sábado, abril 8

BUSCAR EN EL LUGAR OPORTUNO


Había ocasiones que la actitud, el comportamiento humano nos provocaba una sonrisa cuando tenía conductas un tanto equivocadas. A veces se buscaban las soluciones a las confusiones creadas donde no estaban esas confusiones. La incidencia surgió en cierto lugar y la solución se buscaba en otro. Uno se preguntaría la respuesta, el porqué de dicha conducta. 

Sin embargo, la mente, siempre dispuesta a dar una razón, nos dejaba estupefactos. Cierto sabio dijo: 

“Todas las confusiones se originan en la mente
¿por qué buscar en otra parte para liberarse de ellas?”

Se contaba también una anécdota, en esa misma línea, de una mujer sabia. Se decía que esa mujer estaba cosiendo algunas ropas, remendándolas y recuperándolas con su pericia. En un movimiento involuntario se le cayó la aguja. La mujer no podía seguir. Empezó a buscarla. Llamó a sus vecinas para que le ayudaran a encontrarla. 

Pasaron mucho tiempo, pero nadie daba con ella. Finalmente, una persona se atrevió a preguntarle a la señora dónde había perdido la aguja. Ella la estaba buscando debajo de una farola donde había mucha luz. “Bueno, le diré que la he perdido en aquella zona de la casa. Y ¿por qué la busca entonces aquí?”, le preguntaron. 

“Usted sabe que en aquella zona de la casa está oscura. No se puede ver nada. Aquí con tanta luz se puede ver mejor y se puede encontrar la aguja”. Todos se quedaron sorprendidos. No se lo podían creer. No lo entendían. Le dijeron a la mujer que no comprendían su actitud. La mujer, que era muy sabia, les contestó con mucha tranquilidad. 

“Es lo mismo que hacen ustedes. Entrar dentro de la mente, dentro de cada uno de nosotros es difícil. Buscar donde se generan los problemas y se pierde la paz es complicado y oscuro. Y buscan las respuestas donde hay luz. Si ustedes consideran que estoy equivocada buscando la aguja, lo mismo hacen ustedes con sus problemas”. 

La vida era así de inconsecuente. Si una persona tenía envidia de otra porque se había comprado un coche nuevo, el problema estaba en su mente donde se había originado la envidia. Muchos, para solucionar dicho problema, trataban de comprarse un coche similar si les era posible. Si no podían, entonces se afligían con un dolor intenso atacándose ellos mismos con la idea de que eran unos desgraciados inmensos. 

La mente había creado un pensamiento totalmente artificial: “Tener un coche me da más importancia. Me hace sentir mejor que los demás. Por ello, si se lo compra el vecino, es mucho más importante que yo. Y yo no puedo ser menos importante que el vecino”. Pensamientos nefastos que se producían en nuestra mente. 

Si le dijéramos a ese pensamiento que es erróneo, absurdo, un sinsentido y que el valor del ser humano es intrínseco y nada puede darle valor de lo que adquiera, el problema de la envidia estaría solucionado. Pero, como la señora de la aguja, empezó a buscar donde había luz. Veía el coche del vecino y lo ponía enfermo. No se daba cuenta de que no era el coche el que lo ponía enfermo sino su propio pensamiento. 

No veía su propio pensamiento por su propia falta de luz. Pero veía el coche del vecino y buscaba en la luz la solución a aquella aguja que había perdido en la zona de oscuridad. 

Hermosas reflexiones que personas sabias compartían con nosotros en nuestro propio caminar. Toda una reflexión generosa para hacernos pensar.

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