viernes, octubre 19

PROYECTAMOS NUESTRA PROPIA CRUCIFIXIÓN


David no podía aceptar que un Dios tan maravilloso tuviera que pasar por la crucifixión. La ofrenda de muerte de una persona a los dioses estaba dispuesta para apaciguar la ira de los dioses y obtener beneficios de ellos. La pregunta se hacía evidente: ¿Teníamos que apaciguar a Dios Padre? 

La idea estaba clara. Se había enojado a Dios y había que apaciguar su ira para que no nos destruyera. Además, había algo especial. No una persona cualquiera podía servir para pacificar a Dios. Tenía que ser un ser divino para que cumpliera tal función. 

Y así, David había crecido con esa angustia en su interior de haberse convertido, como le habían dicho en algunos momentos, en uno de los que clavaron a Jesús en el madero para que sufriera el castigo que nosotros merecíamos. David, de pronto, se dio cuenta de que la crucifixión de Jesús era una proyección de lo que él que creía que merecía cuando se equivocaba. 

En lugar de reflexionar y descubrir que debía cambiar el pensamiento, creía que sin muerte no había perdón de errores. Él no quería morir. Si murió Jesús en nuestro lugar, ya todo estaba arreglado. 

“Para los efectos de aprendizaje, examinemos de nuevo la crucifixión. No hice hincapié en ella anteriormente debido a las temibles connotaciones que quizás tengas asociados con ella”. 

“Lo único que se ha subrayado hasta ahora es que no fue una forma de castigo. No obstante, no se puede explicar nada utilizando exclusivamente términos negativos”. 

“Existe una interpretación constructiva de la crucifixión que está totalmente desprovista de miedo y que, por lo tanto, si se entiende debidamente, es totalmente benévola en cuanto a lo que enseña”. 

“Es probable que hayas estado reaccionando durante muchos años como si te estuviesen crucificando. Esta es una marcada tendencia de los que creen estar separados, que siempre se niegan a examinar lo que se han hecho a sí mismos”. 

“La proyección implica ira; la ira alienta la agresión y la agresión fomenta el miedo. El verdadero significado de la crucifixión radica en la aparente intensidad de la agresión cometida por algunos de los Hijos de Dios contra otro”. 

“Esto, por supuesto, es imposible, y se tiene que entender cabalmente que es imposible. De lo contrario, yo no puedo servir de modelo para el aprendizaje”. 

La proyección de nuestra ira, de nuestra agresión y de nuestros miedos sobre otra persona pareciera que nos liberaba de nuestra creencia de la culpa que nos condenaba hasta la muerte. El ego nos engañaba y nos decía que si había otra persona que pagaba esa muerte, tú podías liberarte. 

David veía que esa idea de los que ofrecían sacrificios de jóvenes muertos a los dioses se reproducía en el interior de nuestros corazones. Y la muerte era su pago. Al quitar esa proyección y admitir que con un cambio de forma de pensamiento se alcanzaba la liberación, la crucifixión perdía su poder y su ofrenda sustitutoria.

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