domingo, abril 9

DOS FUERZAS PODEROSAS EN TI

Benito estaba considerando la fuerza y el poder de los deseos. Era la fuerza que cada persona ponía en funcionamiento para desarrollar el camino por el que quería transitar. Para todos, los deseos traían la esperanza de alcanzar metas mejores y maravillosas para experimentar el gozo completo. Algunos entregaban su vida y todos sus afectos. 

Sin embargo, no todos los deseos cumplían las expectativas que ofrecían. Era una idea que estaba entrando en la mente de Samuel. Soñar con un mundo de ideales era el cobijo del pensamiento en muchos momentos. Mundos que se desarrollaban en nuestras mentes. Mundos imaginarios donde todos se comportaban de acuerdo a nuestros presupuestos. 

Pero, cuando se analizaban de una forma más cercana, más minuciosa y experimental, algunos caían como la fruta madura de un árbol. No se sostenían en sus planteamientos. Era la elección de nuestra vida. Nuestra libertad estaba en ellos comprometida. Nuestra decisión era sólo nuestra. Leía con mucho detenimiento aquel texto: 

““El Cristo en ti” está muy sereno. Contempla lo que ama y lo reconoce como Él Mismo. Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su Padre”. 

““Lo especial en ti” también se regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad”. 

La mirada del “Cristo en ti” era una mirada horizontal, todos en un mismo plano. Todos en una igualdad. La idea básica era clara: “yo soy igual que tú”. Mientras la mirada de “lo especial en ti” consideraba que estaban en planos diferentes. Un plano superior y un plano inferior. Un plano donde la mirada era de arriba abajo. La idea básica era clara: “Soy mejor que tú”.

Benito debía considerar si desarrollaba esa parte de “Cristo en él”, o esa parte de “lo especial en él”. Su corazón latía de una forma maravillosa con las ideas de la igualdad y de la universalidad. La naturaleza no hacía distinción entre los diversos niños que nacían cada día. La naturaleza no otorgaba un idioma a cada niño. 

Entregaba la facultad de aprender el idioma a cada nuevo ser. Todas las criaturas seguían las mismas orientaciones de crecimiento. La naturaleza daba muestras de igualdad y de universalidad. Por ello, Benito, veía que la igualdad y la universalidad era lo propio de lo eterno. 

Escogía desarrollar esa parte de “Cristo en él”. La otra parte de “lo especial en él” la dejaba sin alimentar porque las consecuencias serían terribles en el camino de la vida. ““El Cristo en ti” está muy sereno. Contempla lo que ama y lo reconoce como Él Mismo. Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su Padre”. 

Todos juntos, todos unidos, todos compartiendo. Ese es nuestro más entusiasta camino y nuestro universal tesoro.

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