martes, octubre 31

LA GRANDEZA DE LA TRANSFORMACIÓN

Daniel se deshacía en su mente lleno de alegría con nubes que pasaban y blancos que adornaban, con azules que fluían y contenían la maravilla de la vida. Su mente jugaba con palabras: amor, perdón, elevación, transformación, superación, ampliación, enriquecimiento, compartir, dar, sentir, vibrar y volar juntos por el cielo.

Un camino ilimitado para ir creándose a cada instante. Un camino infinito para ir realizando hermosuras del alma cada vez más hermosas, deliciosas, agradables y juguetonas llenas de paz, de alegría y de una profunda armonía que a todo le daba su belleza y su equilibrio en cada momento. 

Daniel veía que la seguridad del perdón, de la transformación y de la elevación era el camino natural de cada ser humano. No se podía dudar de él. No se podía cuestionar nada. Una dinámica interna nos llenaba de energía y nos daba esa profunda sensación de plenitud cuando nuestra alma se expandía. 

“Todo perdón que se considera merecido sana, pues le otorga al milagro la fuerza para pasar por alto las ilusiones. Así es como aprendes que tú también tienes que haber sido perdonado”.

“No hay ninguna apariencia que no pueda pasarse por alto. Pues si la hubiera, sería necesario que primero hubiese algún pecado que estuviese más allá del perdón”. 

“Tendría que haber algún error que fuese más que una simple equivocación, un tipo especial de error que fuese inmutable y eterno, y que estuviese más allá de cualquier posibilidad de corrección o escape”. 

“Tendría que haber un error capaz de deshacer la creación, y de construir un mundo que pudiese reemplazarla y destruir la Voluntad de Dios. Sólo si esto fuese posible, podría haber algunas apariencias capaces de ser inmunes al milagro y de no ser sanadas por él”. 

Daniel se aseguraba en sus pensamientos, en los momentos felices de su mente, de su alma, de su corazón y de la paz que todo ello le comunicaba. Dios era capaz de calmar la más pequeña arruga de nuestro pesaroso corazón.

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