martes, octubre 30

NADIE FALTA NI NADIE SOBRA


Juan, desde sus primeros años conscientes de vida, tenía grabado en su interior que todas las personas gozaban de los mismos derechos. No había discusión sobre ellos. Nunca las razas distintas le inspiraban miedo y, por tanto, rechazo. Tenía claro que nadie elegía el hogar donde nacía. 

Esa falta de elección volvía irrelevante cualquier diferencia entre las razas. Lo mismo le pasaba con las clases sociales. Él tenía que trabajar y estudiar. Sus padres no podían pagarle los estudios superiores ni la universidad. Así que se esforzaba día a día para poder aspirar a formarse con los estudios superiores. 

Para ello, trabajaba y estudiaba. Asistía al turno de los nocturnos. También había un turno durante el día para los diurnos. Aquellos alumnos que no necesitaban trabajar porque sus padres les costeaban todos los estudios. En una ocasión tuvieron que presentarse a un examen de reválida. 

Los dos turnos hicieron el examen. Ese día, al ser examen por la mañana, los nocturnos tuvieron que pedir permiso en sus lugares de trabajo. Los diurnos no tenían problema. Cuando salió la lista, los cuatro primeros lugares según la nota obtenida era para los nocturnos. 

Los estudiantes diurnos se enfadaron mucho con los nocturnos. Les decían que no tenían derecho a ocupar esos lugares. Juan pensó que no era una cuestión de diferencias. Era cuestión de orgullo herido por darse cuenta de que, además de trabajar ocho horas de trabajo al día, eran capaces de seguir el ritmo de los diurnos. 

Las diferencias no tenían sentido. Los nocturnos no podían improvisar en la preparación de sus exámenes. Los diurnos podían demorar hasta los últimos días. Disponían de todo el tiempo. Pero, en algunas ocasiones, en esos pocos días libres que tenían no podían preparar el examen en condiciones. 

Confiarse no era bueno en el caminar. Compararse tampoco lo tenía. “Cualquier división en la mente conlleva por fuerza el rechazo de una parte de ella misma, y eso es lo que es la creencia en la separación”. 

“La plenitud de Dios, que constituye Su paz, no puede ser apreciada salvo por una mente íntegra que reconozca la plenitud de la creación. Mediante ese reconocimiento, dicha mente conoce a Su creador”. 

“Exclusión y separación son sinónimos, al igual que separación y disociación. Dijimos anteriormente que la separación fue y sigue siendo un acto de disociación”. 

“Y una vez que tiene lugar, la proyección se convierte en su defensa principal, o, en otras palabras, el mecanismo que la mantiene vigente. La razón de ello, no obstante, puede que no sea tan obvia”. 

Juan pensaba que los nocturnos al confiarse perdían mucho tiempo en sus pasatiempos, en sus actividades de juego y dejaban para el final sus responsabilidades. La selectividad les descubrió su error. Eso les hizo sentirse culpables de su falta de responsabilidad. En lugar de aceptarlo, proyectaron su sentido de culpa y acusaron a los nocturnos de haber sido mejor tratados que ellos.

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