domingo, febrero 4

NADA ES VERDAD NI MENTIRA

Marcos se quedaba un momento suspenso en sus pensamientos. Aquella frase que acababa de leer era un ataque contra la objetividad, la verdad, la serenidad y la autenticidad. Decía así: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es del color del cristal con que se mira”.

En algunas ocasiones se había quedado perplejo ante las diversas interpretaciones de incidencias que había vivido. Sus propios ojos las habían observado y estaba seguro de lo que había visto. Sin embargo, cientos de interpretaciones pululaban por diferentes personas. 

No fue muy agradable la primera vez que descubrió la ausencia de objetividad en nuestro sistema personal de percepción. Ciertos elementos de inseguridad se filtraron en sus adentros y una sensación de inestabilidad se aposentó en su interior. 

En la frase: “mundo traidor”, el autor D. Ramón de Campoamor se refería a “traidor a la verdad, traidor a la justicia”. Cada persona tenía su propia mirada. Cada persona coloreaba el cristal con el cual miraba las incidencias de la vida. Era tremendo concluir que cada persona construía previamente ese color que le daba a su mirada. 

Esa construcción se basaba en pensamientos que elegía: el equipo de fútbol, sus ideas de universalidad o discriminación, sus prejuicios, sus decisiones, sus intereses inconfesables. Por ello, Marcos se quedaba al principio desconcertado como ante una misma jugada de fútbol, la percepción previamente coloreada por los pensamientos elegidos veía algo diferente. 

Marcos se decía para sí mismo que se debía aceptar lo inevitable. La neutralidad, la objetividad y la verdad estaban lejos de nosotros. Nuestro sistema de percepción estaba teñido de muchos colores según nuestras elecciones. Lo característico era que muchos de esos pensamientos que coloreaban nuestro cristal habían entrado en el proceso de nuestra niñez.

Poder quitarle el color que habíamos aplicado a nuestro cristal requería de nuestra consciencia y nuestra reflexión. Si éramos conscientes del porqué de nuestra reacción basada en ese pensamiento que coloreaba nuestro cristal, y esa idea era un inconveniente contra nuestra objetividad, entonces, de la misma manera que lo incorporamos, lo podíamos dejar que se marchara. 

Esa idea de cambio le dio mucha ilusión a Marcos. El color de nuestro cristal podría recobrar su luminosidad blanca si íbamos quitando y cambiando esos pensamientos que habían entrado en nosotros. Así la objetividad, la verdad, la serenidad y la neutralidad se irían incorporando a nuestro sistema de percepción. 

Realmente era todo un proceso de reconstrucción personal para ir dejando sin color a los cristales de nuestra percepción.

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