Esteban escuchaba, sin darse cuenta, la conversación que su esposa tenía con la vecina. Estaba un poco distante. Sin embargo, le atrajo la atención de la descripción de aquella señora de 80 años recordando sus días de Navidad cuando era pequeña.
A pesar de la edad avanzada, latía en ese corazón la actitud de su padre delante del hallar de la casa. Allí encendía un buen fuego. Con ese calor asaba castañas y boniatos para comer en el momento. Todos se unían alrededor del fuego. Cantaban y contaban historias que los unían llenos de encanto y de felicidad.
Los años pasaban, pero los recuerdos grabados en el corazón del amor eran imborrables. Eran como un recordatorio de que las personas éramos principalmente amor y cualquier detalle que subrayara esa experiencia quedaba de forma indeleble en nuestro propio corazón.
Esteban pudo visualizar la imagen de aquella persona mayor. No pudo desviar su atención. Algo había sintonizado en su interior con el recuerdo hermoso de aquella persona que compartía con su esposa. Había algo en el interior que las personas maduras no podían olvidar.
Por ello, entendía muy bien las palabras de las siguientes ideas: “¿Qué es la tentación, sino el deseo de tomar una decisión errónea con respecto a lo que quieres aprender, y obtener un resultado que no deseas?”
“El reconocimiento de que ese es un estado mental indeseable se convierte en el medio por el que se vuelve a examinar la elección, viéndose entonces que hay otro resultado más deseable”.
“Te engañas a ti mismo si crees que lo que quieres son desastres, desunión y dolor. No prestes oídos a esa llamada. Escucha más bien la llamada subyacente, que te exhorta a que seas feliz y a que estés en paz”.
“Y el mundo entero te brindará paz y felicidad. Pues a lo que oigas es a lo que responderás. Y ¡oh maravilla! Tu respuesta será la prueba de lo que has aprendido, y su resultado, el mundo que contemplarás”.
Esteban veía que aquella vecina había escogido esos momentos de unión y de cariño. Los compartía con su esposa. Y, desde la corta distancia, también Esteban vibraba con esos hermosos sentimientos de castañas asadas, de calor y de cantos.
La unión era nuestra senda natural. La vibración era compartida por la vecina, por su esposa y por él. Una vez más descubría que el corazón estaba hecho de cariño, de apoyo y de fusión entre todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario