Enrique le había dado vueltas a algunas afirmaciones de la Biblia que no lograba entender de forma plena, total. Parecía que había un choque entre esa visión divina y el planteamiento de Jesucristo. Ciertas dudas surgían en su interior y no tenía solución para esta disparidad.
Sin embargo, al leer el párrafo siguiente pudo empezar a conciliar los planteamientos divinos con las propuestas de Jesús. Eso le hizo esbozar una amplia sonrisa en su corazón y en su cara. Por fin, había encontrado una vía de fusión entre las aparentemente ideas opuestas en la Biblia.
“Para el Espíritu Santo, ‘Lo que el hombre sembrare, eso cosechará’ quiere decir que lo que consideres digno de ser cultivado lo cultivarás en ti mismo. Considerar que algo es valioso es lo que lo hace valioso para ti”.
“‘Mía es la venganza, dice el Señor’, puede reinterpretarse fácilmente si recuerdas que las ideas se expanden sólo al compartirse. La aseveración subraya el hecho de que la venganza no se puede compartir”.
“Dásela, por lo tanto, al Espíritu Santo, Quien te librará de ella, puesto que no le corresponde estar en tu mente, la cual forma parte de Dios”.
“De acuerdo con la interpretación del ego, ‘Castigaré los pecados de los padres hasta la tercera y cuarta generación’ es una aseveración especialmente cruel. Se convierte simplemente en un intento por parte del ego de garantizar su propia supervivencia”.
“Para el Espíritu Santo, la frase significa que en las generaciones posteriores Él todavía podrá reinterpretar lo que las generaciones previas habían entendido mal, anulando así la capacidad de dichos pensamientos para suscitar miedo”.
Enrique recibía una nueva brisa fresca llena de vida. No había en los planteamientos del Espíritu Santo nada de condenación. Todo era una Expiación en sus planteamientos. No le tocaba al Espíritu Santo condenar a nadie, como no le tocaba al Padre y al Hijo destruir a nadie.
Nuevas sendas se abrían ante los pasos de Enrique, nuevos motivos de paz, de serenidad, de tranquilidad y de confianza subían por las venas de su cuerpo y por las energías de su alma en su desarrollo continuo y placentero.
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