Luis estaba terminando el año. En los días finales tenía unos tiempos para meditar y reflexionar sobre la marcha del año. Un dejar constancia de todo aquello que le había cambiado y que le había supuesto un descubrimiento en su vida. Después de todo, conocerse a uno mismo era lo más difícil en la vida.
Valoraba muchos momentos como transformadores en su forma de pensar. Ellos lo acercaban un poco más a las palabras de metamorfosis que Jesús había utilizado para animar a las personas a sacar las maravillas que tenían en su interior. Esos descubrimientos le daban mucha esperanza, mucha ilusión y mucha energía renovada.
Un punto crucial en ese proceso estaba relacionado con sus juicios, sus condenaciones y sus valoraciones personales. Había descubierto que no podía juzgar a nadie por completo desconocimiento. A la única persona que podía juzgar era así mismo.
Veía el mundo tal cual se veía a sí mismo. Un punto crucial que le había dejado impactado en ese año que se estaba terminando.
“¿Eres invulnerable? Entonces el mundo te parece un lugar inofensivo. ¿Perdonas? Entonces el mundo es misericordioso, pues le has perdonado sus ofensas, de modo que te contempla tal como lo contemplas a él”.
“¿Eres un cuerpo? Entonces ves en cada hermano un traidor, listo para matar. ¿Eres espíritu, inmortal y sin la más mínima posibilidad de corrupción ni mancha de pecado sobre ti?”.
“Entonces ves estabilidad en el mundo, pues ahora es absolutamente digno de toda tu confianza: un lugar feliz en donde descansar por un tiempo, en donde no hay nada que temer, sino sólo amar”.
“¿Le negarían los puros de corazón la bienvenida a alguien? ¿Y qué podría herir a los que son verdaderamente inocentes?”.
Luis había dado un giro sustancial a su visión de los demás. Captaba la mejor virtud en cada persona. Se regocijaba con las buenas actitudes y reflexionaba las actitudes adversas que le hablaban de falta de amor.
Un pensamiento de comprensión siempre salía de su interior. Y, cuando le era posible, compartía esa idea con sus amigos y con sus conocidos. Basta ya de pensamientos erróneos, condenatorios y negativos sobre los demás. Eran pensamientos sobre él mismo. Nunca lo podían ser sobre los demás.
Nadie conocía todas las circunstancias por las que pasaba una persona humana. Por ello, juzgarla y condenarla era la mayor injusticia del ser humano hacia otro ser humano y hacia sí mismo.
Ese aprendizaje se lo llevaba con él al finalizar el año. 2017 le había traído una rica cosecha de pensamientos transformadores de metamorfosis. Y se sentía feliz, muy feliz.
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