Lucas comparaba dos largos períodos de su vida. Se sorprendía de lo que realmente representaban en su vida. No se había dado cuenta hasta que sus hijas fueron a visitar a su hermana. Su tía les contó que su padre era una persona débil, enclenque, debilucha y con ciertas dificultades de salud. Había tenido varías crisis de enfermedades en su cuerpo.
Su hermana tenía razón. Sufrió una operación pulmonar con sólo un año de edad. Estuvo muy malito. La muerte le rondaba, pero fue capaz de superar aquella infección. Más tarde a los cuatro años estuvo aquejado de tuberculosis en grados mínimos. Su madre luchó para sacarlo y no tener que internarlo en un hospital.
Una hepatitis y algunas lipotimias sufridas de vez en cuando iba conformando su cuadro en aquel período. Cuando sus hijas regresaban de la casa de su tía, Lucas les preguntaba. Sus hijas les respondían: “La tía nos habla de una persona que no conocemos, papá”. “Nosotros nunca te hemos visto enfermo en toda nuestra vida”.
Sus hijas jovencitas también decían verdad. Desde su boda, Lucas no había sufrido ninguna enfermedad. Había cambiado las incertidumbres de la casa paterna por el amor de su casa familiar con su esposa. Había encontrado al lado de aquella novia, de aquella, su mujer, una plenitud y una tranquilidad que le había devuelto la energía y el entusiasmo continuo.
A pesar de todos los esfuerzos realizados, la alegría le había devuelto a su cuerpo toda la capacidad de juventud para superar todos los obstáculos que se opusieran en la consecución de sus fines. El amor le había dado el regalo de su salud, de su alegría, de su entusiasmo y de la tranquilidad en la creencia de sus posibilidades.
“Cuando Ellos llegan, el propósito del tiempo se consuma. Lo que nunca tuvo lugar desaparece en la nada cuando Ellos llegan. Lo que el odio reivindicaba se entrega ahora al amor, y la libertad ilumina toda cosa viviente y la eleva hasta el Cielo, donde las luces se encienden con mayor fulgor a medida que cada una vuelve al hogar”.
“Lo incompleto se vuelve completo de nuevo, y el gozo del Cielo aumenta porque lo que era suyo le ha sido restituido. La tierra ha quedado limpia de toda mancha de sangre, y los dementes se han desprendido de sus vestimentas de demencia para unirse a Ellos en el lugar donde tú te encuentras”.
Lucas había constatado que sus dos etapas diferentes estaban presididas por un amor distinto, diferente. El amor de su esposa le había traído una paz maravillosa. El amor del Eterno que había descubierto junto a ella, le había dado esa fuerza y ese solaz de la confianza y de la entrega.
Todo ese tesoro de seguridad y amor se había desarrollado con la fuerza del corazón. Lucas entendía ahora muy bien las dos etapas distintas que había vivido. Su experiencia, sin duda, estaba hecha para el amor.
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