embargo, la manera en que se ve el objetivo es lo que determina la elección de los medios, y lo que hace que estos no puedan cambiar a no ser que se cambie el objetivo”. 

Josué se regocijaba de constatar esa unión que se había quedado como una ligazón, como un eslabón entre su mente y la de su amigo de hacía muchísimos años. La vida le volvía a sorprender. Las mentes unidas gozaban de una felicidad difícil de expresar con palabras.

sábado, abril 29

HERMOSA LUZ CLARIFICADORA

Benjamín se daba cuenta de que estaba recorriendo un camino nuevo, novedoso, pero, al mismo tiempo, veía que daba razón de la vida y de la experiencia. Cierta persona, mirándose al espejo, se dirigía con todas las fuerzas de su corazón y se decía a sí mismo: “Hoy, tú no me vas a vencer a mí”. Esa afirmación dejaba un poso de lucha dentro de sí que no acertaba a comprender. 

El día, de esa manera, se establecía como un combate de hermandad. Dos posiciones de la misma persona luchaban. Era algo así como el enfrentamiento de la luz y las tinieblas. Se daba cuenta que era imposible que ese conflicto pudiera desarrollarse en su interior. La misma luz al acercarse a la oscuridad disipaba todas las tinieblas. 

Había leído que la maldad no existía. La maldad era ausencia de luz. La oscuridad no existía. La oscuridad era ausencia de luz. Con luz ya no había lucha, enfrentamiento, combate. El gozo iba invadiendo el pecho de Benjamín. “Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido solo ni necesita quedarse más de un instante”. 

“Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarla a la luz en cualquier momento. Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan solo su decisión”. 

“Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos para justificar su amor. Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz”. 

“Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz”. 

La luz hacía su camino. La luz le alumbraba sus pasos. La luz le cambiaba sus ideas. La luz deshacía pensamientos erróneos y equivocados. La luz barría la oscuridad con la sencillez de la bombilla que se encendía en la habitación y ofrecía todos los rincones a la mirada. Así, ese hombre que se miraba al espejo, se decía a sí mismo: “tú y yo somos uno porque la luz así nos lo dice y nos lo demuestra”. 

Fin del enfrentamiento, fin de la competición, fin de la lucha.

viernes, abril 28

PIENSA BIEN Y TRANSFORMARÁS

Marce se entretenía con uno de los refranes de la vida que cruzaban de vez en cuando sus pensamientos. “Piensa mal y acertarás”. Era un dicho que había escuchado en algunas conversaciones, en varias reflexiones y en no pocas conclusiones. Ponía de relieve la tendencia negativa del ser humano. Siempre pensaba en él mismo, y claro, siempre era pensar mal. 

Era también un dicho que se centraba en la influencia. Si tenías a alguien de tu entorno que pensaba mal de nosotros, sus influjos llegaban a hacernos daño. No éramos tan asépticos como creíamos. El pensamiento de algunas personas era importante en nuestra vida y en nuestras ideas. Nos afectaban mucho más de lo que creíamos. 

Marce veía que se le podía dar otra versión también muy acertada: “Piensa bien y transformarás”. La confianza, la visión, el espíritu de una madre que lucha por hacer resurgir los mejores anhelos en sus hijos, eran tan vitales como el alimento físico que les compartía. Muchas energías interiores de muchas personas nacieron de una madre o de un padre totalmente confiado. 

Con esa idea en la mente, leía el siguiente pensamiento: “En la medida que atribuyas valor a la culpabilidad, en esa misma medida percibirás un mundo en el que el ataque está justificado. En la medida que reconozcas que la culpabilidad no tiene sentido, en esa misma medida percibirás que el ataque no puede estar justificado”. 

“Esto concuerda con la ley fundamental de la percepción: ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté. La percepción no está regida por ninguna otra ley que esa. Todo lo demás se deriva de ella para sustentarla y darle apoyo”. 

“Esta es la forma que, ajustada a este mundo, adopta la percepción de la ley más básica de Dios: que el amor crea amor y nada más que amor”. 

Marce suspiraba en sus adentros. Se sentía participante en ese proceso de ver en los demás su interior. Su mirada creaba esa realidad para él. Su mirada creaba una realidad para el que la recibía. Una mirada confiada y comprensiva era el camino de la comunicación de la energía interna de amor. La frase se grababa en su mente y en su corazón. 

“Piensa bien y transformarás”.


jueves, abril 27

UN SENTIMIENTO INTERNO DE UNIDAD

Gonzalo se deleitaba en los pensamientos de la unidad. Era difícil alcanzar en muchos momentos, pero cuando se disfrutaba era un gozo añadido. Ser uno en acción, en apoyo, en sustento y en ánimo nos hacía más fuertes, más comprensivos, más osados y mucho más confiados. Sacaba lo mejor de nosotros y llegábamos a objetivos inimaginados. 

Lo complicado era definir los principios para seguir esa unidad. El amor, el respeto, la diferencia, formaba parte de esa unidad. Y, a pesar de todas las diferencias del mundo, había una unidad interior que vibraba en nuestras almas y en nuestros corazones. A veces Gonzalo no entendía ese sentimiento muy bien con su mente. 

Pero la unidad surgía entre todas las clases sociales cuando alguien del país destacaba en alguna disciplina. Se sentía un orgullo especial. El asunto de la unidad aparecía. No se conocía a la persona, no se había tenido relación, no se había tenido conocimiento previo, pero había algo en el interior de las gentes que se desbordaba frente a la unidad. 

Gonzalo buscaba en sus profundidades comprensiones a esa unidad. “Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida. Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo propósito a ambos”. 

“Su voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya”. Era un juego maravilloso. El asunto de la unidad estaba grabado en nuestro corazón interno. Cualquier médico del mundo se emocionaba con cualquier enfermo del mundo. La unidad la vivían con una naturalidad solemne. 

Gonzalo se felicitaba por esos rasgos de unidad que iba viendo en sus experiencias. Nadie podía negar la unidad. Él Mismo la dispuso en nosotros. “Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida”.

miércoles, abril 26

AUTÉNTICAS OBRAS DE ARTE

José pensaba en los primeros cuadros señoriales que llegaron a su vida. Nunca tuvo la oportunidad de conocer personalmente a su abuelo paterno. Al entrar en aquella habitación donde yacía su cuerpo ya fallecido, se fijó en el cuadro que dominaba la estancia. Un marco especial y una figura apuesta y llena de vida se traslucía. 

La primera ocasión de sentirse junto a su abuelo era ya en los momentos finales de su marcha de este mundo. No pudo tener la ocasión de escuchar su voz y de intercambiar con él algunos pensamientos. Mirando el cuadro trataba de descubrir esa alma escondida a los ojos, pero intuida por la mente, por el corazón y por esos sensibles sentimientos. 

José tenía apenas seis años. Unos cuchicheos intencionales se deslizaban entre las personas femeninas de la casa. Le dieron una esquela a mi padre. En ella, mi madre no figuraba. Olvidos intencionales que no le decían mucho a José. Se había criado sin la presencia de su abuelo. Pero el cuadro, tenía su cuerpo. 

Sus ojos también vieron el cuerpo fallecido de su abuelo. La vida se había evaporado y el cuerpo, derrotado, no decía mucho. Entendía esa imagen que acababa de leer: “¿Quién colgaría un marco vacío en la pared y se pararía delante de él contemplándolo con la más profunda reverencia como si de una obra maestra se tratase? Mas si ves a tu hermano como un cuerpo es justamente lo que estás haciendo”.

“La obra maestra que el Padre Celestial ha situado dentro de ese marco es lo único que se puede ver. El cuerpo la contiene por un tiempo, pero no la empaña en absoluto. Mas lo que el Padre Celestial ha creado no necesita marco, pues lo que Él ha creado, Él lo apoya y lo enmarca dentro de Sí Mismo. Él te ofrece Su obra maestra para que la veas”. 

“¿Preferirías ver el marco en su lugar y no ver el cuadro?”. José había visto cuerpos de su abuelo. No pudo ver su verdad personal. Esa verdad se evaporó, se fue. Así que dejó de darle importancia al cuerpo. Lo que destacaba en una persona era su cariño, su afecto, su simpatía, su mano amiga, su mirada llena de paz y sus palabras silenciosas siempre compartiendo la dulzura y la bondad.

Esa era la obra de arte que vería en adelante. Era realmente lo único que se podría contemplar con profunda reverencia como si de una obra maestra se tratase. Esa obra no tenía fecha de caducidad.

martes, abril 25

VEMOS SOLAMENTE LO QUE CREEMOS

Darío empezaba a comprender esa expresión que había escuchado en varias ocasiones: “No había más ciego que quien no deseaba ver”. La capacidad de ver las razones de los demás, no radicaba en el otro. Radicaba en su actitud interna. Si la duda era completa, el otro ya no podía hacer nada. Se cerraba totalmente a sí mismo y la ceguera se instalaba. 

Vemos lo que realmente creemos en nuestro interior. La creencia nos abre la puerta para ver. “Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. No es que lo esté realmente, sino que se presenta así, para que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad, pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes”. 

Darío resoplaba. Era una actitud muy comprensiva. La verdad bajaba en un canal que podía ser entendido y comprendido por nosotros. De otro modo, la ceguera hubiera sido fatal. “El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno”. 

“El Espíritu Santo es el vínculo entre la otra parte – el demente y absurdo deseo de estar separado, de ser diferente y especial – y el Cristo para hacer que la unidad le resulte clara a lo que es realmente uno. En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar”. 

Darío suspiraba. Iba pasando de su idea de separación a su idea de unidad, a su idea de conjunción, a su idea de fusión, a su idea de completa igualdad. Eso le abría la mente para no quedarse en esa ceguera donde la creencia de la separación hacía sus estragos. Pero, se iba acabando ya esa creencia.

lunes, abril 24

TU ELECCIÓN CONFORMA TU VISIÓN

Mario se deleitaba. Iba leyendo palabra por palabra y se identificaba. “La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir, y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha. La percepción elige dónde crees que reside tu seguridad, de acuerdo con tu decisión. Te revela lo que eres tal como tú quieres ser”. 

“Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testimonio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente”. 

“Lo que percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y el fin no están nunca separados. Y así aprendes que lo que parece tener una vida aparte, en realidad no tiene vida en absoluto”. 

Mario veía que cada ser humano decidía en su vida lo que deseaba ver. Salía de dentro. No venía desde fuera. Eran los ojos internos los que captaban cosas que no todos veían. “Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testimonio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente”.

Todo lo que nos rodea lo consideramos de acuerdo a nuestra elección interior personal. Así cada uno creaba su propio mundo. Mario había tenido que recurrir a los libros para ampliar su mente. Sin ser consciente, iba viendo con la aportación de otras personas alternativas a las propuestas que le llegaban. 

Ahora llegaba a un punto central: Si elegía la mente de Cristo, todo lo vería según esos ojos especiales. Si elegía la mente de “lo especial en nosotros”, el análisis de la realidad estaba conformado según esa idea. Mario se decía para sí mismo: “No recojo datos para clarificarme qué mente debo escoger. Recojo datos para confirmar mi decisión interior. La mente ya la he escogido”. 

Reflexiones que iban cayendo en su interior. Se daba cuenta de la importancia de la decisión personal. Esa era vital para poder captar, a través de la percepción, la mente a la que le había dado toda su confianza, toda su seguridad, toda su paz, todo su ser.

domingo, abril 23

EL VELO SE DESCORRÍA

Luis continuaba bajo esa conmoción que le había llegado a su intelecto, su pensamiento, “El Cristo en ti no habita en un cuerpo. Sin embargo, está en ti”. Esa doble constitución de cuerpo y parte espiritual se ponía de manifiesto. Habían sido detalles que le habían pasado por alto durante toda su vida. Ahora iba descubriendo esa parte espiritual no constituyente de su cuerpo. 

Las relaciones entre las personas se ponían en evidencia en los cuerpos. Las posesiones que adquirían los cuerpos. El poder que lograban los cuerpos. Y los cuerpos se enfrentaban en una lucha más o menos civilizada, según los contextos. 

Luis se preguntaba: ¿Cómo podrían enfrentarse las partes espirituales de las personas con la misma visión de fusión universal? ¿Cómo podrían crecer los nacionalismos? Una conclusión quedaba clara. Para poder erradicar a nuestros “enemigos” había que quitarles toda dignidad de mente. Se les debía ver solamente como cuerpos. Así ya se podían rechazar, matar, menospreciar y quedarse tan tranquilo. El cuerpo había logrado su objetivo. 

“No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te encomendó, pues es Él quien la desempeña. Y a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. Pues la Mente es Suya. Por lo tanto, tiene que ser tuya”. 

“¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. Si contemplas el cuerpo, creerás que es ahí donde te encuentras tú. Y todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosidad, tu maldad, pero sobre todo tu muerte. En la santidad de tu hermano, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú”. 

Luis se volvía a quedar sin palabras, sin pensamiento, el camino era magnífico. La verdad le cegaba. Su ignorancia lo había puesto ciego para descubrir al Cristo en los demás. Ahora, sabía que existía.

sábado, abril 22

ALTERNATIVAS SORPRENDENTES

Enrique se quedaba sorprendido. Nunca se había planteado lo que aquel texto indicaba y explicaba: “El Cristo en ti no habita en un cuerpo. Sin embargo, está en ti. De ello se deduce, por lo tanto, que no estás dentro de un cuerpo. Lo que se encuentra dentro de ti, no puede estar afuera. Y es cierto que no puedes estar aparte de lo que constituye el centro mismo de tu vida”. 

“Lo que te da vida no puede estar alojado en la muerte, de la misma manera en que tú tampoco puedes estarlo. Nadie que lleve a Cristo dentro de sí puede dejar de reconocerlo en ninguna parte. Excepto en cuerpos. Pero, mientras alguien crea estar en un cuerpo, Cristo no podrá estar donde él cree estar”. 

El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero, la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma”. 

Enrique iba digiriendo esas ideas por primera vez. Nunca se había planteado que dentro de él no podían convivir la muerte y la vida. La muerte estaba en el cuerpo. La vida estaba en el Espíritu de Cristo que nos definía. Y ese Espíritu de Cristo tenía que estar en otra parte diferente al cuerpo. 

La mente tenía una influencia sobre el cuerpo de forma clara y sin discusión. Y si esa mente de Cristo tomaba el mando, no se identificaba con el cuerpo y podía caminar y expresarse de otra manera. Pensamientos que circulaban por la mente de Enrique. Le hacía falta ir haciéndolos vida. 

Su boca abierta, su sorpresa mayúscula, su visión nueva y distinta se movía en su interior. Aquello era tan nuevo que no acertaba a explicarlo. Sin embargo, tenía su coherencia. La vida y la muerte no podían convivir juntas. Rompía esos pensamientos de negatividad respecto a sí. El cuerpo tenía esa ley de “lo especial en él”. 

Pero su Espíritu era grande y poderoso. Seguía la ley del amor. Su esencia le recordaba, que, a pesar de todo, era un ser querido en la mente del Padre Celestial.

viernes, abril 21

EL TERRENO DE JUEGO DEL AMOR

Carlos estaba jugando con una palabra que le llamaba la atención: “proteger”. Tenía tantas acepciones que se perdía en ellas. Le atraían apoyar, animar, colaborar y tratar de evitar daños directos y colaterales. Sin embargo, había descubierto que era una posición que estaba dentro de él. Se daba cuenta que dicha posición había cambiado a lo largo de los años. 

En épocas de su juventud, cierto miedo recorría sus venas y sus músculos. Ante la menor apariencia de amenaza, se enervaba, daba un paso hacia atrás y se ponía en guardia. Había que defenderse. Y ese mismo defenderse era el que exigía la protección de todas las personas conocidas y amigas para salir airoso de la amenaza. 

Carlos ponía en funcionamiento todo el arsenal de “lo especial” en la otra persona. “Quiere hacerme daño, no comprende mi posición. Tiene un objetivo malvado. No le importa nada herirme. Es malo por naturaleza. No se merece lo que tiene. Hay que responder con sólidos argumentos para derrotarle, etc.”. 

Toda una batalla se montaba en su mente. Toda una serie de argumentaciones imaginadas por él pasaban por delante de su frente. Debía estar bien preparado, “pensaba”. 

Conforme el tiempo fue pasando, su formación iba reflexionando y descubría el funcionamiento de sus pensamientos. La reacción ante cualquier situación ya no era de amenaza. Sentía la disconformidad ante cualquier afirmación equivocada. Pero ya no la temía. El temor no era ya más el huésped de su morada. 

Se preparaba en su interior de una manera totalmente distinta. Ya no partía de “lo especial” en la otra persona. Sabía que la otra persona era como él. No había ningún objetivo de hacer daño. “Está equivocado. Ante cualquier equivocación, con serenidad podemos aclararnos. Si estoy equivocado yo, no tendré ningún problema en disculparme. Lo importante era la relación, no imponer mi razón”. 

Ya no había ninguna necesidad de protección. El ataque había desaparecido. Unos pensamientos oportunos habían cambiado el ataque por la comprensión. Sabía que tanto él como la otra persona se sentirían mucho mejor en la clarificación. 

Y esa determinación y actitud le había dado muchos y buenos resultados en todos los incidentes que se le habían presentado. Una vez, cierta persona le dijo que había personas malas que disfrutaban con sus victorias, con las humillaciones que provocaban y con la superioridad que exponían frente a los demás. 

Era una definición adecuada de “lo especial” en la otra persona. Carlos le compartía que nadie podía ser feliz en la ruptura de la relación. El amor es relación. Y es relación de iguales. Si uno en la relación se superpone, ya no goza del amor. A algunas personas les gustaba ganar, pero debíamos comprenderlas con toda nuestra mirada de cariño y amor. 

Esas personas, difícilmente con esas ideas, dejarían que el amor entrara en ellas y se aposentara en su interior. Si no ganaban, no se sentirían satisfechas. Y los vencidos por esas personas, entenderían que no se podía compartir amor con ellas. Había que evitarlas, dejarlas, respetarlas, pero nada más. El día que cambiaran su visión de “ser especial” entrarían en el terreno del amor.

jueves, abril 20

EL AUTÉNTICO "QUID" DE LA CUESTIÓN

Sebas se quedaba pensativo con aquella pregunta delante de sí. La estaba leyendo y no lograba comprenderla en todos sus términos. Unir “valía” con el deseo de “ser especial” le sorprendió al principio. Debía encajar ambos términos. Debía comprenderlos en toda su extensión. La pregunta decía así: “Cómo ibas a poder reconocer tu “valía” mientras te domine el deseo de “ser especial”?”

A simple vista no era evidente. No entendía muy bien la pregunta. Debía estudiarla, reflexionarla y abarcarla. Lo primero que captaba era una oposición entre las palabras citadas. Tu deseo de “ser especial” te impedía ver tu “valía”. Sebas iba viendo un poco de luz. El deseo de “ser especial” era “ser mejor que…”, era ser más que….”

Eso implicaba que, para sentirse bien, otros tenían que ser peores que él, más bajos que él en la escala social, más pequeños en su consideración. Además, se debía reflejar de una manera física, visible. Y aquí empezaba a ver un poco de luz. Su concepto de “valía” no tenía un reflejo en él mismo. Su concepto era siempre producto de una comparación. 

Era un contrasentido. El deseo de “ser especial” reemplazaba totalmente a su valía intrínseca, auténtica, verdadera. La valía que tenía todo ser humano desde su nacimiento. Si eso fuera verdad, el enfrentamiento entre todos los seres humanos estaba servido. Cada uno lucharía por su deseo de “ser especial”. Sebas empezaba a comprender un poco más. 

El resto del párrafo le ayudaba: “¿Cómo no ibas a reconocer la valía en su santidad? No trates de convertir “lo especial en ti” en la verdad, pues si lo fuese estarías ciertamente perdido. En lugar de ello, siéntete agradecido de que se te haya concedido ver la santidad de tu hermano debido a que es verdad”. 

“Y lo que es verdad con respecto a él tiene que ser igualmente verdad con respecto a ti”. Sebas empezaba a comprender. Ahora veía con mayor claridad el deseo de codicia de los mortales. Dudaban de su propia valía. Ni siquiera la apreciaban. Por ello, debían buscarla fuera de ellos. Y eso era el germen del sufrimiento, del ataque, del menosprecio y de la idea de “enemigo”. 

Ese concepto daba expresión a dichos como: “Cada persona tiene un precio”. La valía física del dinero reemplazaba a su auténtica valía. La valía de las personas no se miraba en los dones de su corazón ni de su comportamiento. Se centraba en lo que poseía. Por ello, algunos pensamientos sabios repetían: “al morir no te podrás llevar ningún bien físico ajeno”. 

La paz iba cubriendo el corazón de Sebas. La luz lo iba envolviendo. Dejar de dudar de uno mismo, dejar de buscar fuera, lo que ya teníamos en nuestro interior, era la puerta de la solución. Todos teníamos la misma valía por nuestro derecho de nacimiento.

miércoles, abril 19

LA REALEZA ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS

Adolfo repasaba en su mente las ideas que había leído en aquella piedra blanca de mármol en Jerusalén, en el Monte de los Olivos. Se detenía en una porción del texto que parecía le llamaba de un modo especial. Lo leía y releía y pensaba: 

Ayúdanos a seguir nuestro camino
Respirando tan solo el sentimiento 
Que emana de ti. 

Nuestro Yo, en el mismo paso, 
Pueda estar con el Tuyo, para
Que caminemos como Reyes y
Reinas con todas las criaturas. 

Que tu deseo y el nuestro sean uno
Solo en toda la Luz, así como
En todas las formas, en 
Toda existencia individual, así
Como en todas las  Comunidades. 

Haznos sentir el alma de la Tierra
Dentro de nosotros, pues, de esta forma
Sentiremos la sabiduría
Que existe en todo. 

Adolfo daba gracias que esta traducción del arameo, clarificaba muchos conceptos en nuestra relación con el Padre Celestial-Madre Celestial. Hacía tiempo que había leído en una autora que las peticiones en forma de imperativos no era una forma mágica de ganarnos la confianza del Padre-Madre Celestial. 

No era algo que se nos daba como un regalo. No satisfacía nuestra condición de personas “buenas”. Era más bien la afirmación de la persona que le indicaba a la Eternidad que había decidido en su interior caminar por ese sendero. Así se alejaba de la magia y de las prácticas equivocadas. 

La idea de: “Ayúdanos a seguir nuestro camino, respirando tan solo el sentimiento que emana de ti”. Era la afirmación de la persona que deseaba caminar por ese sendero. Era la comprensión de la persona de que esa posibilidad estaba dentro de ella. Y así se lo ofrecía y se lo comunicaba. La idea sonaba así: “Queremos seguir nuestro camino, respirando tan solo el sentimiento que emana de ti”. 

Ese sentimiento estaba también en nosotros. Sabíamos que disponíamos de la libertad y que podíamos no seguirlo. Pero, en esa ocasión, le afirmábamos que lo deseábamos seguir. Tener el mismo sentimiento de un Padre-Madre Celestial sabíamos a dónde nos conducía. Era parte de nuestro corazón. Era el centro de nuestros sentimientos. 

En el siguiente párrafo: “Nuestro Yo, en el mismo paso, pueda estar con el tuyo, para que caminemos como Reyes y Reinas con todas las criaturas”. También se veía esa decisión personal que salía de un alma (persona) sincera y con nobles propósitos: “Nuestra forma de ser, en la misma línea, estar con la tuya por nuestra decisión. Así, ya que tú eres un Rey, caminaremos como Reyes y Reinas con todas las criaturas”. 

Una proyección maravillosa del valor de cada ser viviente. Un pensamiento que nos aclaraba que teníamos esa opción en nuestro interior. Si no caminábamos, no era porque tuviéramos incapacidad. Era nuestra propia decisión. 

La fuerza de la voluntad y de los deseos comunes que tenían todos los seres humanos también se armonizaban. “Queremos y decidimos que tu deseo y el nuestro sean uno solo en toda la Luz, así como en todas las formas, en toda existencia individual, así como en todas las comunidades”. Era una invitación que ampliaba nuestros horizontes. Nos hacía universales. 

Por fin destacaba y ponía énfasis en la unidad del universo. “Queremos sentir y deseamos vivir el alma de la Tierra dentro de nosotros, pues, de esta forma, sentiremos la sabiduría que existe en todo”. 

Adolfo gozaba con esos pensamientos. La idea de unidad le hacía abrir los brazos a toda la Sabiduría. Ya no había elementos separados. La Sabiduría era una y se ofrecía con humildad a todo ser humano.

martes, abril 18

UN CAMINO FIRME DE GOZO Y SUPERACIÓN

Rafa estaba viendo que no era el mismo cuando estaba bajo la presión de hacer muchas tareas y cuando gozaba de paz y de tranquilidad. En el ajetreo de las acciones salían muchas reacciones automáticas. En la paz y en la tranquilidad tenía tiempo para decirle a sus automatismos que esperaran. Tenía tiempo para considerar y se sentía más acertado. 

Había decidido hacía tiempo no tomar decisiones importantes bajo la presión del trabajo o las circunstancias. Todas ellas debían pasar por momentos de paz, de tranquilidad, de solaz y de meditación. Entonces se veían los asuntos más claros, más nítidos, con todas sus implicaciones. Era un deleite para la mente verlos con tal luz. 

De esos momentos nacían muchos brotes de sabiduría. Y Rafa se complacía porque se identificaba con ellos. También los había descubierto con su cuñado. Cuando su cuñado estaba en paz y reflexivo era una maravilla comentar con él los asuntos de la vida y sus consideraciones. En otros momentos, era imposible la comunicación. Tenían que dejarla. 

Estaba leyendo un tema que le exigía su paz y su quietud. Había descubierto que nosotros no nos veíamos a nosotros mismos. Para vernos a nosotros mismos debíamos hacerlo en la relación. Una palabra clave para conocernos: Relacionarnos con todos los demás. Sin relación no nos conocíamos. Cuando a Jesús le preguntaron el resumen de la ley, la resumió en dos tipos de relaciones. 

“Amar al Padre Celestial sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”. Desde pequeño siempre las había interpretado como dos obligaciones que tenían las personas. En cambio, ahora, las veía como dos vías de conocimiento. Los eruditos que le preguntaron se quedaron extrañados con la idea de relación. La pregunta era evidente: “¿Quién era nuestro prójimo?”.

Rafa se estaba quedando asombrado. Por primera vez veía que amar al Padre Celestial y al prójimo era una unidad. Una unidad que no podía romperse. Por ello, veía que “el prójimo” era nuestro camino al Padre. 

“El recuerdo del Padre Celestial no brilla a solas. Lo que se encuentra en tu hermano todavía contiene dentro de sí toda la creación; todo lo creado y todo lo que crea: todo lo nacido o por nacer; lo que todavía está en el futuro y lo que aparentemente ya pasó. Lo que se encuentra en él es inmutable, y cuando reconozcas esto, reconocerás también tu propia inmutabilidad”. 

“La santidad que mora en ti le pertenece a tu hermano. Y al verla en él, regresa a ti”. 

Desde su paz y su tranquilidad, Rafa iba viendo un poco más claro. El prójimo era nuestro reflejo. El reflejo de nosotros mismos. Sólo podíamos ver nuestra grandeza si la veíamos en el hermano. Eso nos indicaba que la grandeza estaba en nosotros. Solamente podíamos ver en los demás lo que estaba en nosotros. De ahí la importancia del hermano para vernos a nosotros mismos. 

Rafa iba avanzando. Si no era capaz de verla en nadie, tampoco la grandeza estaba en él. Todos pensábamos que los demás eran como nosotros. Y era cierto. Por ello, su mente iba subiendo escalones de comprensión para ver en los demás más allá de lo que le habían enseñado en el camino.

lunes, abril 17

DESEOS IMPOSIBLES DE SACIAR

Esteban se complacía en ir haciendo disecciones del camino de las ideas de las personas. Todas querían más. Todas deseaban lo máximo. Todas se sentían en un mundo competitivo y todas querían sacar ventaja de sus posicionamientos. Todas se sentían pobres y tenían que ser cuidadosas para que nadie les quitara sus propias oportunidades. 

Momentos delicados de la vida. El miedo y la inseguridad se multiplicaban. Las fortalezas se medían por sus posesiones. Su poder adquisitivo los definía. Así el materialismo inundaba sus pensamientos y se olvidaban de lo más importante en ellos, su alma, su grandeza, su eternidad, su gloria y sus riquezas eternas. 

Nada se podía gozar sin un ambiente adecuado. Esteban se quedaba asombrado de las leyes que se autoimponían la mayoría de las personas en su camino por ese lugar, donde su poder fuera suficiente para sentir seguridad. Ese deseo de ser “especial”, es decir, “Mejor que…..”, y , “Más que …... ¡Pobre comparación que rompía todo lo maravilloso de la vida!

Esteban empezaba a dejar de lado las comparaciones. En las siguientes líneas estaban muy bien descritas: “¡Cuán tenazmente defiende “lo especial en él” – deseando que sea verdad – todo aquel que se encuentra encadenado a este mundo!”.

“Su deseo es ley para él, y él lo obedece. Todo lo que su deseo de “ser especial” exige, él se lo concede. Nada que este amado deseo necesite, él se lo niega. Y mientras este deseo lo llame, él no oirá otra Voz. Ningún esfuerzo es demasiado grande, ningún costo excesivo ni ningún precio prohibitivo a la hora de salvar su deseo de “ser especial” del más leve desaire”. 

“del más mínimo ataque, de la menor duda, del menor indicio de amenaza, o de lo que sea, excepto de la reverencia más absoluta”. Esteban veía que delante de él se abrían dos caminos: uno era el de la igualdad, todos somos Hijos de un Mismo Padre; otro era el de la desigualdad, es decir, “ser especial”. 

Este camino de “ser especial” estaba definido por varias frases: “Los demás hombres son dueños de su fortuna, los especiales o avaros, son esclavos de la suya”. “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa”. “La destrucción del hábitat está a menudo vinculada a la codicia y el materialismo del mundo desarrollado”. 

Esteban veía con claridad el camino de desastre de “ser especial”. Era maravilloso optar por el camino donde todos nos encontramos iguales, nos respetamos, nos admiramos y gozamos juntamente de lo que realmente somos: Hijos del Eterno.

domingo, abril 16

CHARLA DIRECTA CON EL INFINITO

Santi se deleitaba con aquellos recuerdos de sus primeros pasos en la iglesia oficial. La lengua de los oficios era todavía el latín. La gente se congregaba, pero no entendía lo que se decía. Eran como unos ritos que se repetían y parecían que calmaban las conciencias atormentadas. Cierto halo de magia respiraban aquellas celebraciones. 

Se vio captado por el ambiente, por el olor del incienso, por las penumbras de las iglesias y por el latín que se repetía. Tanto era el influjo que sentía que cuando tuvo ocasión, cogió un manuscrito donde estaban escritas todas las palabras que se decían en la misa en latín. 

Santi, sin saber nada de latín, empezó a memorizar aquellas frases. Las repetía tal cual las escuchaba en los oficios. Asoció al Infinito aquellos sones extraños que no compartían su sentido. En su banco, regularmente atendido, repetía la frase que sabía muy bien en ciertos momentos: “Dominus vobiscum” contestaba desde su saber repetir nada más, “et cum spiritu tuo”. 

Desde su ignorancia, le dio un poder de comunicación interno con el Padre Celestial a aquellas palabras. La vida tenía sus inconvenientes y nadie le había dicho cómo comunicarse con el Eterno. El oficio religioso era su camino. Y esas palabras en latín eran lo especial que había captado. Todas esas palabras se referían al Eterno. 

El tiempo pasó y el deseo de comprender la comunicación le fueron cambiando la visión. Sentía en su interior que la relación con el Padre Celestial era algo más que repetir mecánicamente esos extraños rezos. Y la vida y las experiencias llegaron a su encuentro. Empezó a hablar con el Padre Celestial en su lengua familiar, personal, íntima, en la que pensaba y se expresaba. 

Dejó de darle poder a esos ininteligibles rezos. Se dio cuenta de que el poder no estaba en los rezos. Estaba en el poder que en su interior él mismo les había dado desde su ignorancia total. Empezó su conversación con el Padre Celestial desde la naturalidad de su corazón. Un encuentro con un amigo íntimo universal. Su Padre Celestial era inmenso. 

Recogió unos pensamientos que tenía escritos en una hoja. Los leía y los meditaba en el silencio de su habitación. “Ser santo es muy fácil. Se conseguía con los siguientes pasos: 1. Tener un poco de buena voluntad. 2 Darle una señal de asentimiento al Padre Celestial, o darle la bienvenida al Cristo en ti. 3. No hay sacrificios que hacer. 4. Hay que leer libros y comprender el mensaje del Padre Celestial. 5. Ábrele tu corazón con sinceridad. 6. Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”. 

“6. Cada día, antes de dormir, revisa tu día y da gracias por las bondades y aprende de tus equivocaciones. 7. Procura mantener tu paz en todo momento. 8. Si pierdes tu paz, trata de caminar o correr, aunque sea dando vueltas a tu casa. Es mejor cansarte que herirte a ti y a los demás con tu enfado. 9. Piensa que todas las personas que te rodean son mensajeros del Padre Celestial para tu aprendizaje. 10. Nunca le exijas nada a nadie y sé siempre agradecido. 

Santi revisaba cada día esa hoja antes de dormirse. Le hacía bien ponerse en charla directa con su Padre Celestial. Lo calmaba. Lo llenaba de ilusión. Aprendía e iba caminando en un sendero lleno de hermosas propuestas. Ahora sí que le daba todo su poder a aquellas orientaciones que fueron perfilando y formando su jornada diaria.

sábado, abril 15

"LO ESPECIAL" EN NUESTRO INTERIOR

A Pablo le interesó una noticia curiosa que le llegó. Un coleccionista de carros de combate antiguos, se había encontrado en el depósito de gasolina, de un ejemplar adquirido, cinco lingotes de oro. El hallazgo fue una sorpresa mayúscula. El carro de combate había estado en la guerra de Irak. Alguien, con aparente buena idea, metió los cinco lingotes en el depósito. 

La noticia no dejaba de ser curiosa. No estábamos acostumbrados a esos hallazgos. El coleccionista, al tratar de desmontarlo, notó que el depósito de gasolina contenía algún elemento sólido y pesado. Pensó que podría ser algún artefacto explosivo. Ante tal eventualidad dio parte a la policía. La policía y los artificieros se personaron para verificar dicho contenido. 

Se quedaron sin palabras, al descubrir que, en lugar de artefactos explosivos, cinco lingotes de oro salían del depósito. Alcanzaban un valor de 2,5 millones de euros. Toda una fortuna. Sin embargo, lo que le sorprendió a Pablo, antes de conocer los detalles de dicha incidencia, fue la respuesta interior que sus pensamientos le propusieron de forma automática. 

“Se los podría haber quedado y tener la vida resuelta”. No entendía cómo se los había entregado a la policía. Al avisarla, por la posibilidad de elementos explosivos, empezó a comprender. La situación quedaba clara y era algo que no le pertenecía. 

Pablo, entonces, se hizo consciente de esos pensamientos internos que anidaban en su mente. La idea de separación de la fuente del universo, la idea de la separación con todos los humanos, el sentimiento de separación anidaba dentro de él, sin saberlo. Si nadie lo hubiera sabido, se lo hubiera quedado. Siempre se había opuesto a la frase que decía: “Cada persona tiene su precio”.

Era cierto que desde su atalaya consciente lo tenía claro. Pero sus ideas internas le revelaban otra cosa. Ahora se veía con mayor claridad. Entendía que esa noticia había actuado como un espejo donde se reflejó su interior. Comprendía así esas ideas que estaba leyendo: “Ser especial es la función que tú te asignaste a ti mismo”. 

“Te representa exclusivamente a ti, como un ser que se creó a sí mismo, auto-suficiente, sin necesidad de nada y separado de todo lo que se encuentra más allá de tu cuerpo”. 

“Ante los ojos de “lo especial en ti” tú eres un universo separado, capaz de mantenerse completo en sí mismo, con todas las puertas aseguradas contra cualquier intromisión y todas las ventanas cerradas herméticamente para dejar pasar la luz”. 

“Y al estar siempre furioso por el constante ataque al que siempre crees estar sometido, y al sentir que tu ira está plenamente justificada, te has empeñado en lograr este objetivo con un ahínco del cual jamás pensaste desistir y con un esfuerzo que nunca pensaste abandonar”. 

Pablo, antes de ese hecho del carro de combate, nunca hubiera pensado que esas palabras fueran verdad. Él no había pensado así nunca. Sin embargo, los automatismos interiores le decían otra cosa. Había que ir deshaciéndolos. Eso le daba una mayor comprensión de sí mismo, una mayor comprensión de los demás. 

Otra razón para ir desterrando de su vida la acción de “condenación”, tanto así mismo como al “otro”. El apoyo, la cercanía, la empatía, la sensación de esclavitud ignorada, todo se revolvía para que nunca más saliera de su boca ninguna palabra condenatoria contra sí y contra nadie.

viernes, abril 14

DESPERTAR ES DEJAR DE SER AUTOMÁTICO

Juan se daba cuenta del poder de la repetición de las ideas. Bastaba que se hablara mal de una persona para que nosotros perdiéramos la equidad, la imparcialidad y la oportunidad de conocerla por nosotros mismos. Las habladurías hacían su efecto. Nos hacían precavernos y poner sobre la otra persona esas ideas que habíamos escuchado. 

La objetividad y la realidad se perdían. El pensamiento se imponía con toda su fuerza y su poder. Y, si teníamos ocasión de encontrarnos con esa persona, teníamos que vencer los obstáculos del pensamiento que había en nuestra mente. Así el pensamiento se imponía a la vida. No llegábamos a conocer a esa persona. El pensamiento ya tenía una idea. Con eso bastaba. 

Juan tomaba conciencia de ese poder del pensamiento. Actuaba así en todas las personas. Por ello, comprendía a los rebeldes que se oponían a que se tachara a nadie sin objetividad. Una opinión extendida era una dificultad grande para conocer directamente a la persona. De ahí el dicho: “Crea buena fama y acuéstate a dormir”. 

Cuando desde pequeño te han estado repitiendo que somos malos, somos pecadores, somos desgraciados, somos inútiles, somos ignorantes, la distorsión es tal que lo hemos aceptado. Y cualquier idea que vaya en sentido contrario, sentimos en nuestro interior, que estamos equivocados. Empezamos a ser consciente del poder del pensamiento. 

“Despertar” es quitar esa idea del pensamiento y descubrir la realidad directamente, no por repetición de otras personas. La idea del pensamiento la catalogamos como real por nosotros, pero sabemos que no es de forma directa. Y “el despertar” es catalogarlas como real cuando la información es directa y personal. 

Juan se planteaba a sí mismo que él había sido una persona relativamente aceptable. Una buena persona en expresión coloquial. No le había deseado la muerte a nadie como Pablo lo había hecho en su idea de persecución de los cristianos. Posiblemente había estado en algunos momentos confundido, pero con unos buenos razonamientos siempre había respondido bien. 

Juan no se sentía pecador, culpable, malo, equivocado e inútil. Por tanto, su conocimiento personal deshacía lo que le habían repetido muchas veces en sus clases, en las charlas y en algunas reflexiones que había recibido. Descubría a un Padre Celestial amante que había depositado en él, como en todos los humanos, sus mejores dones eternos. 

Con esa idea en mente, leía con interés aquellas líneas: “Elige, pues, lo que deseas ver: el cuerpo de tu hermano o su santidad; y lo que elijas será lo que contemplarás. Y serán muchas las ocasiones en las que tendrás que elegir, a lo largo de un tiempo que no parece tener fin, hasta que te decidas en favor de la verdad”. 

“Pues la eternidad no se puede recuperar negando una vez más al Cristo en tu hermano. ¿Y dónde se encontraría tu salvación si él sólo fuese un cuerpo? ¿Dónde se encuentra tu paz sino en su santidad? ¿Y dónde está El Padre Celestial Mismo, sino en aquella parte de Sí que Él colocó para siempre en la santidad de tu hermano, a fin de que tú pudieras ver la verdad acerca de ti mismo, expuesta por fin en términos que puedes reconocer y comprender?”

Juan se quedaba sin palabras. Luchaba con su pensamiento, con sus ideas preconcebidas. Pero la claridad era meridiana. Si no era capaz de ver al Cristo en el hermano, era porque le daba fuerza a ese pensamiento que le habían dicho de que éramos malos. “Él colocó para siempre en la santidad de tu hermano, a fin de que tú pudieras ver la verdad acerca de ti mismo, expuesta por fin en términos que puedes reconocer y comprender”.

Juan estaba despertando. Si era capaz de ver en el hermano la santidad, la tenía dentro de sí. Por ello, le agradecía al Padre Celestial esa decisión: “a fin de que tu pudieras ver la verdad acerca de ti mismo, expuesta por fin en términos que puedes reconocer y comprender”. Juan cerraba sus ojos. El silencio caía y una transformación burbujeante en su comprensión hervía de claridad y maravilla.

jueves, abril 13

EN EL "OTRO" VEMOS NUESTRO PROPIO REFLEJO

Lucas se vio delante de un texto que lo desafiaba en varios sentidos. Su pregunta era un grito al cielo. La respuesta era la puerta de salida a ese ambiente asfixiante que planteaba. Abrir el libro y encontrarse con ese texto tenía su miga. Lo leía y releía. Intentaba comprenderlo. Así decía: 

“¿Estamos entonces irremediablemente condenados a vivir en un sueño empobrecido, mutilado, esquemático, tomado por normal a base de pura costumbre? Muy al contrario, el acceso y la experiencia de Ser constituye nuestra manera natural de existir, una manera radicalmente distinta a la aparente, una manera plena, ilimitada, segura y dichosa, aunque desterrada”. 

Era un tanto fuerte. No se podía quedar uno tranquilo con ese planteamiento. Un análisis certero. Pero, gracias al infinito, con esa afirmación que todo lo curaba: “el acceso y la experiencia de Ser constituye nuestra manera natural de existir, una manera radicalmente distinta a la aparente, una manera plena, ilimitada, segura y dichosa, aunque desterrada”.

Había una palabra que no encajaba con su alegría: “desterrada”. Pero, bien entendida, era una luz que se filtraba en su mente y en su comprensión. Si la mente la había desterrado, la mente, con un planteamiento diferente, podía recobrarla. La luz continuaba su camino con aquella reflexión y con su lectura. 

Buscaba la expresión de esa luz que se filtraba: “Mira a tu hermano y ve en él lo opuesto a las leyes que parecen regir este mundo. Ve en su libertad la tuya propia, pues así es. No dejes que su deseo de ser especial nuble la verdad que mora en él, pues no te podrás escapar de ninguna ley de muerte a la que lo condenes”. 

Lucas empezaba a comprender la función del “otro” en su vida. El Padre Celestial le ayudaba mucho. Le decía que ese “otro” no era un ser lejano, distante, extranjero ni extraño. Ese “otro” era su hermano. Y la idea de ser hermano implicaba que era de la misma familia. Deducía que venían de unos mismos padres, de un mismo origen. 

Ver al hermano era poder verse a sí mismo. Nadie podía verse directamente a sí mismo. Era una incapacidad de la que no éramos conscientes. Lucas recordaba los incidentes de alguien que decía que no se tocara ese tema en la reunión por la reacción que podía provocar en ciertos presentes. Los otros reflejaban las angustias que teníamos dentro. 

Nuestra mirada al hermano era nuestra mirada a nosotros mismos. Si veíamos al hermano con tachas, con defectos, eran nuestras propias tachas, nuestros propios defectos. “Cree el ladrón que todos son de su condición”. Si no mentíamos, no podíamos ver a ningún mentiroso. Nuestro ataque al otro era el ataque a nosotros mismos. 

Ese mecanismo era un misterio para muchos todavía. Pero, la parte sabia nuestra nos lo iba recordando. Si no éramos capaces de ver en el otro la bondad, la maravilla, la admiración, era porque no existía tampoco en nuestro interior. 

“Mira a tu hermano y ve en él lo opuesto a las leyes que parecen regir este mundo. Ve en su libertad la tuya propia, pues así es. No dejes que su deseo de ser especial nuble la verdad que mora en él, pues no te podrás escapar de ninguna ley de muerte a la que lo condenes”. 

Hermoso espejo en el “otro”, en el “hermano”, para saber lo que mora en nuestro interior.

miércoles, abril 12

REDESCUBRIR NUESTRA ESENCIA INTERIOR

Marcos, en varios momentos, había considerado el concepto del verdadero objetivo de la vida. Se veía que estaba viviendo. Observaba que debía seguir su camino, lograr sus objetivos y desarrollarse de forma continua. Todo eso le daba sentido a su vida. Mejorarse también formaba parte del plan. Pero, le faltaba una expresión clara del sentido final de la existencia. 

Esa mañana, temprano, se había puesto a leer aquel párrafo que tocaba ese punto. Se quedó asombrado. Veía que la expresión “Hijo de Dios” se refería al ser humano. La había visto escrita en referencia a Jesús. Él era el Hijo de Dios. Pero allí también se aplicaba a cada persona. El corazón de Marcos latía de forma especial. 

Era cierto que Jesús era el modelo, el ejemplo, de todas las personas. Un ejemplo alcanzaba a todos aquellos que podían llegar a ser como el modelo. Era una buena manera de empezar. Cada un@, era Hij@ de Dios. Era una semilla que germinaba con ilusión, luz, maravilla y una nueva mirada. Debía considerarse a sí mism@ de una nueva forma. 

Dejó que sus ojos y su pensamiento se adentraran en aquellas palabras: “No olvides que sanar al Hijo de Dios es la única razón de ser del mundo. Ese es el propósito que el Espíritu Santo ve en él, y, por lo tanto, es el único que tiene”.

“Hasta que no veas la curación del Hijo como todo lo que deseas alcanzar en este mundo, a través del tiempo y de sus apariencias, no conocerás al Padre, ni te conocerás a ti mismo”. 

“Pues usarás al mundo para lo que no es su propósito y no te podrás librar de sus leyes de apariencia y de muerte”.

“Sin embargo, se te ha concedido estar más allá de sus leyes en todos los sentidos, en cada acción y en cada circunstancia, en cada tentación de percibir lo que no está ahí, y en cada creencia de que el Hijo de Dios puede sufrir dolor porque se considera a sí mismo como lo que no es”. 

Marcos veía claridad, objetivo, concisión, precisión y un rumbo claro y orientado: “el Hijo de Dios”, es decir, cada uno de nosotros, debía curarse a él y a su hermano. Debía curarse de su percepción equivocada. Esa era la raíz de la cuestión. 

Si había una percepción distinta de nosotros mismos, habría un camino para conocer al Padre y a nosotros mismos: “Hasta que no veas la curación del Hijo como todo lo que deseas alcanzar en este mundo, a través del tiempo y de sus apariencias, no conocerás al Padre, ni te conocerás a ti mismo”. 

Marcos repasaba en su mente todas aquellas ideas que debía ir curando en su interior: “Hemos olvidado qué somos. Desde el comienzo del tiempo nos percibimos como entes perecederos, incompletos, desamparados, impotentes, aislados, sujetos a fuerzas extrañas. Al habernos impuesto esas ideas hemos terminado aislándonos y creyéndolas. Pero, realmente no somos eso”, 

Un hermoso camino se extendía delante de Marcos. Ahora estaba claro el sentido de la vida. Debíamos volver con fuerza a esa relación profunda de amor que siempre debíamos haber mantenido con nuestro Creador. El Padre nos está esperando. Nuestra alma lo pide y lo está deseando.

martes, abril 11

VERDAD DE BONDAD MÁS ALLÁ DE TUS OJOS

Mateo se hundía en esos sueños dorados que aparecían en la mente, pintando parajes, relaciones, personas, medios, colores y sonrisas amables. Sin embargo, recordaba una época de su vida. Diez años que pasaron muy rápido. Diez años que cubrieron etapas. Diez años que forjaron muchas salidas para esa energía joven que corría por sus entrañas.

Por mucho que hubiera soñado, la realidad lo había superado, sobrepasado, dejado de lado, impresionado y estupefacto. La mente se asombraba. Mateo había vislumbrado que los sueños de la mente eran muy muy limitados. Se basaban en lo conocido, en lo repetido, en lo deseado, en lo vivido. Eso se multiplicaba a grados extraordinarios. 

Pero la realidad contaba con nuevos aportes, nuevas visiones, nuevas combinaciones que la mente no había vislumbrado. Por ello, los sueños nunca podían prever lo que no conocían, no habían experimentado. Mateo se acordaba de aquellos diez años y no podía sino admitir la maravilla de la realidad cuando todo se ponía en la debida confianza y humildad. 

Lo que estaba escrito en las líneas siguientes tenían esas componentes del sueño que la mente no había podido vislumbrar ni imaginar: “No hay nada en todo el universo que no te pertenezca. No hay nada que el Padre Celestial no haya creado que Él no haya puesto amorosamente ante ti para que sea tuyo para siempre”

“Y ningún pensamiento que se encuentre en Su Mente puede estar ausente de la tuya”. 

“Su Voluntad es que compartas con Él Su Amor por ti y que te contemples a ti mismo tan amorosamente como Él te concibió antes de que este mundo diera comienzo, y como todavía te conoce”. 

“El Padre Celestial no cambia de parecer con respecto a Su Hijo por razón de circunstancias pasajeras que no tienen ningún significado en la eternidad en la que Él mora y en la que tú moras con Él. Tu hermano es exactamente tal como Él lo creó. Y esto es lo que te salva de un mundo que Él no creó”. 

Mateo respiraba profundamente. Realmente eran sueños. Y sueños no imaginados por mente humana. “Y ningún pensamiento que se encuentre en Su Mente puede estar ausente de la tuya”. Es difícil imaginar porque hemos bebido durante mucho tiempo de la separación y de la distancia insalvable entre El Padre Celestial y el humano. Pero si cambiamos el segundo nombre, se podría poner entre El Padre Celestial y Su Hijo. 

Era demasiado hermoso, maravilloso, extraordinario. Todo lo que estaba en la mente del Padre Celestial estaba en la nuestra. Era demasiado. Era impensable, pero era realidad. El segundo paso en ese sueño: “Su Voluntad es que compartas con Él Su Amor por ti y que te contemples a ti mismo tan amorosamente como Él te concibió antes de que este mundo diera comienzo, y como todavía te conoce”. 

Un segundo paso esencial. Cambiar nuestra mirada sobre nosotros mismos. Y no imaginar nuestra mejor mirada. Vivir ese sueño de un Padre Celestial que crea a Su Hijo con todo el amor del mundo que nosotros, en pequeñísima escala, hemos podido desarrollar al tener en nuestros brazos a esos hijos que nos hicieron creadores y plenos de un amor imposible de analizar. 

Mateo se quedaba en la oscuridad del ocaso del sol. Las luces tenues de las estrellas se reflejaban en sus ojos. Asentía que no podía imaginar sueños tan hermosos. Admitía que esa luz de estrellas brillando ante él era portadora de nuevos sueños maravillosos imposibles de esbozar, pero posibles de aceptar, comprender y, con inmenso amor, gozar.

lunes, abril 10

INDISPENSABLES EN NUESTRO CAMINAR

Guille leía aquellas líneas y no daba crédito a lo que estaba leyendo. No se lo podía creer en absoluto. El Creador del universo lo tenía todo. No lo limitaba nada y podía llegar a todos los rincones del globo. Y, parecía que le podía faltar algo a ese ser tan completo y tan omnipotente. 

“Sin ti, al Padre Celestial le faltaría algo, el Cielo estaría incompleto y habría un Hijo sin Padre. No habría universo ni realidad. Pues lo que el Padre Celestial dispone es íntegro y forma parte de Él porque Su Voluntad es una. No hay cosa viviente que no forme parte de Él ni nada que no viva en Él”. 

“La santidad de tu hermano te muestra que el Padre Celestial es uno con Él y contigo, y que lo que tu hermano tiene es tuyo porque tú no estás separado de él ni de su Padre”. 

Guille no dejaba de pensar en esa afirmación: “Sin ti, al Padre Celestial le faltaría algo”. Él había sentido muchas veces su soledad en los paseos por la orilla del mar. Todo era tan inmenso que se sentía tan pequeño como un grano de arena. ¡Cuántas veces se había dicho que si desapareciera no le importaría a nadie! Pocas personas notarían su ausencia. 

En otros momentos, en sus tristezas internas, la soledad se acentuaba de un modo exponencial. Ni siquiera a una hoja caída, ni a una gota de agua, ni siquiera a un puñadito de arena le importaba, en su insensibilidad, el furor de su aflicción interna. Soledad, soledad, sentía. Soledad, soledad se expandía por los cielos. Soledad y extravío se juntaban para darle una sensación de una nada que no podía tolerar. 

Y volvía a repetirse. No lo creía. “Sin ti, al Padre Celestial le faltaría algo”. Guille con ese pensamiento recibía un abrazo del sol, de la luna en el horizonte, del aire que pasaba entre sus brazos y su cuerpo. Un abrazo del azul del mar. Del verde de los árboles tierra adentro. Del ruido de las aguas que mansamente morían en la playa. 

No sabía por qué, pero el corazón se le expandía. Una nueva energía se hacía presente. “No estaba solo”. Gritaba su corazón lleno de alegría. Tenía a su lado al Ser más imponente de su vida. Y no dejaba de utilizar a la naturaleza para darle ese abrazo que le sabía a gloria y a una paz relajada y plena. 

Su mente aceptaba la idea de uno. Su mente integraba todas las cosas juntas. “Pues lo que el Padre Celestial dispone es íntegro y forma parte de Él porque Su Voluntad es una”. Guille captaba ese concepto de unidad. Le atraía. Le hacía sentir bien. Le daba esa paz que sólo una visión tranquila y segura comunicaba. 

La luz había entrado en su corazón. Su Padre Celestial y él eran uno. La soledad se había disipado. La separación se había evaporado. Nada podría separarlos. Su Padre Celestial, por fin, se había, con él, comunicado.