martes, febrero 27

PERCEPCIÓN Y CONCIENCIA

A Sebas le encantaba conocerse a sí mismo. Desde pequeño le encantó saber la fórmula del agua. Dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Eso no le impedía gozar de la frescura del agua. Su belleza en el río transcurriendo le había inspirado muchos momentos. 

La sensación de sentirse saciado en su sed le había hecho sentirse pleno. Su cuerpo gozaba con la presencia del agua pura en su vida. Era un encanto que le atraía mucho. Había descubierto un venero natural en una corriente que se deslizaba cerca de la casa de campo donde estaba. 

Al principio creía que llenaban la garrafa directamente en el agua del río. Pero le hicieron ver cerca de la superficie una veta de agua pura vertiéndose en la corriente. Era pequeña. Debía mirar con cuidado. Pero allí estaba. Con esa humildad pasmosa de la vida. El agua pura salía casi sin ser notada. 

Sebas sabía que formaba parte de la vida, parte del aire. También en el aire se encontraba oxígeno e hidrógeno. Todo formaba una maravillosa unidad que se combinaba de diferentes formas para ser útil para el ser humano. Ahora lidiaba con dos aspectos vitales para su vida: la percepción y la conciencia. 

“La percepción es una función del cuerpo, y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia. La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene”. 

“El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, mas en realidad sólo responde a las intenciones de la mente. Si la mente lo utiliza para atacar, sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enfermedad, la vejez y la decrepitud”. 

“Si la mente acepta, en cambio, el propósito del Espíritu Santo, el cuerpo se convierte en un medio eficaz de comunicación con otros -invulnerable mientras se le necesite- que luego sencillamente se descarta cuando deja de ser necesario”. 

“De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija”. 

Sebas se admiraba de la posición neutra del cuerpo. El cuerpo no era malo ni bueno. Era una afirmación que le liberaba. El culto al cuerpo y los complejos de belleza del cuerpo carecían de sentido en sí mismo. Todo ello era una decisión de la mente. 

Quien dirigía el cuerpo era la mente. La percepción era una limitación de la conciencia. La plenitud no procedía de la apariencia física. Era la manifestación de la riqueza interna. Así todo estaba tan claro como el agua pura.

domingo, febrero 25

RELACIÓN ESPECIAL

Adolfo estaba repasando las experiencias de años pasados. Veía que sus amistades, sus relaciones con personas especiales habían sido muy fructíferas en unos momentos, pero a lo largo del tiempo no se mantenían. Había un cambio de actitudes en las personas y aquellos intercambios, aquellos momentos de conexión se iban esfumando. 

En algunos momentos se sentía nostálgico de aquellas amistades. Sentía un impulso interior que le llamaba a reconectarse. Después aceptaba la libertad de las personas, en su grado máximo y descubría que algo realmente esencial había cambiado. 

Había relaciones que le concernían y otras relaciones que sus amigos le confiaban. El cambio y el tiempo eran aniquiladores de esa luz que había nacido entre amigos muy cercanos. A la distancia se debía aceptar sin ningún pero. La libertad así lo demandaba y el deseo de lo mejor para los demás nacía en los corazones. 

Ahora, al leer aquellas líneas podía entender un poco más la profundidad de esos acercamientos y distanciamientos. “Las relaciones especiales que se establecen en el mundo son destructivas, egoístas e ‘infantilmente’ egocéntricas”. 

“Mas si se le entregan al Espíritu Santo, pueden convertirse en lo más sagrado de la tierra: en los milagros que señalan el camino de retorno al Cielo. El mundo utiliza las relaciones especiales como el último recurso de exclusión y como una prueba de la realidad de la separación”.

“El Espíritu Santo las transforma en perfectas lecciones de perdón y las utiliza como un medio para despertarnos del sueño. Cada una representa una oportunidad de sanar nuestras percepciones y de corregir nuestros errores”. 

“Cada una es una nueva oportunidad de perdonarnos a nosotros mismos, perdonando a otros. Y cada una viene a ser una invitación más al Espíritu Santo y al recuerdo de Dios”.

Adolfo cambiaba la consideración de las relaciones. Las denominadas ‘especiales’ tenían una carga equivocada por ambas partes. Eran egoístas, destructivas e ‘infantilmente’ egocéntricas. Se podrían sintetizar con la idea de ‘¿qué puedo sacar de los demás en esas relaciones?’. 

En cambio, las relaciones del Espíritu Santo no se fijaban en sacar nada de nadie. Era compartir con los demás sin esperar nada de ellos. Así que comprendía que el toque del Espíritu Santo podía cambiar una relación ‘especial’ en una relación de libertad. 

Y esa relación de libertad nos daba la oportunidad de crecer hasta el infinito.
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jueves, febrero 22

EL CAMINO DE LA UNIÓN

Rafa estaba paseando por las arenas que besaban las olas al acercarse a la playa. Sus pies desnudos contactaban con aquel tacto muelle y agradable que le recibía sin prejuicios. Se sentía totalmente él mismo. Sin cortapisas, sin límites, sin barreras psicológicas que le estorbaran. 

La paz, sus huellas, su mirada, el azul y el cielo punteado con algunas pequeñas nubes le rodeaban y creaban el ambiente de su alma. Se expresaba con tranquilidad y con la sinceridad de un corazón libre. El tema de la unión entre las personas le afectaba. Le era difícil aceptar los enfrentamientos. 

Los había vivido en su familia. Entre sus tíos y sus primos con algunos desacuerdos y con algunos argumentos que siempre terminan haciendo daño. La distancia emocional era un puñal que se le clavaba muy dentro. Valoraba la unión y apreciaba el buen trato entre todas personas.

Veía que las personas no podían unirse por el aspecto físico. Todas diferían en su apariencia. Eso destacaba una singularidad que nos aislaba. Y esa sensación se nos clavaba tan hondo que la soledad nos visitaba. Por ello, daba gracias por aquel párrafo que estaba leyendo y proponía un sendero de unión. 

“Sólo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha unido ningún hombre lo ha podido desunir. No obstante, la verdadera unión, que nunca se perdió, sólo es posible en el nivel de la Mente de Cristo. El “pequeño yo” procura engrandecerse obteniendo del mundo externo aceptación, posesiones y ‘amor’”. 

“El Ser que Dios creó no necesita nada. Está eternamente a salvo y es eternamente íntegro, amado y amoroso. Busca compartir en vez de obtener, extender en vez de proyectar. No tiene necesidades de ninguna clase y sólo busca unirse a otros que, como él, son conscientes de su propia abundancia”. 

Rafa alucinaba. Veía una unión real. No había necesidades ni favores. No había dependencias. Se buscaba compartir en lugar de obtener, ampliar a todos en vez de elegir a unos en detrimento de otros. 

Cerró los ojos, se dejó llevar por el nuevo horizonte que se dibujaba en su mente. Y se repetía: “Eso es una verdadera unión”.

lunes, febrero 19

¿ERROR O PECADO?

Esteban hurgaba en su psique buscando en sus experiencias esas heridas de culpa cuando se equivocaba en el terreno moral. Algunas de ellas le habían producido más de un dolor de cabeza. Cierto día descubrió que no era lo mismo tachar esas experiencias de errores o pecados. 

El pecado llevaba en sí la idea de culpa y de condenación, de vergüenza y de autoflagelación. El error se presentaba como una necesidad en el proceso de aprendizaje. En una ocasión se vio impresionado por la respuesta de Thomas Alva Edison en su proceso de descubrir la luz incandescente. 

Había realizado 999 ensayos con diversos metales y en diferentes condiciones. A pesar de tan alto número de pruebas todas habían fallado. Ciertas personas aferradas a las ideas de fracaso y derrota fueron a verle. Le dijeron que si no debía considerarse un completo fracasado por las 999 pruebas inútiles realizadas. 

La respuesta de Edison se grabó en la mente de Esteban. “Todo lo contrario. Ha sido un gran descubrimiento y un proceso de aprendizaje indispensable. He conocido 999 caminos por donde no debo ir para encontrar la lámpara incandescente”. 

El error era aprendizaje, era ciencia, era saber, era conocer, era descubrir caminos inexplorados. Toda una aventura para el ser humano. Lo importante no era el final. Lo realmente interesante era el proceso. Y esa visión le hizo a nuestro inventor descubrir la lámpara incandescente que vemos todos los días en nuestras casas. 

Así, con esa idea, Esteban se adentraba en aquel párrafo: “El pecado se define como una falta de amor. Puesto que lo único que existe es el amor, para el Espíritu Santo el pecado no es otra cosa que un error que necesita corrección, en vez de algo perverso que merece castigo”.

“Nuestra sensación de ser inadecuados, débiles y de estar incompletos procede del gran valor que le hemos otorgado al principio de escasez el cual rige el mundo de las ilusiones o fantasías”. 

“Desde este punto de vista, buscamos en otros lo que consideramos que nos falta a nosotros. “Amamos” a otro con el objeto de ver qué podemos sacar de él. De hecho, a esto es lo que en el mundo de los sueños se le llama amor. No puede haber mayor error que ése, pues el amor es incapaz de exigir nada”. 

Esteban escribía en la pizarra de su mente la ecuación siguiente: pecado = error. El error era aprender y buscar nuevos caminos. El error era el camino de superación en la aventura de la vida. Y el amor era la confianza interior total que nos guiaba en ese descubrimiento.

viernes, febrero 16

LA PROYECCIÓN CREA LA PERCEPCIÓN

Santiago iba adentrándose en el camino de la comprensión de su forma de pensar y de ver el mundo que le rodeaba. Sabía que la percepción era fundamentalmente interpretación. La pregunta surgía en su interior. ¿Cómo se podía interpretar? ¿Qué ideas actuaban como referencia y comparación de la interpretación?

Al leer aquellas palabras su mente se iba abriendo y sus ojos destellaban con la mirada del encuentro de la solución. “El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes”. 

“La proyección da lugar a la percepción. Primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver; luego proyectamos ese mundo afuera y hacemos que sea real para nosotros tal como lo vemos. Hacemos que sea real mediante las interpretaciones que hacemos de lo que estamos viendo”. 

“Si nos valemos de la percepción para justificar nuestros propios errores – nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra falta de amor en cualquier forma que se manifieste – veremos un mundo lleno de maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación”. 

“Tenemos que aprender a perdonar todo esto, no porque al hacerlo seamos “buenos” o “caritativos”, sino porque lo que vemos no es real. Hemos distorsionado el mundo con nuestras absurdas defensas y, por lo tanto, estamos viendo lo que no está ahí”. 

“A medida que aprendamos a reconocer nuestros errores de percepción, aprenderemos también a pasarlos por alto, es decir, a “perdonarlos”. Al mismo tiempo nos perdonaremos al mirar más allá de los conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos, y ver el Ser que Dios creó en nosotros, como nosotros”. 

Con el mecanismo de la proyección, Santiago reconocía cómo funcionábamos realmente. No era lo externo lo que nos daba la información. Era lo interno lo que daba la interpretación. De ahí que debíamos cuidar nuestro mundo interno para poder ver ese mundo personal nuestro en la percepción. 

Si el cielo estaba en nuestros adentros, el cielo se reflejaba en lo exterior. Nuestra interpretación veía el cielo sin lugar a dudas. El perdón nos daba el sendero para comprender a los demás y a nosotros mismos.

domingo, febrero 11

SUEÑOS CREADOS POR NOSOTROS

Pablo abría los ojos con toda atención. Aquellas líneas se deslizaban por su mirada con la fuerza de una potencia nueva que había descubierto. Una cárcel impuesta a nosotros por nosotros mismos. “Una vez que alguien queda atrapado en el mundo de la percepción, queda atrapado en un sueño”.

Pablo recordaba con mucha nitidez la caída de una de sus percepciones y de uno de sus sueños. Durante su niñez y su primera juventud encontraba tranquilidad y confianza en los valores religiosos que le habían enseñado en la escuela. 

Ahora en su primera madurez veía que debía dar ciertos pasos en un camino distinto al que le habían enseñado, al que le habían repetido, al que él mismo le había dado su confianza. El mundo de su percepción cambiaba. Lo interpretaba de distinta manera. Pero no era consciente de que estaba atrapado. 

Una noche tuvo un sueño de una angustia vital. Decidía dar el paso en el nuevo camino. Esa afirmación interna no estaba solamente en su razón. Estaba también grabada en su subconsciente. Desde allí recibía la idea de que su seguridad desaparecía.

Su suelo se convertía en un abismo por el que se precipitaba hacia abajo sin ningún sostén que le diera apoyo. Bajaba, bajaba, se hundía, se hundía. La angustia subía, subía. El sudor empapaba su cuerpo. La desesperación hacía presa de su pánico. 

De repente, su cuerpo dio en el suelo de su habitación. Se despertó. El sueño desapareció. Se dio cuenta de lo que había pasado. El miedo estaba presente en su angustia interna. Poco a poco, la paz retornaba a su cuerpo. Bendijo a la naturaleza que le había dado ocasión de despertarle. 

Se subió a su cama. Y afirmó su decisión de seguir adelante. El sueño vino en su ayuda y la angustia desapareció como una niebla vespertina. Fue consciente de su prisión. “No puede escapar sin ayuda, porque todo lo que sus sentidos le muestran da fe de la realidad del sueño”. 

Cada uno creaba su propio sueño. Unos creían que tenían enemigos. Otros creían que sus padres no les amaban. Interpretaban, en ocasiones, que cuando sus amigos se reían, se reían de ellos. La desconfianza surcaba sus mentes. Las intenciones equivocadas eran puestas sobre las demás personas. 

Recordaba un amigo que le enseñó toda una serie de fotos para indicarle que sus padres no le querían. Siempre le ponían en los lugares más desfavorecidos de esas fotos. Vivía ese sueño con fuerza. Se sentía solo. “No puede escapar sin ayuda, porque todo lo que sus sentidos le muestran da fe de la realidad del sueño”.

El sueño es poderoso y totalitario. Enfocar el mundo de diferente manera, fuera del sueño, era posible. Todo lo que provenía de la percepción podía interpretarse de diferente forma. Pablo no quería quedar atrapado otra vez en el sueño. Todo en el mundo podía interpretarse con una mirada limpia y ayudadora. 

El perdón daba ese poder para no entrar en los sueños. El perdón era capaz de llegar a las verdades internas del alma. Podía romper malentendidos y vibrar en la comprensión y en el amor. “El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíritu Santo utiliza para llevar a cabo ese cambio en nuestra manera de pensar”.


jueves, febrero 8

CONOCIMIENTO Y PERCEPCIÓN

Lucas jugaba con estas dos palabras. Eran importantes conocerlas y entenderlas. Eran vitales en nuestro caminar por la vida. Siempre se había declarado un aficionado del conocimiento. Ese saber que tocaba la esencia de todo lo que nos rodeaba y que nunca cambiaba.

El agua se congelaba a cero grados. Y cuando se congelaba aumentaba de volumen. Eso era conocimiento. Un saber que no cambiaba. Siempre ocurría lo mismo. La percepción eran sensaciones, impresiones e interpretaciones. En un mismo ambiente algunas personas decían que hacía mucho frío, otras que no tanto. Sin embargo, la temperatura era la misma para todas. 

Lo real era el conocimiento. Lo irreal era la percepción. En el terreno de las relaciones humanas “el conocimiento es la verdad y está regido por una sola ley: la ley del amor o Dios. La verdad es inalterable, eterna e inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible cambiarla”. 

“El mundo de la percepción es el mundo del tiempo, de los cambios, de los comienzos y de los finales. Se basa en interpretaciones, no en hechos. Es un mundo de nacimientos y muertes, basado en nuestra creencia en la escasez, en la pérdida, en la separación y en la muerte”. 

“Del conocimiento y de la percepción surgen dos sistemas de pensamientos distintos que se oponen entre sí en todo. El conocimiento está basado en la ley del amor. Es eterno y no es interpretable”. 

“Lo que la percepción ve y oye parece real porque sólo admite en la conciencia aquello que concuerda con los deseos del perceptor. Esto da lugar a un mundo ficticio, inventado, lleno de ilusiones irreales, mundo que es necesario defender sin descanso, precisamente porque no es real”. 

Juan se daba cuenta de lo irreal de la percepción. Cuando observaba cuadros pintados por grandes artistas en el Renacimiento, en el Barroco, la belleza en la mujer estaba en un estilo de mujeres que hoy diríamos con unos quilos de más. La belleza actual está basada en una excesiva delgadez. 

Comprendía muy bien los cambios de la percepción. Captaba que la belleza era interpretación. Los sentidos con los cuales captábamos se debían interpretar. No era eterna la percepción. Las interpretaciones cambiaban según las épocas. El amor, en cambio, era básico y eterno. 

Lucas ahora estaba más decidido a la búsqueda del conocimiento. Esa esencia que lo guiaba con seguridad por las sendas de lo duradero y de la verdad. 

domingo, febrero 4

NADA ES VERDAD NI MENTIRA

Marcos se quedaba un momento suspenso en sus pensamientos. Aquella frase que acababa de leer era un ataque contra la objetividad, la verdad, la serenidad y la autenticidad. Decía así: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es del color del cristal con que se mira”.

En algunas ocasiones se había quedado perplejo ante las diversas interpretaciones de incidencias que había vivido. Sus propios ojos las habían observado y estaba seguro de lo que había visto. Sin embargo, cientos de interpretaciones pululaban por diferentes personas. 

No fue muy agradable la primera vez que descubrió la ausencia de objetividad en nuestro sistema personal de percepción. Ciertos elementos de inseguridad se filtraron en sus adentros y una sensación de inestabilidad se aposentó en su interior. 

En la frase: “mundo traidor”, el autor D. Ramón de Campoamor se refería a “traidor a la verdad, traidor a la justicia”. Cada persona tenía su propia mirada. Cada persona coloreaba el cristal con el cual miraba las incidencias de la vida. Era tremendo concluir que cada persona construía previamente ese color que le daba a su mirada. 

Esa construcción se basaba en pensamientos que elegía: el equipo de fútbol, sus ideas de universalidad o discriminación, sus prejuicios, sus decisiones, sus intereses inconfesables. Por ello, Marcos se quedaba al principio desconcertado como ante una misma jugada de fútbol, la percepción previamente coloreada por los pensamientos elegidos veía algo diferente. 

Marcos se decía para sí mismo que se debía aceptar lo inevitable. La neutralidad, la objetividad y la verdad estaban lejos de nosotros. Nuestro sistema de percepción estaba teñido de muchos colores según nuestras elecciones. Lo característico era que muchos de esos pensamientos que coloreaban nuestro cristal habían entrado en el proceso de nuestra niñez.

Poder quitarle el color que habíamos aplicado a nuestro cristal requería de nuestra consciencia y nuestra reflexión. Si éramos conscientes del porqué de nuestra reacción basada en ese pensamiento que coloreaba nuestro cristal, y esa idea era un inconveniente contra nuestra objetividad, entonces, de la misma manera que lo incorporamos, lo podíamos dejar que se marchara. 

Esa idea de cambio le dio mucha ilusión a Marcos. El color de nuestro cristal podría recobrar su luminosidad blanca si íbamos quitando y cambiando esos pensamientos que habían entrado en nosotros. Así la objetividad, la verdad, la serenidad y la neutralidad se irían incorporando a nuestro sistema de percepción. 

Realmente era todo un proceso de reconstrucción personal para ir dejando sin color a los cristales de nuestra percepción.

jueves, febrero 1

NADIE CONOCE A NADIE

Mateo jugaba con su percepción en el horizonte. Los diversos matices de colores a la caída de la tarde que se podían discernir eran difíciles de ponerles nombres. En su vida normal no los necesitaba. Tanta belleza, tanta sutileza, tanto despliegue de variedades llenaba sus ojos, pero su mente no los captaba con ningún nombre.

Cerró los ojos y dejó de ver los colores. Su pensamiento le ofreció una idea. La variedad de los seres humanos era infinita, pero con unos pocos adjetivos se podían catalogar y captar a las personas. Al menos eso era lo que pensaba él. Creía que conocía a las personas con las que tenía contacto. 

Había un elemento que todos utilizábamos: la proyección. Nosotros nos reflejábamos en los demás y creíamos que analizábamos a los demás y a los únicos que estábamos analizando era a nosotros mismos. Recordaba sorprendido un incidente que tuvo con su esposa. 

Vivían juntos ya unos veinticinco años. Iban en un tren de cercanías y entraban en la estación principal. Tuvo una idea en su interior de una forma súbita. Sabía que al final del curso abandonaría la ciudad y volverían a su lugar de origen. Mateo iba considerando esa posibilidad al bajar del tren y al poner el pie en las escaleras mecánicas que lo subieron al siguiente nivel. 

Creía que debía compartirlo con su esposa. Así lo hizo. Su esposa se quedó sorprendida. Su reacción descolocó a Mateo. Le decía: - claro, tú llevas pensando esa posibilidad hace mucho tiempo y me lo dices ahora. Podías habérmelo dicho mucho antes -. 

Mateo vio de inmediato que esa forma de actuar era la propia de su esposa. Le daba mil vueltas a la idea antes de compartirla. Fue consciente, al momento, que su esposa no lo estaba analizando a él. Se estaba proyectando y lo estaba analizando con sus propias estructuras, sus propios mimbres, su propia forma de ser. 

Después de veinticinco años no había descubierto que su esposo era impulsivo. No era capaz de darle vueltas a las ideas y las compartía de inmediato. Ello ponía de manifiesto que a la única persona que conocíamos era a nosotros mismos. Y cuando analizábamos a los demás nos estábamos proyectando nosotros en ellos. 

En ocasiones nos enfadábamos con los otros porque les poníamos unas intencionalidades que nos hacían daño. No éramos conscientes de que esas intencionalidades eran nuestras no de la otra persona. 

Cuando veíamos lo bueno en los demás, veíamos lo bueno dentro de nosotros mismos. Cuando observábamos los inconvenientes en los demás, lo único que podíamos ver eran los inconvenientes en nosotros mismos. Mateo concluía con un pensamiento de paz. No podía conocer a nadie. Podía conocerse a sí mismo si aplicaba lo que veía en los demás a su propia vida. 

A la única persona que veíamos era a nosotros mismos.