martes, abril 4

LA COMPARACIÓN ES DELICADA

David observaba el funcionamiento de la comparación. Cuando afectaba a personas, oía una frase que solía repetirse: “las comparaciones son odiosas”. Cuando en la comparación se salía mal parado, la decepción se sentía en el interior. Cuando eran positivas, parecía que nos animaban. Pero, David veía que la valía dependía de la comparación de turno. 

En un libro leyó la idea de que el éxito era un suceso muy relativo. Dependía de las personas con las que te habían comparado. Así emergía cierto sentido de “suerte” en el caminar por la vida. Cada uno tenía sus ayudas y sus aspectos negativos. Empezaba a dudar de, si la comparación era realmente algo que nos definía o algo que nos valoraba en la irrealidad. 

No podía negar que las comparaciones eran moneda diaria en el pensamiento de las personas. Por ello, se dejaba llevar por aquellas líneas que compartían ideas sensatas y equilibradas sobre dicha acción. “Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace”. 

“Creerse especial conlleva hacer comparaciones. Se establece al ver una falta en otro y se perpetúa al buscar y mantener claramente a la vista cuanta falta se pueda encontrar”. 

“Esto es lo que persigue lo especial en nosotros y esto es lo que contempla. Y aquel a quien tu deseo de ser especial así rebaja, habría sido tu salvador si tú no hubieses elegido usarlo como un triste ejemplo de cuán especial eres tú”. 

“Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. No entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas”. 

David veía mucha sabiduría en esas palabras. El camino del amor siempre veía las buenas cualidades de cada persona. Todas tenían. Todas estaban llenas de detalles hermosos. Hallar faltas en los demás no provenía del amor. El amor siempre animaba, destacaba lo mejor y caminaba junto con los otros en el mismo nivel. 

El ego necesitaba comparar, menospreciar, rebajar, disminuir. En ese proceso la persona creía crecer. En ese proceso la persona hallaba su sentido de la vida. Era genial y mucho mejor que muchos. Y eso le daba su especial valor. David admitía que por el ego pasaban todos y que en algunos momentos ese ego había hecho de las suyas. 

No se podía atacar el ego con otra crítica comparativa. Sería utilizar su misma arma. Y el ego, de esa forma, quedaría reforzado. El ego no es atacado por el amor. Cuando se ama desde el corazón, el ego no tiene sitio en nuestra vida. Cuando se valora desde el corazón, el ego se queda sin terreno donde plantar sus viñas.

Cuando el amor brilla se disuelve el ego y aparece la salvación: “Frente a la pequeñez que ves en él, tú te yergues alto y señero, irreprochable y honesto, puro e inmaculado. No entiendes que al hacer eso es a ti mismo a quien rebajas”. Al comprender, por el amor, la belleza maravillosa del otro, no lo rebajas a él ni a ti mismo. Y ese es el camino de nuestra salvación.

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