jueves, abril 27

UN SENTIMIENTO INTERNO DE UNIDAD

Gonzalo se deleitaba en los pensamientos de la unidad. Era difícil alcanzar en muchos momentos, pero cuando se disfrutaba era un gozo añadido. Ser uno en acción, en apoyo, en sustento y en ánimo nos hacía más fuertes, más comprensivos, más osados y mucho más confiados. Sacaba lo mejor de nosotros y llegábamos a objetivos inimaginados. 

Lo complicado era definir los principios para seguir esa unidad. El amor, el respeto, la diferencia, formaba parte de esa unidad. Y, a pesar de todas las diferencias del mundo, había una unidad interior que vibraba en nuestras almas y en nuestros corazones. A veces Gonzalo no entendía ese sentimiento muy bien con su mente. 

Pero la unidad surgía entre todas las clases sociales cuando alguien del país destacaba en alguna disciplina. Se sentía un orgullo especial. El asunto de la unidad aparecía. No se conocía a la persona, no se había tenido relación, no se había tenido conocimiento previo, pero había algo en el interior de las gentes que se desbordaba frente a la unidad. 

Gonzalo buscaba en sus profundidades comprensiones a esa unidad. “Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida. Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo propósito a ambos”. 

“Su voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya”. Era un juego maravilloso. El asunto de la unidad estaba grabado en nuestro corazón interno. Cualquier médico del mundo se emocionaba con cualquier enfermo del mundo. La unidad la vivían con una naturalidad solemne. 

Gonzalo se felicitaba por esos rasgos de unidad que iba viendo en sus experiencias. Nadie podía negar la unidad. Él Mismo la dispuso en nosotros. “Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida”.

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