viernes, julio 12

NO PUEDES ORAR SÓLO POR TI

Benito sintió un alivio muy grande cuando en su veintena de años escuchó una definición que le llegó al corazón. “Orar es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo”. Esa idea le rompió muchas ideas de miedo, de lejanía, de impotencia ante la bondad infinita. Le dio mucha paz. 

Eso implicaba que Dios tenía, entonces, muchos amigos. Todas las gentes que captaban esa esencia le abrían a Dios el corazón como a un amigo. Y, como los buenos amigos, Dios no era patrimonio de nadie. Todos los amigos tenían la misma facilidad de llegar hasta su presencia y hasta sus oídos. 

A Benito le allanó el camino para llegar hasta Dios. No era necesario ir a Dios a través de ningún intermediario. A nadie le dio la jerarquía de representarlo. Los buenos amigos que tenían una relación preciosa con Él se constituían como amigos del Amigo. 

“No puedes rezar sólo para ti, de la misma manera en que no puedes encontrar dicha sólo para ti. La oración es la reafirmación de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios”. 

“En tu hermano reside tu salvación. El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta. No puede oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo”. 

“Y Su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres. No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extiendas. No tendrás confianza en la dirección que ofrece el Espíritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros”. 

Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti. ¿Habría acaso creado Dios una Voz que fuese sólo para ti? ¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios?”. 

“Oye de tu hermano lo que quisieras que Yo oyese de ti, pues tú no querrías que yo fuese engañado”. 

La relación le iba quedando clara a Benito. Esa Voz de nuestro amigo divino era la misma para todos. Para todos tenía el mismo mensaje. Por ello, debíamos escuchar esa Voz por la boca de nuestros amigos, de nuestros hermanos. 

Aceptaba que con el mismo interés que tratábamos a nuestros amigos tratábamos a nuestro padre celestial. Dios recibía lo que realmente éramos a través de nuestros hermanos. Todos los hermanos éramos una unidad. Y en esa unidad se manifestaba la Voz divina.

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