Estela estaba teniendo una idea que le podría hacer entender muchas cosas que hasta entonces le eran muy difícil de manejar. Sus emociones se veían impulsadas por ella. Veía una diferencia entre “mente” y “sueño”. Los “sueños” personales de cada persona no la definían.
Y, en sus relaciones con ellos, Estela siempre había chocado con esa idea de que cada persona era el fruto de sus sueños. Sus sueños la definían y sus sueños eran los elementos que bien acercaban o bien rechazaban a las demás personas.
Desde el “sueño” es imposible unir a las personas. Desde el “sueño” era una imposibilidad caminar unidos. Los “sueños” muchas veces te los ofrecían el entorno donde vivías. Sin darse cuenta esos sueños entraban en nuestra vida, en nuestra mente y se producía una confusión total entre “mente” y “sueño”.
Por el simple hecho de nacer, ningún niño nacía con un sueño previo. Era irrelevante el lugar donde apareciera con su cuerpo físico. Todos los bebés eran hermosos, maravillosos, bienvenidos y bellos para los padres y los familiares. Era, por lo general, una alegría que llenaba los pulmones y los corazones de todos.
Después, al hacerse grandes, esa mente, que en su inicio era igual para todos los bebés, producía sueños. Esos sueños nos hacían ser diferentes y vivir la vida y las emociones de forma peculiar. Pero, por encima de los sueños, estaba “la mente” que nos unía y nos hermanaba a los unos con los otros.
La “mente” era la misma para todos. Los “sueños” podían ser distintos basados en el entorno y en nuestras decisiones personales. Así la diferencia no existía en el terreno de la mente. La diferencia existía en el terreno de los sueños. Unos querían ser nacionalistas en sus sueños. Otros querían vivir la independencia en sus sueños.
Otros soñaban con la solidaridad y la unión de todos los humanos. Otros soñaban que eran superiores a otros. Puros sueños que no tenían una realidad sostenida. De la misma manera que despertábamos por la mañana y olvidábamos nuestros sueños de la noche, los puros sueños se deshacían porque no tenían sustancia en sí mismos.
Eran locuras de la mente. Las personas creían que se identificaban con sus propios sueños. Pero era un craso error. Todos por la mañana hacían clara la diferencia entre ellos mismos y su sueño de la noche. Eran dos partes distintas. La “mente” soñaba sueños que el día entendía que no tenían más trascendencia en la vida de vigilia.
Así que los “sueños”, “sueños” son. “Al igual que tú, tu hermano cree que él es un sueño. No compartas con él su ilusión, acerca de sí mismo, pues tu identidad depende de su realidad. Piensa en él más bien como una mente en la que todavía persisten las ilusiones, pero con la que tienes una relación fraternal”.
“Lo que él sueña no es lo que lo convierte en tu hermano, ni tampoco su cuerpo, el “héroe” del sueño, es tu hermano. Su realidad es lo que es tu hermano, de la misma manera en que tu realidad es lo que es hermano suyo”.
“Tu mente y la suya están unidas en hermandad. Su cuerpo y sus sueños tan sólo aparentan abrir una diminuta brecha en la que tus sueños se han unido a los suyos”.
Estela vibraba. Estaba contenta. No podía contenerse. Veía la unión de todos los humanos. La mente era la misma para cualquier persona. Los sueños eran distintos. Pero los sueños no nos unían. La “mente” era nuestra unión. Pensaba en aquel episodio de Jesús con el centurión.
La “mente” del centurión estaba preocupada por la salud de su siervo. El “sueño” del centurión era la conquista del mundo conocido. La “mente” de Jesús era la misma del centurión. Amaba a todas las personas y por ende a aquel siervo del centurión. El “sueño” de Jesús era la unión de las personas por tener la misma mente.
Aquella diferencia de sueños podía haberlos apartado. Sin embargo, las mentes los unieron. El centurión, salvando todos los sueños, le intercedió por la salud de su siervo. Jesús, salvando todos los sueños, accedió a restaurar la salud del siervo de aquel extranjero, de aquel dominador de su pueblo.
Así de sencilla era la unión de las “mentes”. Así de sencillo, las “mentes” superaban sus sueños y se encontraban en su propia sustancia.
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