Josué estaba leyendo aquellas palabras que acababa de escribir. Él mismo se sorprendía de esa expresión que había ido saliendo de su interior. Había expresado, en palabras, ese sentimiento hermoso que sentía y vivía dentro de sí. Toda una maravilla.
Josué fijaba sus ojos en el escrito y se repetía esas palabras: “Toda la fuerza del mundo. Toda la fuerza del amor se une para decirnos lo grande que es nuestro corazón.
Jesús dijo que no contamina a la persona lo que viene de fuera, sino lo que sale del corazón. De la misma manera, podemos aplicar que no salva a la persona lo que viene de fuera, sino lo que sale del corazón.
Por ello, saber que en nuestro corazón vive el amor de Dios por ser Sus Hijos, nos hace relajarnos y no enfrentarnos a Él. Debemos permitirle salir e inundar nuestros pensamientos, inundar nuestras palabras, inundar nuestras miradas, inundar nuestros gestos, inundar nuestra realidad como criaturas caminando en la luz del Salvador.
Una verdad hermosa que no podemos cuestionar. Aceptarla es sabiduría. Vivirla, decisión. Saborearla, maravilla. Compartirla, plenitud interior. ¡Qué hermoso es sentir este efluvio de amor natural de nuestro corazón! Volemos con su fuerza y volvamos a nacer con su ilusión”.
Josué se sentía reflejado. Veía los múltiples beneficios de reconocer la verdad del amor en su corazón. La curación, con el ejercicio del amor, tomaba su camino en todos los senderos de la vida.
“Los milagros son simplemente la transformación de la negación en verdad”.
“Si amarse uno a sí mismo significa curarse uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos”.
“Por lo tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se están negando a sí mismos”.
“Si supiesen la verdad acerca de sí mismos, no podrían estar enfermos”.
“La tarea del obrador de milagros es, por lo tanto, negar la negación de la verdad”.
“Los enfermos deben curarse a sí mismos, pues la verdad mora en ellos”.
“Mas al haberla nublado, la luz de otra mente necesita brillar sobre la suya porque dicha luz es suya”.
Josué descubría el bien que hacía compartir esa luz que brillaba en cada un@ de nosotr@s. Sentía que el amor se multiplicaba como los panes y los peces se multiplicaron en las manos de Jesús.
Toda la energía del amor descansaba en esos pensamientos que nos dan vida, energía, luz y alegría en el caminar nuestro de cada día. ¡Hermosura del compartir!
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