Federico estaba pensando en un relato que le habían contado hace unas semanas. Una narración que tenía mucha coherencia en sí misma. Le había hecho pensar. Una lógica que desafiaba la suya. Toda una ingeniosidad para ocultar algo realmente maravilloso.
El relato que le había llegado era el siguiente: “Dios estaba con sus ángeles tratando de buscar un lugar para instalar Su Reino entre los humanos. Le pidió opinión a su ángeles y éstos le fueron contestando.
Uno le dijo que lo pusiera en las profundidades de los mares para que les fuera difícil hallarlo. Dios le contestó que el hombre era tan intrépido y audaz que no cejaría en fabricar todos los artilugios posibles para examinar cada centímetro del fondo marino para encontrarlo.
Otro ángel le sugirió que lo pusiera en un valle escondido de la mirada de toda la humanidad. Dios le respondió que la idea de aventura del hombre era tal que no habría un rincón en la superficie de la tierra donde su pie dejara de estar y dejara de conquistarlo.
Un ángel más perspicaz le dijo que lo pusiera muy cerca de sus viviendas. Con la cercanía el hombre no lograría poder encontrarlo. Dios sonrió y le dijo que el hombre es un ser nómada. No está siempre en el mismo sitio. Además le gusta cambiarse de casa y siempre está renovando su hogar.
Otro ángel, al ver las características del hombre, le sugirió que lo pusiera dentro del alma humana. Dentro de cada persona. Dios aceptó la sugerencia dada. El hombre es un ser que busca siempre fuera de sí. Nunca busca en su interior. Sigue lo que ven sus ojos. Lo persigue. Lo lejano lo cautiva.
Pero lo cercano, lo que se encuentra en su interior, no le da importancia. Siempre está buscándose en los demás. No se busca donde realmente está. Imita a cualquiera que le guste. Parece que le gusten más los otros que uno mismo. Una total sinrazón. Si lo ponemos ahí, siempre lo tendrá a su disposición pero, difícilmente buscará”.
Federico sabía que no era más que un relato que le había llegado. Un relato que podría haber sido alterado en el proceso de transmisión. Sin embargo, encerraba una coherencia que le impactaba.
Las personas siempre se están buscando fuera de sí. Tratan de copiar a los demás. Intentan asimilarse al grupo. No buscan en su interior para conocer quiénes realmente son. En este apartado, Federico estaba de acuerdo con el relato.
Veía que lo exterior, lo externo, le impactaba mucho más. Lo que veían sus ojos eran a los demás. Federico reconocía que no tenía ojos internos para verse a él mismo. ¿Cómo conocerse? ¿Cómo saber el proceso que llevaba su pensamiento? ¿Cómo descubrirse en su mirada interior?
Era fácil el movimiento. Era fácil montar una excursión, un viaje, un proyecto de movimiento. Siempre fuera de un@ mism@. No era tan fácil, porque no lo había desarrollado, aquietarse. Estarse tranquilo. Dejar que la paz y la tranquilidad le bajaran a ese mundo interior donde moraba la esencia de su persona.
El ser humano, que ha bajado a las simas profundas de las montañas, no ha sido capaz de bajar a la sima profunda de su montaña personal: él/ella mism@. Para las simas de las montañas se había aprendido la técnica, la preparación, las habilidades y la interpretación.
Para la sima personal no se había querido aprender las técnicas, la preparación, las habilidades, la interpretación. Parecía que cuando se tocaba el tema de descender dentro de sí mism@, el ser humano siempre daba la misma respuesta de desinterés y de pérdida de tiempo.
Federico pensaba que era todo una falta total de comprensión. Al ser humano le gustaba conquistar, descubrir, pisar nuevos terrenos, encontrar nuevas realidades. Pero, le faltaba conquistar la tierra más hermosa del universo: él/ella mism@.
En todos los campos el ser humano ha destacado. Ha conquistado y ha abierto nuevas fronteras. Pero, en el campo del Reino de Dios, había avanzado muy poco.
Federico se veía abrumado por aquellas líneas que se desarrollaban delante de él. Todo un desafío y toda una solución para ser resuelta por el ser humano:
“Hermosa criatura de Dios, estás pidiendo solamente lo que te prometí”.
“¿Crees que yo te iba a engañar? El Reino de los Cielos está dentro de ti”.
“Ten fe en que la verdad está en mí porque yo sé que está en ti”.
“No te engañes, pues, con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida, sanarás la tuya”.
“Acéptalo como su Padre lo acepta y cúrale en Cristo, pues Cristo es su curación, así como la tuya”.
“Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el pensamiento de Su Padre, mediante el cual fue creado”.
“No te engañes respecto al Hijo de Dios, pues, si lo haces, no podrás sino engañarte inevitablemente con respecto a ti mismo”.
“Y al engañarte con respecto a ti mismo, te engañarás con respecto a tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible”.
Federico percibía que la técnica o el medio de curación era mirar a las personas con la misma mirada de Jesús. Así la consideración que hacía a las personas se tornaba en la consideración que tenía de sí mismo.
No era cuestión baladí. Era la esencia de su curación. La esencia de su salvación. La esencia de su luz interior. Podía mirar a las demás personas con la misma mirada de Jesús. ¡Toda una habilidad poco explorada!
Federico reconocía que debía comprar esas cuerdas de quietud, relajación, tranquilidad, para descender al fondo de su alma y encontrar allí el aposento sagrado de Dios hablándole directamente.
Deshacer los errores que alimentaba. Plantar en ese terreno, con esmero, la nueva simiente de los ojos de Cristo para abrirse al mundo de otra manera, de otra visión, de otro planteamiento, era su desafío.
Al final, en ese camino tan sencillo, se encontraba la dirección oportuna de un cambio tan significativo que volvería de la reflexión y del descenso totalmente transformado, totalmente entusiasmado.
Un nuevo corazón, unos nuevos ojos: “No te engañes, pues, con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida, sanarás la tuya”.
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