domingo, junio 16

EL TEMOR DISUELTO


José vislumbraba el trabajo del Espíritu Santo para deslindar lo que realmente era nuestra voluntad, de aquello que nosotros creíamos que lo era. Una confusión basada en la idea de separación, de miedo, de dudas, y de desconfianzas había creado una realidad totalmente paralela. 

Esas dos visiones vivían en nuestra mente, en nuestra vida, en nuestros pensamientos y en nuestras decisiones. Ese proceso estaba en manos de Dios y en manos nuestras. Nosotros debíamos aceptar, con confianza, las propuestas divinas. 

José entendía que las propuestas divinas se enfrentaban con nuestra libertad de escogerlas. Pero, la comprensión de un Padre amante nos ayudaba a comprender que la existencia del Espíritu Santo no era un medio para confundirnos; antes bien, era nuestra mejor ayuda, con el desarrollo del amor, para comprender nuestra realidad mucho mejor. 

“Has aprisionado tu voluntad más allá de tu propia conciencia donde todavía se encuentra, pero desde donde no puede ayudarte”. 

“Cuando dije que la función del Espíritu Santo es separar lo falso de lo verdadero en tu mente, quise decir que Él tiene el poder de ver lo que has ocultado y reconocer en ello la Voluntad de Dios”. 

“Gracias a este reconocimiento, Él puede hacer que la Voluntad de Dios sea real para ti porque Él está en tu mente, y, por lo tanto, Él es tu realidad. Si la percepción que Él tiene de tu mente trae la realidad de ésta hasta ti te está ayudando a recordar lo que eres”. 

“Lo único que puede ocasionar temor en este proceso es lo que tú crees que perderías. Lo único que realmente puedes tener, no obstante, es lo que el Espíritu Santo ve”. 

José veía que la confianza era vital en ese proceso. La manera de pensar de Jesús lo enamoraba. La forma de tratar con Sus Hijos le entusiasmaba. No le importaba que fuera el rey del cielo y tuviera el poder del universo. Esa visión no le atraía. El poder físico producía miedo. 

De igual manera que se enamoró un día, José, de la que fue su novia y esposa después, se enamoró de los pensamientos de Jesús, de las reflexiones de Jesús y de los comportamientos de Jesús. En todas sus lecturas, no encontró ni un solo sabio que pudiera igualarle en sus planteamientos de comprensión y de amor.

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