martes, octubre 10

LOS ÍDOLOS NOS SEPARAN, EL AMOR NOS UNE

Enrique se sentía un tanto contrariado. Se sentía estafado en sus proyectos, en sus ideas, en la confianza depositada y en lo que esperaba recibir. No podía comprender cómo podía haber caído en tal trampa. Pasaba un momento delicado en sus finanzas. Las propuestas eran muy apetecibles. Pero, siempre era lo mismo. Había que invertir cierto dinero para participar. 

Y, ahí radicaba la estafa. Ponías cierto dinero. Empeñabas tu confianza. Tu pensamiento se centraba en los beneficios. No se centraba en el depósito que habías hecho. Era parte del riesgo que se asumía. El tiempo y las consecuencias nos ponían en nuestro lugar y nos descubrían que habíamos hecho un negocio equivocado. 

Una trampa para la confianza. Se convierten en ídolos que prometen el oro y el moro, pero destacan tu falta de creencia en ti. “los ídolos no son sino sustitutos de tu realidad. De alguna manera crees que completan tu pequeño yo, ofreciéndote así seguridad en un mundo que percibes como peligroso”. 

“Crees que hay fuerzas que se han aglutinado a fin de quebrantar tu confianza y destruir tu paz. Todo aquel que cree en ellos se convierte en esclavo de la pequeñez y de la pérdida”. 

“Un ídolo se establece creyendo en él, y cuando la creencia se abandona, el ídolo “muere”. Esto la esencia del Anticristo: la extraña idea de que hay un poder más allá de la omnipotencia, un lugar más allá del infinito y un tiempo que trasciende lo eterno”. 

“Un ídolo es un medio para obtener más de algo. Y esto es lo que va en contra de la Voluntad de Dios”. 

Enrique veía que el ídolo se ponía en lugar de Dios. Ofrecía más que Dios. Y eso lo hacía apetecible. La realidad del ofrecimiento se descubría como Enrique descubrió la estafa de su dinero. Así descubrimos también la estafa de nuestras ideas. 

En esa línea, Enrique se llenaba de esa realidad falsa que le había llegado en la línea del independentismo: 

Plácido Domingo es madrileño y José Carreras es catalán. Por cuestiones políticas en 1984 Carreras y Domingo se enemistaron. Siempre muy solicitados en todas partes del mundo, ambos hacían constar en sus contratos que sólo se presentarían en determinado espectáculo, si el adversario no fuese invitado. 

En 1987, a Carreras le apareció un enemigo mucho más implacable que su rival Plácido Domingo. Le sorprendió un diagnóstico terrible: “Leucemia”. Su lucha contra el cáncer fue muy sufrida. Se sometió a varios tratamientos. Trasplante de la médula ósea y un cambio de sangre que lo obligaba a viajar una vez por mes a Estados Unidos. 

En esas condiciones no podía trabajar. A pesar de ser dueño de una razonable fortuna, los altos costos de los viajes y del tratamiento debilitaron sus finanzas. Cuando no tuvo más condiciones financieras, tuvo conocimiento de la existencia de una fundación en Madrid cuya finalidad única era apoyar el tratamiento de leucémicos. 

Gracias al apoyo de la Fundación “Hermosa”, Carreras venció la dolencia y volvió a cantar. Recibió nuevamente los altos honorarios que merecía y trató de vincularse a la fundación. Al leer sus estatutos descubrió que el fundador, el mayor colaborador y el presidente de la Fundación era Plácido Domingo. 

Luego supo que éste había creado la entidad en principio para atenderlo a él, y que se había mantenido en anonimato para que no se sintiera humillado por aceptar auxilio de su enemigo. 

De lo más conmovedor fue el encuentro de los dos. Sorprendiendo a Plácido Domingo en una de sus actuaciones en Madrid, Carreras interrumpió el evento y humildemente arrodillándose a sus pies le pidió disculpas y le agradeció públicamente. 

Plácido lo ayudó a levantarse y con un fuerte abrazo sellaron el inicio de una gran amistad. En una entrevista a Plácido Domingo, la periodista le preguntó: “¿Por qué creó la Fundación Hermosa, en un momento en que, además de beneficiar a un “enemigo”, había ayudado al único artista que le podía hacer competencia?

Su respuesta fue corta y definitiva: “Porque no se puede perder una voz como esa”. 

La política, llena de ídolos nos separa. Sin embargo, el amor del corazón nos une. Nos abre a amar a los enemigos y nos da la posibilidad de sentirnos uno y agradecidos.

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