lunes, noviembre 6

HABLAR EL MISMO IDIOMA

Samuel había comprobado infinidad de veces que hablaba un idioma distinto al de los demás. De ahí la falta de comunicación, la falta de entendimiento. No se trataba de hablar una lengua distinta, diferente. Se ceñía a un planteamiento distinto en la concepción del ser humano. 

No estaba de acuerdo con ciertas afirmaciones que se repetían de forma automática: “Piensa mal y acertarás”. “La mayoría de la gente es mala”. Esas ideas tachaban a las personas de un manto borroso que impedía verlas en su verdadera luz, en su verdadera magia. 

Sus impulsos interiores le llamaban a ver en los demás las mejores virtudes, las mejores decisiones y los encantos naturales de criaturas llenas de verdad. Esa doble mirada le distanciaba muchas veces de las personas. Ahí radicaban los dos idiomas que impedían la comunicación. 

“No trates de encontrar significado en sueños de separación. Sólo los sueños de perdón se pueden compartir, pues significan lo mismo para ti y para tu hermano”. 

“No hagas interpretaciones desde una perspectiva de soledad, pues lo que veas no tendrá ningún significado, y lo que representa cambiará. Y tú creerás que el mundo es un lugar incierto, por el que caminas en peligro, lleno de incertidumbre”. 

Son únicamente tus interpretaciones las que carecen de estabilidad, pues no están en armonía con lo que realmente eres. Es éste un estado tan peligroso en apariencia, que es imposible que no surja el temor. Hermano mío, no sigas por ese camino”. 

“Tenemos un solo Intérprete. Y a través del uso que Él hace de los símbolos nos unimos, y así, todos ellos tienen el mismo significado para todos nosotros”. 

“Nuestro idioma común nos permite hablar con todos nuestros hermanos, y entender con ellos que el perdón se nos ha otorgado a todos, y que, por lo tanto, podemos comunicarnos nuevamente”. 

Samuel comprendía mucho mejor, ahora, que esos idiomas distintos radicaban en la comprensión interna de nosotros mismos. Todos teníamos una parte común que habitaba en nuestro interior. Y esa parte común nos unía. 

Era cierto que también anidaba en cada uno esa parte donde radicaba la libertad personal. Samuel había decidido aplicar su libertad en apoyar esa parte común que todos teníamos por nacimiento. Era la vía para poder hablar el mismo idioma.

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