Rafa estaba paseando por las arenas que besaban las olas al acercarse a la playa. Sus pies desnudos contactaban con aquel tacto muelle y agradable que le recibía sin prejuicios. Se sentía totalmente él mismo. Sin cortapisas, sin límites, sin barreras psicológicas que le estorbaran.
La paz, sus huellas, su mirada, el azul y el cielo punteado con algunas pequeñas nubes le rodeaban y creaban el ambiente de su alma. Se expresaba con tranquilidad y con la sinceridad de un corazón libre. El tema de la unión entre las personas le afectaba. Le era difícil aceptar los enfrentamientos.
Los había vivido en su familia. Entre sus tíos y sus primos con algunos desacuerdos y con algunos argumentos que siempre terminan haciendo daño. La distancia emocional era un puñal que se le clavaba muy dentro. Valoraba la unión y apreciaba el buen trato entre todas personas.
Veía que las personas no podían unirse por el aspecto físico. Todas diferían en su apariencia. Eso destacaba una singularidad que nos aislaba. Y esa sensación se nos clavaba tan hondo que la soledad nos visitaba. Por ello, daba gracias por aquel párrafo que estaba leyendo y proponía un sendero de unión.
“Sólo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha unido ningún hombre lo ha podido desunir. No obstante, la verdadera unión, que nunca se perdió, sólo es posible en el nivel de la Mente de Cristo. El “pequeño yo” procura engrandecerse obteniendo del mundo externo aceptación, posesiones y ‘amor’”.
“El Ser que Dios creó no necesita nada. Está eternamente a salvo y es eternamente íntegro, amado y amoroso. Busca compartir en vez de obtener, extender en vez de proyectar. No tiene necesidades de ninguna clase y sólo busca unirse a otros que, como él, son conscientes de su propia abundancia”.
Rafa alucinaba. Veía una unión real. No había necesidades ni favores. No había dependencias. Se buscaba compartir en lugar de obtener, ampliar a todos en vez de elegir a unos en detrimento de otros.
Cerró los ojos, se dejó llevar por el nuevo horizonte que se dibujaba en su mente. Y se repetía: “Eso es una verdadera unión”.
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