Lucas jugaba con estas dos palabras. Eran importantes conocerlas y entenderlas. Eran vitales en nuestro caminar por la vida. Siempre se había declarado un aficionado del conocimiento. Ese saber que tocaba la esencia de todo lo que nos rodeaba y que nunca cambiaba.
El agua se congelaba a cero grados. Y cuando se congelaba aumentaba de volumen. Eso era conocimiento. Un saber que no cambiaba. Siempre ocurría lo mismo. La percepción eran sensaciones, impresiones e interpretaciones. En un mismo ambiente algunas personas decían que hacía mucho frío, otras que no tanto. Sin embargo, la temperatura era la misma para todas.
Lo real era el conocimiento. Lo irreal era la percepción. En el terreno de las relaciones humanas “el conocimiento es la verdad y está regido por una sola ley: la ley del amor o Dios. La verdad es inalterable, eterna e inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible cambiarla”.
“El mundo de la percepción es el mundo del tiempo, de los cambios, de los comienzos y de los finales. Se basa en interpretaciones, no en hechos. Es un mundo de nacimientos y muertes, basado en nuestra creencia en la escasez, en la pérdida, en la separación y en la muerte”.
“Del conocimiento y de la percepción surgen dos sistemas de pensamientos distintos que se oponen entre sí en todo. El conocimiento está basado en la ley del amor. Es eterno y no es interpretable”.
“Lo que la percepción ve y oye parece real porque sólo admite en la conciencia aquello que concuerda con los deseos del perceptor. Esto da lugar a un mundo ficticio, inventado, lleno de ilusiones irreales, mundo que es necesario defender sin descanso, precisamente porque no es real”.
Juan se daba cuenta de lo irreal de la percepción. Cuando observaba cuadros pintados por grandes artistas en el Renacimiento, en el Barroco, la belleza en la mujer estaba en un estilo de mujeres que hoy diríamos con unos quilos de más. La belleza actual está basada en una excesiva delgadez.
Comprendía muy bien los cambios de la percepción. Captaba que la belleza era interpretación. Los sentidos con los cuales captábamos se debían interpretar. No era eterna la percepción. Las interpretaciones cambiaban según las épocas. El amor, en cambio, era básico y eterno.
Lucas ahora estaba más decidido a la búsqueda del conocimiento. Esa esencia que lo guiaba con seguridad por las sendas de lo duradero y de la verdad.
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