martes, octubre 17

TRES ESTRELLAS EN NUESTRO CAMINO

Mario estaba contento consigo mismo. Era una sensación especial. Tenía delante de sí un juego de tres luces que brillaban con una intensidad especial. Le recordaban sus juegos de pequeño cuando saltaba y jugaba al tres en raya saltando sobre los cuadrados dibujados en la acera. 

En la noche sin luna veía en el cielo esas líneas de tres estrellas sobre su cabeza y le llenaba de sueños, ensueños y mil fantasías. Era una manera de escaparse de la rutina del día y de devolverle a su alma la infinitud que cada átomo de su Ser poseía. El cielo y él se unían, danzaban y se divertían. 

Tres bolas que llevaba en alguna ocasión en sus bolsillos. Bolas de colores brillantes y refulgentes que jugaban en las palmas de sus manos y subían y bajaban con la fuerza de sus dedos. Una sensación que le hacía sentir la energía directora de esas tres bolas unidas por el contacto de las palmas de sus manos. 

Con esos tres párrafos que leía, la fila de tres ideas se desplegaba ante sus ojos y ante sus nubes blancas y hermosas: “Tu día no transcurre al azar. La clase de día que tienes lo determina aquello con lo que eliges vivirlo, y la manera en que percibe tu felicidad el amigo a quien acudes en busca de consejo”. 

“Siempre pides consejo antes de tomar cualquier decisión. Es esencial que entiendas esto, pues así te darás cuenta de que en esto no hay coerción ni motivos para que te opongas a ello por el hecho de que te impide ser libre. Nadie puede escaparse de lo que inevitablemente ha de ocurrir. Y si tú crees que puedes, estás equivocado”. 

“La segunda regla es asimismo un hecho. Pues tu consejero y tú tenéis que estar de acuerdo con respecto a lo que deseas antes de que pueda ocurrir. Es este convenio lo que permite que todas las cosas ocurran. Pues nada puede ocurrir sin ningún tipo de unión, ya sea con un sueño de juicios o con La voz que habla en favor de Dios”. 

La tercera regla es todo un descubrimiento: “¿No te das cuenta de que oponerte al Espíritu Santo es luchar contra ti mismo? Él sólo te dice lo que es tu voluntad. Él habla por ti. En Su Divinidad radica la tuya. Y del único conocimiento de que Él goza es del tuyo, que ha sido salvaguardado para ti a fin de que puedas hacer tu voluntad a través de Él”. 

“Dios te pide que hagas tu voluntad. Él se une a ti, pues no estableció Su Reino solo. Y el Cielo mismo, donde todo lo creado es para ti, no representa otra cosa que tu voluntad. Ni una sola chispa de vida fue creada sin tu grato consentimiento, tal como tú quisiste que fuese”. 

Mario se quedaba lleno de reflexión, lleno de gozo, lleno de paz, lleno de esa alegría tranquila que todo lo veía en su auténtica dimensión. Tres reglas, tres cuadros, tres estrellas, tres bolas, se unían en toda su experiencia. Era toda una plenitud. Se sentía completo. 

Nada le faltaba. La niñez, la juventud, la edad adulta, la edad madura, todas daban su sabiduría. Mario las recogía con esas manos amplias, con ese corazón experimentado en las sensaciones más felices de la vida. Una unión se producía entre su Creador y él. 

Se repetía ese gran descubrimiento: “El Espíritu Santo sólo te dice lo que es tu voluntad”. No había otra manera de expresarse y de ser cierto. El hombre no subía de la tierra al Cielo. El hombre tenía el Cielo en su corazón por nacimiento, porque con el Cielo fue creado. “Él se une a ti, pues no estableció Su Reino solo”.

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