viernes, abril 21

EL TERRENO DE JUEGO DEL AMOR

Carlos estaba jugando con una palabra que le llamaba la atención: “proteger”. Tenía tantas acepciones que se perdía en ellas. Le atraían apoyar, animar, colaborar y tratar de evitar daños directos y colaterales. Sin embargo, había descubierto que era una posición que estaba dentro de él. Se daba cuenta que dicha posición había cambiado a lo largo de los años. 

En épocas de su juventud, cierto miedo recorría sus venas y sus músculos. Ante la menor apariencia de amenaza, se enervaba, daba un paso hacia atrás y se ponía en guardia. Había que defenderse. Y ese mismo defenderse era el que exigía la protección de todas las personas conocidas y amigas para salir airoso de la amenaza. 

Carlos ponía en funcionamiento todo el arsenal de “lo especial” en la otra persona. “Quiere hacerme daño, no comprende mi posición. Tiene un objetivo malvado. No le importa nada herirme. Es malo por naturaleza. No se merece lo que tiene. Hay que responder con sólidos argumentos para derrotarle, etc.”. 

Toda una batalla se montaba en su mente. Toda una serie de argumentaciones imaginadas por él pasaban por delante de su frente. Debía estar bien preparado, “pensaba”. 

Conforme el tiempo fue pasando, su formación iba reflexionando y descubría el funcionamiento de sus pensamientos. La reacción ante cualquier situación ya no era de amenaza. Sentía la disconformidad ante cualquier afirmación equivocada. Pero ya no la temía. El temor no era ya más el huésped de su morada. 

Se preparaba en su interior de una manera totalmente distinta. Ya no partía de “lo especial” en la otra persona. Sabía que la otra persona era como él. No había ningún objetivo de hacer daño. “Está equivocado. Ante cualquier equivocación, con serenidad podemos aclararnos. Si estoy equivocado yo, no tendré ningún problema en disculparme. Lo importante era la relación, no imponer mi razón”. 

Ya no había ninguna necesidad de protección. El ataque había desaparecido. Unos pensamientos oportunos habían cambiado el ataque por la comprensión. Sabía que tanto él como la otra persona se sentirían mucho mejor en la clarificación. 

Y esa determinación y actitud le había dado muchos y buenos resultados en todos los incidentes que se le habían presentado. Una vez, cierta persona le dijo que había personas malas que disfrutaban con sus victorias, con las humillaciones que provocaban y con la superioridad que exponían frente a los demás. 

Era una definición adecuada de “lo especial” en la otra persona. Carlos le compartía que nadie podía ser feliz en la ruptura de la relación. El amor es relación. Y es relación de iguales. Si uno en la relación se superpone, ya no goza del amor. A algunas personas les gustaba ganar, pero debíamos comprenderlas con toda nuestra mirada de cariño y amor. 

Esas personas, difícilmente con esas ideas, dejarían que el amor entrara en ellas y se aposentara en su interior. Si no ganaban, no se sentirían satisfechas. Y los vencidos por esas personas, entenderían que no se podía compartir amor con ellas. Había que evitarlas, dejarlas, respetarlas, pero nada más. El día que cambiaran su visión de “ser especial” entrarían en el terreno del amor.

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