viernes, agosto 11

SEGUIMOS ENSEÑÁNDONOS A NOSOTROS MISMOS

José estaba contento. Estaba aprendiendo a resolver ciertos problemas matemáticos de diferentes maneras. Estaba descubriendo que muchos problemas de otras materias también tenían varias maneras de poder solucionarse. No había sólo un camino. Se ofrecían varias alternativas ante su vista, antes su razón, ante su conocimiento. 

En cada ocasión, debía elegirse el más adecuado, el más preciso para ese problema en especial. Ante los varios modos de abordarlos, se abría la posibilidad de considerar el que más se ajustaba a la ocasión. Eso daba una solución más apropiada al problema.

Aprender siempre era una maravilla. Aprender para facilitar la vida, la comprensión y las emociones sencillas que la adornaban con mucho encanto y dulzura. En algunas ocasiones, había empezado a resolver un problema de una manera y, después de un buen rato, se daba cuenta de que podía enfrentarlo de una forma distinta. Y, eso era una ventaja. 

Saber cambiar de actitud tan rápido cómo captabas el proceso y sus características era una habilidad que deseaba desarrollar. No todo estaba hecho. No todo se hacía de la misma manera. No todo tenía la misma solución. No todo era rígido desde el principio. La flexibilidad había entrado en la razón y en el aprendizaje de José. 

La mente, así, se desarrollaba en varias direcciones y buscaba su finalidad como el punto que no quería perder en ningún momento del camino. La finalidad era vital para efectuar los cambios y las consideraciones. Esa finalidad no la quería perder en ningún instante de la toma de decisiones. 

Una nueva manera de aprender abría su campo ante los ojos sorprendidos de José. Una nueva manera de considerar los problemas. “Olvídate de todo lo que te has enseñado a ti mismo, pues no fuiste un buen maestro. ¿Y quién querría conservar en su mente una lección absurda, cuando puede aprender y retener una mejor?”

“Cuando las memorias de viejos rencores vengan a rondarte, recuerda que su causa ya desapareció. Por lo tanto, no puedes entender cuál es su propósito. No permitas que la causa que quieres atribuirles ahora sea la misma que hizo que fuesen lo que fueron o parecieron ser”. 

“Alégrate de que su causa haya desaparecido, pues de ello es de lo que se te perdona. Y contempla, en cambio, los nuevos efectos de una causa que se acepta ahora y cuyas consecuencias se encuentran aquí”. 

“Su hermosura te sorprenderá. Las nuevas ideas de antaño que traen consigo, serán las felices consecuencias de una Causa tan ancestral que excede con mucho el lapso de memoria que tu percepción ve”. 

José se ponía las manos en la cabeza. Lanzaba expresiones de alegría, de contento, de satisfacción interna. Se podía enseñar de nuevo. Podía aprender otras maneras de enfrentar los problemas de la vida, de la personalidad, de su mente y de su continuo rumiar en su cerebro.

No era nada rígido. También había flexibilidad. Se podía escoger la mejor manera de resolverlo todo. Abiertos a la vida, a la mejor experiencia de aprendizaje. También se repetía el mismo modelo. No había nada determinado, obligado, fijo e incambiable. 

El nuevo método, las nuevas propuestas, se podían aceptar. Nos podíamos enseñar a nosotros mismos otras lecciones. Podíamos olvidar las anteriores y grabar otras nuevas. Era todo un portento de entusiasmo. José aspiraba, se llenaba, se sentía en las nubes, con ese camino de enseñarse de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario